Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, La, por Witness Lee

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LA MANERA EN QUE CRISTO HACE SU HOGAR

Algunos cristianos saben que el hecho de que Cristo more en nosotros es un misterio, pero ellos no lo comprenden verdaderamente. Después de Su resurrección, el Señor Jesús llegó a ser el Espíritu vivificante (1 Co. 15:45) para morar en el espíritu de quienes creen en Él. Ésta es una revelación clara hallada en la Biblia. En 2 Timoteo 4:22 se nos dice: “El Señor esté con tu espíritu” y Romanos 8:16 dice: “El Espíritu mismo da testimonio juntamente con nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios”. Estos versículos nos muestran que el Espíritu está en nuestro espíritu y está mezclado con nuestro espíritu de modo que ambos espíritus han llegado a ser uno solo. Hoy en día nosotros, los que hemos sido salvos, somos un solo espíritu con el Señor. El Nuevo Testamento habla claramente acerca de esto, aunque es un misterio.

Con base en los muchos años que llevo estudiando la Palabra, puedo decirles que los asuntos más cruciales en el Nuevo Testamento son el Cristo que mora en nosotros y el hecho de que Cristo more en nosotros. El Nuevo Testamento no solamente habla acerca de una persona misteriosa, Cristo, sino que también habla sobre un aspecto en cuanto a esta persona misteriosa, a saber, el hecho de que Cristo mora dentro de Sus creyentes. Efesios 3:16, 17 y 19 dicen que Pablo oró por nosotros para que Dios nos dé, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior por Su Espíritu. Tenemos un hombre exterior y un hombre interior. Nuestro hombre interior es nuestro espíritu regenerado. Dios nos dará, conforme a las riquezas de Su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior, que es nuestro espíritu regenerado, por Su Espíritu. La palabra griega traducida “poder” es una palabra muy fuerte y equivale a la palabra dínamo en español, lo que denota el poder vigorizante y motivador propio de un generador. Dios nos fortalece en el hombre interior con poder por Su Espíritu conforme a las riquezas de Su gloria para que Cristo haga Su hogar en nuestros corazones por medio de la fe.

Aunque Cristo está en nosotros y ha resplandecido en nuestro interior, Él aún no ha hecho Su hogar en nuestros corazones. ¿Qué significa hacer hogar? Significa que después de disponer de todo apropiadamente, Él se establece. Es por medio de la fe y no por la vista que Cristo hace Su hogar en nuestros corazones. El resultado es que somos llenos hasta la medida de toda la plenitud de Dios. La plenitud de Dios es la expresión del rebosar de Dios. Cuando Cristo hace Su hogar en nosotros, somos llenos de Dios y somos llenos de la gloria de Dios. Como resultado de esto, nosotros que somos vasos de barro, vasos de tierra, llegamos a ser vasos de gloria. Somos llenos y saturados de todas las riquezas de Dios, de modo que estamos llenos de Dios por dentro y por fuera. Entonces seremos como dice la estrofa 8 de Hymns, #489: “Y en todas partes estén Tú [Cristo] y Dios”. Ya que el Espíritu de Cristo ha saturado e impregnado todo nuestro ser, en todas las partes de nuestro ser está Cristo, y en todas partes está Dios. De este modo, llegamos a ser vasos de gloria.

A fin de explicar cómo Cristo mora en nosotros y cómo Él hace Su hogar en nuestros corazones, me gusta usar un guante como ejemplo. El guante está hecho totalmente conforme a la forma de la mano a fin de que la mano pueda entrar en el guante. El hombre podría compararse al guante y Cristo a la mano. Un día cuando usted fue salvo al creer en Él, Cristo entró en usted. Hemos dicho que cuando Dios nos creó, Él nos creó conforme a la imagen de Cristo para que pudiésemos contener a Cristo. El guante fue hecho conforme a la forma de la mano con un pulgar y cuatro dedos; sin embargo, el guante está vació porque la mano aún no ha entrado en él. Ésta era nuestra condición antes de creer en Jesús. Aun después de haber creído en Jesús por varios años, yo todavía no sabía que Jesús había entrado en mí como una mano que entra en un guante. En ese entonces yo leía Romanos 9:21 una y otra vez, pero sencillamente no podía entenderlo. No sabía a qué se refería el barro, los vasos para honra y los vasos para deshonra. No fue sino hasta un día en que fui iluminado para recibir la revelación que entendí plenamente este versículo. Vi claramente cómo el Dios Triuno —el Padre, el Hijo y el Espíritu— se encarnó para llegar a ser un hombre, murió en la cruz por mí y fue sepultado. También vi cómo Él fue resucitado para llegar a ser el Espíritu vivificante y cómo Él ha entrado en mi espíritu para ser el tesoro en mí. Además, no sólo entendí este asunto, sino que también descubrí que éste es el punto central de todo el Nuevo Testamento.

(Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, La, capítulo 4, por Witness Lee)