CRISTO ES DIOS, QUIEN ES ESPÍRITU,
Y SE HIZO HOMBRE, QUIEN ES CARNE
En primer lugar, debemos ver no sólo quién es Cristo, sino lo que Él es. El Nuevo Testamento nos dice que Cristo es Dios mismo. Juan 1:1 dice: “En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios”. Luego, 4:24 dice: “Dios es Espíritu”. Por lo tanto, Cristo, quien es Dios mismo, era Espíritu. Según quién era Cristo, podríamos decir que Él era Dios, pero según lo que era Cristo, tenemos que decir que Él era Espíritu. Desde el principio Él era Espíritu, porque Él era Dios mismo, quien es Espíritu. Luego, el versículo 14 del capítulo 1 dice que un día la Palabra se hizo carne. El hombre es carne, así como Dios es Espíritu. Mediante la encarnación, este mismo Cristo, quien era Dios mismo como Espíritu, se hizo carne en calidad de hombre. Ahora, según quién Cristo es, tenemos que decir que Cristo es tanto Dios como hombre, pero según lo que Cristo es, Él es tanto Espíritu como carne. Cristo es Dios, y Él es hombre. Puesto que Dios es Espíritu y el hombre es carne, Cristo es Espíritu y carne. Dios se hizo hombre, y el Espíritu se hizo carne.
Cristo como Dios se hizo hombre, y Cristo como Espíritu se hizo carne, puesto que el hombre necesitaba que se presentara una ofrenda con sangre para su redención. El hombre se perdió y cayó, así que necesitaba la redención. Podemos ser redimidos únicamente por medio de una ofrenda con sangre. Cristo como Espíritu tuvo que hacerse carne a fin de ser tal ofrenda con sangre que se derramó por nuestros pecados. Juan 1:29 dice: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Si Cristo fuese sólo el Espíritu y no se hubiese hecho carne, Él no habría podido ser el Cordero de Dios. Necesitamos resaltar los versículos 1, 14 y 29 del primer capítulo de Juan en nuestras Biblias. Entonces, cuando vayamos a Juan 1, de inmediato veremos estas tres frases: la Palabra era Dios, la Palabra se hizo carne y he aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Cristo como Dios mismo se hizo hombre, y como Espíritu se hizo carne a fin de ser el Cordero de Dios y así quitar todos nuestros pecados para que pudiésemos ser redimidos.
(Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 1, por Witness Lee)