EL DIOS TRIUNO
NO TIENE COMO FIN
QUE LO ENTENDAMOS DOCTRINALMENTE,
SINO QUE LO DISFRUTEMOS
El Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— es un misterio. El Padre, el Hijo y el Espíritu, como el Tres en Uno, no tienen por finalidad nuestro entendimiento doctrinal de la teología, sino nuestro disfrute. Dios tiene que ser el Padre, el Hijo y el Espíritu a fin de poder forjarse en nosotros. Yo me reuní en la Asamblea de los Hermanos por muchos años, y los maestros allí me dijeron: “Cuando usted ore, no debería orarle al Espíritu. La forma más acertada para orar es orarle al Padre, en el nombre del Hijo, por la sangre preciosa del Hijo y a través del mover del Espíritu”. Por ende, intenté orar cautelosamente según sus instrucciones. A veces, si cometía un error debido a mi descuido, tenía que confesar mis pecados y corregir mi error. Gradualmente, confirmé con mi propia experiencia y me di cuenta de que eso no era correcto. Sin embargo, los maestros de los Hermanos decían que el Padre celestial está en el cielo, el Hijo está sentado al lado del Padre celestial y el Espíritu es enviado a nosotros. No obstante, ellos no estaban claros acerca de quién es el Espíritu. Si usted lee la versión King James de la Biblia, verá que en inglés Romanos 8:16 usa un pronombre impersonal para referirse al Espíritu, pero este pronombre se refiere a una cosa. Hace más de trescientos años, cuando se tradujo la versión King James, la versión más fidedigna en el inglés, los traductores consideraban que el Espíritu era un poder, una cosa, pero no una persona. En los últimos cien años, cuando se tradujeron otras versiones, los traductores cambiaron el pronombre de uno impersonal a uno personal, con lo que reconocieron que el Espíritu Santo ciertamente es una persona.
Dios el Padre hizo un plan. Dios el Hijo vino para estar entre la humanidad mediante la encarnación y efectuó la gran obra de la redención de Dios mediante Su muerte en la cruz. Después de efectuar la redención, Él entró en la resurrección. En resurrección, como postrer Adán, Él fue hecho Espíritu vivificante. Él tuvo que llegar a ser el Espíritu vivificante para entrar en nosotros. Cuando el Señor Jesús estaba en la tierra, Él estuvo con los discípulos por tres años y medio, y los discípulos disfrutaron Su presencia. Sin embargo, un día el Señor les dijo súbitamente que Él se iría. También dijo que les convenía a ellos que Él se fuera, porque si no se iba, Él sólo podría estar entre ellos, pero no podría entrar en ellos. Por tanto, Él tenía que irse a fin de que otro Consolador fuera enviado a ellos. Este otro Consolador era el Espíritu de realidad, la transfiguración del primer Consolador. El Primero existía en la carne; el Otro era el Primero que fue transfigurado como Espíritu de realidad. Cuando el Espíritu de realidad vino, Él entró en ellos para ser su vida.
Hoy en día Dios no sólo es el Padre y el Hijo, sino que también es el Espíritu. Él no sólo es el Padre que planeó en la eternidad. Él también es el Hijo, quien, en la carne, llevó a cabo el plan de Dios. Ahora Él es el Espíritu que trae y aplica a nosotros lo que el Padre planeó y lo que el Hijo logró. El Espíritu quien es la consumación del Dios Triuno ahora está en nosotros a fin de ser nuestra vida para nuestro disfrute.
(Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, La, capítulo 9, por Witness Lee)