NO APAGAR AL ESPÍRITU QUE SANTIFICA
En 1 Tesalonicenses 5:19 se nos dice: “No apaguéis al Espíritu”. Debido a que el Espíritu se mezcla con nuestro espíritu, y desde nuestro espíritu Él efectúa una obra de santificación, apagar al Espíritu equivale a detener Su obra santificadora. Si no apagamos al Espíritu, sino que más bien siempre cooperamos con Él, no tendremos que preocuparnos por vencer los pecados o ser apartados del mundo. No hay necesidad de que nosotros mismos hagamos la obra de santificación; esta obra la efectúa el Espíritu Santo. Sin embargo, debemos procurar no impedir Su obra. Debemos aprender a darle al Espíritu Santo una vía libre para efectuar Su obra sin que nada lo apague, impida ni restrinja. Mientras cooperemos con el Espíritu que santifica y no lo apaguemos, día tras día, hora tras hora seremos libertados espontáneamente de toda clase de pecado y seremos apartados del mundo y de todas las cosas que no son Dios. Espontáneamente, también seremos saturados del elemento divino y transformados en la imagen divina. De esta manera, seremos preparados para ser glorificados cuando Él regrese.
No necesitamos tratar de vencer muchas cosas. Sólo debemos ocuparnos de no apagar al Espíritu. Siempre deberíamos acordarnos de no apagar al Espíritu. ¿Va usted de compras? No apague al Espíritu. ¿Está usted hablando con alguien? No apague al Espíritu. ¿Está usted a punto de perder la paciencia o hacer algo que está mal? No apague al Espíritu. Alguien quizás pregunte: “¿Por qué yo no debería ir al cine?”. Podemos sencillamente responder, diciendo: “No apague al Espíritu”. Si sencillamente nos ocupamos de no apagar al Espíritu, el Espíritu se ocupará de nuestra santificación. El Espíritu a quien no debemos apagar es el Espíritu que santifica, el Espíritu Santo que introdujo a Dios en el vientre de María para encarnarse allí. Éste es el mismo Espíritu Santo que hoy está introduciendo a Dios en nosotros una y otra vez para llevar a cabo Su obra de santificación, es decir, para saturarnos del elemento divino, transformarnos en Su apariencia divina y prepararnos para Su regreso.
Al regreso del Señor, la obra de santificación habrá sido plena y cabalmente completada, haciendo que nosotros seamos los santos en quienes Él es glorificado. Hoy en día somos los santos, pero no hemos sido manifestados como santos, pues el proceso de la santificación aún no ha sido completado en nosotros. Todavía estamos bajo el proceso de ser santificados. A la venida del Señor Jesús, seremos santificados de manera plena, entera y absoluta. En aquel tiempo seremos manifestados como santos al ser glorificado el Señor Jesús en nosotros. Nuestra plena santificación es la obra del Espíritu Santo, según lo revelan los dos libros de Tesalonicenses. Nosotros no solamente tenemos la santidad en nosotros, sino que también tenemos la obra de la santidad en nuestro interior, la cual es la santificación. Es por medio de esta santificación efectuada por el Espíritu Santo que nosotros estamos bajo el proceso de ser plenamente salvos día a día.
(
Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 9, por Witness Lee)