EL ESPÍRITU ETERNO
El versículo 14 del capítulo 9 revela un título especial del Espíritu Santo. Este versículo dice: “¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a Sí mismo sin mancha a Dios, purificará nuestra conciencia de obras muertas para que sirvamos al Dios vivo?”. Éste es el único lugar en la Biblia donde se menciona el Espíritu eterno. El versículo 12 dice que Cristo entró en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención por nosotros, y el versículo 15 dice que los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna. De manera similar, 5:9 dice: “Habiendo sido perfeccionado, vino a ser fuente de eterna salvación para todos los que le obedecen”. Todos estos asuntos eternos —una eterna redención, la herencia eterna y la eterna salvación— toman al Espíritu eterno como centro.
El judaísmo es una religión que tiene rituales y regulaciones en la letra, pero Cristo es una persona viva con vida eterna en el Espíritu. Las cosas propias del judaísmo sencillamente son sombras y figuras de las cosas que están por venir, pero Cristo es la realidad y el cumplimiento de todas las sombras y figuras del Antiguo Testamento. Todas estas sombras y figuras sólo eran temporales y transitorias, pero Cristo como realidad es eterno, perpetuo para siempre. Además, las cosas que conformaban el judaísmo eran sólo en la letra, pero Cristo, el Viviente, se ofreció a Sí mismo a Dios para efectuar eterna redención mediante el Espíritu eterno a fin de que nosotros participemos de la herencia eterna. Esta herencia eterna es todas las riquezas de la Deidad. Mediante la eterna redención que Cristo efectuó, tenemos el derecho a la herencia eterna. Mediante el Espíritu eterno, Cristo es el Autor, la fuente y la causa de la salvación eterna para nosotros, y le disfrutamos como nuestra salvación eterna. Por tanto, en este libro el Espíritu Santo es el Espíritu eterno. A fin de experimentar todo lo que se revela en este libro, debemos saber cómo tocar a este Espíritu eterno.
Que algo sea eterno no solamente significa que dura para siempre. Ser eterno significa abarcar todo tiempo y espacio y sobrepasar todo tiempo y espacio. Por tanto, la redención eterna es una redención que es perpetua y eternamente efectiva para satisfacer y sobrepasar todas las necesidades a través de todo tiempo y espacio. En el mismo principio, la eterna salvación no es una salvación temporal o transitoria. Más bien, ella satisface y sobrepasa todas las necesidades de todo tiempo y espacio. Igualmente, el Espíritu no sólo es el Espíritu todo-inclusivo con todas las riquezas de Cristo; Él también es el Espíritu eterno, quien sacia todas nuestras necesidades por todo tiempo y a través de todo espacio, y Su suministro sobrepasa todo tiempo y espacio. Esto significa que no hay necesidad en ningún tiempo o en ningún lugar que Él no pueda saciar.
Ya hemos considerado varios títulos del Espíritu Santo en el Nuevo Testamento: el Espíritu de Dios, el Espíritu Santo, el Espíritu de Jesús, el Espíritu de Cristo, el Espíritu de Jesucristo y el Espíritu vivificante. Ahora vemos que el Espíritu también es el Espíritu eterno. Estos no son siete Espíritus distintos, sino un solo Espíritu en distintas etapas con diferentes aspectos. Por favor, refiéranse nuevamente al diagrama en el capítulo 8. En la eternidad pasada Él era el Espíritu de Dios (Gn. 1:2). Luego, a fin de introducir a Dios en el hombre, de introducir a Aquel que es santo en la humanidad, Él fue el Espíritu Santo (Lc. 1:35; Mt. 1:20). Mediante el vivir humano y la muerte de Jesús, Él llegó a ser el Espíritu de Jesús por el cual se hace la voluntad de Dios mediante los sufrimientos y la perseverancia (Hch. 16:7). Cristo, al ser designado en resurrección, llegó a ser el Espíritu de Cristo (Ro. 1:4; 8:9). Por medio de todo esto, de manera inclusiva, Él es el Espíritu de Jesucristo, el Espíritu por medio del cual podemos sufrir en resurrección (Fil. 1:19). A fin de entrar en el hombre para impartirle vida, Él es el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Además, Él es el Espíritu eterno, quien abarca y sobrepasa todo tiempo y espacio. Mediante este Espíritu, Cristo se ofreció a Sí mismo a Dios como sacrificio eterno a fin de efectuar una redención eterna de modo que nosotros podamos disfrutar la herencia eterna. Por tanto, Él es la fuente de la salvación para nosotros, no una salvación temporal, parcial o limitada, sino una que es eterna por la cual se satisfacen todas las necesidades a través de todo tiempo y espacio. Éste es el Espíritu revelado en el libro de Hebreos.
(
Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 11, por Witness Lee)