Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, por Witness Lee

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SER SATURADOS DEL ELEMENTO DIVINO PARA NUESTRA PLENA SANTIFICACIÓN

En la Biblia no encontramos la palabra saturar con relación a la santificación. Sin embargo, sí tenemos las palabras transformados, conformados y glorificados, las cuales implican ser saturados. Si no somos saturados del elemento divino no podemos ser transformados, conformados y glorificados. La obra de transformación, conformación y glorificación no ocurre objetivamente, es decir, fuera de nosotros. Más bien, es muy subjetiva, es algo que ocurre en nuestro interior. Por tanto, esta obra requiere que seamos saturados del elemento divino de Dios. A medida que el Señor nos satura, somos transformados en nuestra alma, somos hechos conformes a Su imagen y somos transfigurados en nuestro cuerpo, es decir, glorificados.

En 1 Tesalonicenses 5:23 se nos dice: “El mismo Dios de paz os santifique por completo; y vuestro espíritu y vuestra alma y vuestro cuerpo sean guardados perfectos e irreprensibles para la venida de nuestro Señor Jesucristo”. En virtud de la obra de saturación que el Señor efectúa, seremos transformados y glorificados; es decir, seremos santificados en todo nuestro espíritu, alma y cuerpo. Desde el día en que el Señor entró en nosotros, Él ha sido en nosotros el elemento que nos satura. Podríamos comparar la saturación que el Señor efectúa con la tinta que se difunde. Si inyectamos una gota de tinta en el centro de una bola de algodón, la tinta se difundirá desde el centro hasta que sature e impregne toda la bola. Esto es un cuadro de la transformación y la glorificación. El Dios Triuno como gloria ha sido “inyectado” en nosotros, y Él ahora está a la espera de una oportunidad para esparcirse, saturar e impregnar nuestro ser. Primero, Él entró en nuestro espíritu; luego, Él se extiende desde nuestro espíritu a nuestra alma para transformarla. Finalmente, Él se extenderá desde nuestra alma hasta nuestro cuerpo mismo. Cuando seamos glorificados, experimentaremos la plena redención, la redención no sólo de nuestro espíritu y nuestra alma, sino también de nuestro cuerpo (Ro. 8:23).

Efesios 3:16-17a y 19b dicen: “Para que os dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu; para que Cristo haga Su hogar en vuestros corazones por medio de la fe, [...] para que seáis llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios”. Cuando nuestro hombre interior, nuestro espíritu, es fortalecido por el Espíritu, le damos más cabida al Espíritu y Cristo ocupa y hace Su hogar en todas las partes de nuestro corazón. Como resultado de esto, todo nuestro ser es lleno hasta la medida de toda la plenitud de Dios. Este proceso equivale a que seamos saturados e impregnados de Dios. De esta manera, somos transformados y glorificados. El primer paso de la santificación consiste en que somos guardados del pecado, y el segundo en que somos apartados del mundo. Luego, somos saturados e impregnados del Espíritu Santo en nuestro interior. Gradualmente, somos transformados en nuestra alma y, a la postre, seremos transfigurados en nuestro cuerpo, es decir, glorificados. La glorificación es el paso final y máximo de la santificación. En aquel tiempo seremos santificados entera y cabalmente en nuestro espíritu, alma y cuerpo. Seremos uno con el Señor en gloria y nos encontraremos con Él en gloria a Su regreso. Éste será el resultado de nuestra plena santificación. Hoy en día nosotros estamos bajo el proceso de la santificación diaria.

(Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 9, por Witness Lee)