EL ESPÍRITU QUE SELLA
En segundo lugar, el versículo 22 dice que Dios nos ha sellado. Según la costumbre en los tiempos antiguos, que alguien sellase algo significa que él ponía una marca, la semejanza de algo, sobre ese objeto para representar que le pertenecía a él. De igual manera, que Dios nos selle significa que Él pone Su semejanza sobre nosotros como marca. Cuanto más Dios nos sella, más tenemos la semejanza de Dios como marca que indica que le pertenecemos a Él. En cierta ocasión fui a un embarcadero para conocer a un creyente nuevo. Sólo había recibido un telegrama acerca de él, pero nunca lo había visto, ni siquiera en fotografía. Debido a que cientos de personas salen de un barco, usualmente es difícil reconocer a cualquier persona. Sin embargo, esto no me molestó. A medida que las personas salían del barco en tropel, sencillamente me mantuve mirando hasta que vi a una persona sobre la cual Dios había puesto Su marca. Entonces supe que éste debía ser un hermano. No había ninguna marca externa sobre él, simplemente cierta clase de expresión por la cual pude reconocerlo como un hermano.
En una ocasión, en 1933, una hermana nos envió una carta en la cual nos decía que vendría a nosotros desde Shanghái. De nuevo, nunca la habíamos visto, pero fuimos a esperarla. Mientras el barco estaba detenido a una distancia, varios pequeños sampanes traían personas a la costa. Con tantos pequeños botes en el mar, es difícil encontrar a una persona en particular. Sin embargo, mientras mirábamos desde el embarcadero, les dije a los hermanos: “Miren, hay una persona en el tercer bote. Me parece que debe ser la hermana”. Todos los demás hermanos estuvieron de acuerdo que ella debía ser la indicada, y por cierto era ella. Hay cierta clase de sello, una marca, puesta sobre nosotros mediante la obra del Espíritu. Por nuestra apariencia, nuestro semblante, las personas pueden reconocer que somos hijos de Dios, aquellos que le pertenecemos al Señor. Esto es una marca viviente, la operación exterior del Espíritu interior. Cuando tenemos al Espíritu Santo en nosotros, Dios hace que por el Espíritu tengamos Su semejanza. Esto no significa que meramente nos comportamos de cierta manera. Incluso si lo único que hacemos es estar de pie aquí, los creyentes todavía pueden reconocer que somos hijos de Dios, sus hermanos y hermanas. Esto se debe a que el Espíritu Santo nos sella.
A medida que somos ungidos por Dios con el Espíritu, espontáneamente tenemos esta marca. En un sentido, la unción misma es el sellar. Las personas a menudo utilizan pintura para marcar ciertos objetos. Si pintamos algo de este modo, esto significa que nos pertenece. La unción es el marcar. Es una lástima si otros no pueden identificar si somos hijos de Dios o hijos del diablo (1 Jn. 3:10). Necesitamos tener una marca viviente, un sello viviente, que les diga a otros que le pertenecemos a Dios, que somos hijos de Dios. Deberíamos tener cierta clase de semejanza que es la marca de Dios. Dios nos ha marcado, nos ha sellado, con el Espíritu que unge. No obstante, a veces no es fácil reconocer si alguien es un hermano o no. Esto se debe a que la “pintura” no es lo suficientemente profunda y rica en él. Si la marca sobre nosotros no es clara, esto significa que estamos escasos de la unción de Dios.
(Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 5, por Witness Lee)