EL ESPÍRITU QUE UNGE,
EL CUAL LOS CREYENTES RECIBIERON
DEL SANTO
Juan nos dice que los creyentes recibieron del Santo el Espíritu que unge (v. 20). Juan también nos encargó que permaneciéramos en el Señor por medio de esta unción (v. 27). Si no tuviésemos esta unción sería imposible permanecer en el Señor. La unción es como un interruptor que nos permite encender las luces. Si el interruptor está apagado, todo está en oscuridad, pero si el interruptor está encendido, todo está en luz. Todos necesitamos estar llenos de la unción. Según la gramática, la palabra “unción” es un sustantivo de acción, un derivado verbal. Esta clase de sustantivo siempre implica una acción. La unción es el mover del Espíritu dentro de nosotros.
Los incrédulos no tienen la unción, pero nosotros como creyentes regenerados poseemos esta unción. Tenemos algo dentro de nosotros que es difícil designar o darle un título. Hay algo en nosotros que se mueve y actúa de una manera delicada. Es algo parecido a la sensación muy confortable, agradable, dulce y delicada que experimentamos cuando un aceite suavizante se frota en nuestra mano o en nuestra cara. Una clase de mover o acción siempre está ocurriendo dentro de nosotros, aliviándonos, confortándonos, regándonos, apoyándonos, sosteniéndonos y nutriéndonos. Esto es la unción. Esto es el mover o el actuar de esta Persona maravillosa: el Espíritu, como el Hijo, con el Padre. Este es el que se mueve y actúa, y que alivia a todo el ser de usted desde su interior.
(EconomÃa neotestamentaria de Dios, La, capítulo 19, por Witness Lee)