EL ESPÍRITU QUE UNGE
En 2 Corintios 1:21 y 22 se nos dice: “El que nos adhiere firmemente con vosotros a Cristo, y el que nos ungió, es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado en arras el Espíritu en nuestros corazones”. Deberíamos resaltar las palabras ungió, ha sellado y arras. Éstas son palabras preciosas. Arras equivale a las expresiones modernas garantía, depósito de seguridad o pago inicial. Un pago inicial es el primer pago y sirve como garantía de pagos futuros. El Espíritu Santo dado a nosotros por Dios hoy es el pago inicial, el depósito y la garantía de un pago futuro. Efesios 1:13-14 también nos dice que Dios nos ha sellado con el Espíritu Santo y nos ha dado el Espíritu como arras de nuestra herencia. Además de sellar y dar en arras, 2 Corintios habla de un tercer asunto, que es la unción. Dios nos ha ungido con el Espíritu, nos ha sellado por el Espíritu y con Él, y nos ha dado en arras el Espíritu.
Según la secuencia vista en los versículos 21 y 22, la unción viene primero, seguida por el sellar y las arras. En tipología, el aceite del ungüento para la unción representa al Espíritu. Podríamos comparar el ungüento a la pintura. En este sentido, ungir es pintar. Cuanto más pintamos algo, más es añadida la pintura a ese objeto. Es posible que originalmente sólo haya sido madera con un color natural, pero a medida que lo pintamos, la pintura es añadida a la madera e incluso se forja en ella. Dios mismo es el ungüento para la unción, la “pintura”. Que Dios nos unja significa que Él nos pinta consigo mismo, y cuanto más Él nos unge, más Su elemento se añade a nosotros y se forja en nosotros. Además, los ingredientes de esta unción son todos los elementos de Dios. Por ende, Él nos unge consigo mismo, Sus “ingredientes” están siendo forjados en nosotros; es decir, tenemos más de Su elemento en nuestro interior.
Luego de cierta cantidad de pintura, la pintura y el objeto que se pinta se mezclan como una sola entidad. Igualmente, Dios está en nosotros en Cristo como Espíritu de Dios y Espíritu de Cristo para ungirnos. Es por esta unción que Dios se forja a Sí mismo en nosotros y se mezcla con nosotros. Dios nos ha ungido y sigue ungiéndonos consigo mismo, es decir, con Su Espíritu como ungüento, para que tengamos Sus elementos, Sus ingredientes. Esto tiene que quedar muy claro para nosotros; es algo de vital importancia para la vida cristiana.
(
Espíritu divino con el espíritu humano en la Epístolas, El, capítulo 5, por Witness Lee)