EL DERRAMAMIENTO DEL ESPIRITU
Mientras los ciento veinte discípulos oraban y mientras el Cristo exaltado en los cielos ejecutaba en el trono, vino el día del Pentecostés (Hch. 2:1-4). Había una escena maravillosa en el universo que deben de haber visto los ángeles como los espectadores en el día del Pentecostés. La Cabeza estaba sentada en el trono en los cielos ejecutando la administración de Dios, y el Cuerpo representado por los ciento veinte, estaba coordinando con la Cabeza por diez días para llevar a cabo el mover de Dios en la tierra. Luego en el día de Pentecostés, el Espíritu Santo fue derramado de la Cabeza y por la Cabeza a los discípulos y sobre los discípulos (Hch. 2:17-18). Esto quiere decir que el cielo fue traído a la tierra, y que Dios fue derramado sobre el hombre. Este derramamiento no fue esencial sino económico. No era para vida sino para poder, para administración. Lo que se necesitaba en el día de Pentecostés no era la vida, sino el poder, aun el poder eficaz para llevar a cabo la administración de Dios. Después del soplo del viento recio, aquellos ciento veinte no sólo llegaron a ser personas espirituales, sino celestiales. Llegaron a ser la misma juntura entre el cielo y la tierra. Ellos unieron los cielos y la tierra y estaban cooperando con la Cabeza celestial para llevar a cabo la administración eterna de Dios. Esto fue el derramamiento por la Cabeza celestial del Espíritu plenamente consumado, el derramamiento de la consumación máxima del Dios Triuno procesado por el Cristo resucitado y ascendido, para llevar a cabo el bautismo de Su Cuerpo en el Espíritu.
En el día de Pentecostés, el Cristo exaltado fue derramado como el Espíritu, la consumación máxima del Dios Triuno procesado, sobre los ciento veinte preparados, cincuenta días después de Su resurrección. En el día de resurrección, El fue el aliento todo-inclusivo que fue soplado dentro de Sus discípulos como el Espíritu de vida. Pero después de cuarenta días de entrenamiento y diez días de preparación, el cielo y la tierra estaban preparados para el derramamiento de este Exaltado como el Espíritu de poder sobre los creyentes en esta tierra que habían sido preparados.
Lo que sucedió en el día de la resurrección y en el día de Pentecostés son señales en el universo. En el día de la resurrección, el Cristo resucitado, como el aliento todo-inclusivo, fue soplado dentro de los discípulos. En el día de Pentecostés, el Cristo exaltado, el Cristo autorizado, como el viento recio, fue soplado sobre estos creyentes preparados. Después de Pentecostés, dentro de ellos estaba el aliento todo-inclusivo y sobre ellos estaba el viento recio. En el día de la resurrección el Cristo resucitado era el aliento para ser soplado dentro de los discípulos, y en el día de Pentecostés el Cristo exaltado era el viento recio soplado sobre estos creyentes preparados. Dentro de ellos tenían el aliento; sobre ellos tenían el viento. Dentro de ellos tenían al Cristo todo-inclusivo como el Resucitado para su vida, y sobre ellos tenían al Cristo ascendido como el Exaltado para su poder, para su autoridad y para su uniforme.
(EconomÃa neotestamentaria de Dios, La, capítulo 7, por Witness Lee)