LA OBRA DEL ESPÍRITU DEL HIJO DE DIOS
REDUNDA EN NUESTRA FILIACIÓN
El Espíritu que da testimonio
El Espíritu del Hijo de Dios, que realiza nuestra filiación, también efectúa una obra que tiene cinco aspectos. Primero, el Espíritu da testimonio juntamente con nuestro espíritu de que somos hijos de Dios (v. 16). Aun cuando estamos caídos y estamos volviendo atrás, el Espíritu en nuestro interior siempre nos dice que somos hijos de Dios. Muchos cristianos jóvenes van a lugares donde no deberían ir. Sin embargo, mientras están allí algo da testimonio, diciendo: “Tú eres un hijo de Dios; no deberías estar aquí”. A menudo mientras nos vestimos, nuevamente hay algo en nuestro interior que da testimonio, diciendo: “Como hijo de Dios que eres, no deberías vestir este tipo de ropa”. Esto es el Espíritu del Hijo de Dios, cuya meta es nuestra filiación, que da testimonio juntamente con nuestro espíritu en lo profundo de nuestro interior, de que somos hijos de Dios.
El Espíritu que guía
Segundo, el Espíritu siempre nos guía y dirige. El versículo 14 dice: “Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”. Muchas veces los hermanos y hermanas jóvenes se me han acercado para preguntarme qué deben hacer. Casi nunca les doy una respuesta directa. Más bien, les digo: “Ya lo sabes. ¿Por qué vienes adonde mí?”. A veces ellos argumentan, diciendo: “No, no lo sé”. Yo les respondo, diciendo: “No lo sabes en tu mente, pero en lo profundo de tu espíritu sí lo sabes”. Es posible que argumentemos en nuestra mente, pero hay algo más profundo que confirma. El Espíritu del Hijo, cuya meta es nuestra filiación, nos guía todo el tiempo.
El Espíritu que intercede
Tercero, el Espíritu nos ayuda en la intercesión (vs. 26-27). El Espíritu del Hijo es un Espíritu de intercesión. Él da testimonio, guía, dirige y ora por nosotros desde nuestro interior. Hay alguien en nosotros que siempre ora por nosotros. Si no sabemos lo que Él desea y no tenemos las palabras con las cuales expresarlo, de todas maneras Él gime en nuestro interior. Todos necesitamos aprender a gemir. Muchas veces gemir es la mejor oración. No debemos orar con palabras solamente. Muchas veces necesitamos orar con gemidos indecibles.
El Espíritu que nos hace conformes
a la imagen del Hijo
Cuarto, ya que el Espíritu es la realidad de la filiación, Él está haciendo una obra para que seamos hechos conformes a la imagen del Hijo de Dios (v. 29). Esto nos hace verdaderos hijos, hijos no meramente en nombre y no sólo en vida y naturaleza, sino también en imagen, en apariencia y en realidad. Él nos hace los verdaderos hijos de Dios al hacernos conformes a la imagen del Hijo de Dios. Este Espíritu está haciendo una gran obra en nosotros, la cual se menciona casi completamente en un solo capítulo, en Romanos 8. Es por eso que Romanos 8 podría considerarse como el capítulo más sobresaliente de toda la Biblia.
El Espíritu que edifica
El quinto aspecto tiene que ver no sólo con el Espíritu del Hijo que realiza nuestra filiación, sino también con el Espíritu de vida. Como ya hemos visto, el Espíritu de vida liberta, libra, santifica y finalmente nos glorifica, y el Espíritu que realiza nuestra filiación, da testimonio, nos guía, nos ayuda a orar y nos hace conformes a la imagen del Hijo de Dios. Toda esta obra tiene una misma meta, que es edificarnos. Aunque la palabra edificar no está en el libro de Romanos, el pensamiento y el concepto de la edificación se encuentra en el capítulo 12. Todos los hijos de Dios son los miembros de Cristo y todos esos miembros necesitan ser edificados y coordinados juntamente (vs. 4-5). Esta membresía y relación eternas es la máxima obra del Espíritu de vida y de filiación. Él nos liberta, nos libra, nos santifica y nos glorifica, y Él da testimonio desde nuestro interior, nos guía, ora por nosotros y nos hace conformes a la imagen de Cristo para que podamos ser los verdaderos hijos de Dios. Entonces llegamos a ser los miembros vivientes, verdaderos y apropiados del Cuerpo de Cristo, y el Espíritu de vida y de filiación nos edifica juntamente. Llegamos a ser miembros los unos de los otros y somos unidos y entrelazados por la obra de este Espíritu. Ésta es la operación interior del Espíritu vivificante en nosotros. Por medio de toda esta operación interior llegamos a ser miembros, somos edificados como el Cuerpo viviente de Cristo y tenemos la vida de iglesia apropiada que se describe en el capítulo 12.
El Espíritu de vida y de filiación es el Espíritu de Dios, el Espíritu de Cristo e incluso Cristo mismo como Espíritu vivificante. Es por este Espíritu que disfrutamos a Cristo como nuestra vida, y es en esta vida que estamos siendo salvos, lo cual incluye que seamos libertados, librados, santificados y glorificados. También experimentamos el hecho de que Él dé testimonio, nos guíe, nos ayude en nuestra intercesión, nos haga conformes a la imagen del Hijo de Dios y nos edifique con los demás. Ser salvos incluye muchos elementos. A la postre, los pecadores llegan a ser los hijos gloriosos de Dios, hijos de Dios en gloria, que son edificados juntamente como Cuerpo de Cristo. Todos estos asuntos están incluidos en la salvación divina al ser Cristo vida para nosotros, y los mismos se llevan a cabo en nosotros por el Espíritu vivificante. Hoy en día la iglesia necesita más mensajes que les digan a las personas cuánto necesitamos experimentar a Cristo en Su calidad de Espíritu de vida maravilloso y todo-inclusivo.
(
Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 2, por Witness Lee)