EXPERIMENTAR EL HECHO
DE QUE CRISTO MORA EN NOSOTROS
Ahora veamos cómo podemos experimentar el hecho de que Cristo mora en nosotros. El Señor Jesús era considerado. Él hizo muchas cosas, de las cuales nada fue necio. Él habló muchas palabras, de las cuales ninguna fue insensata. Cada vez que hablaba, Él hablaba justo lo apropiado, no hablaba demasiado ni hablaba muy poco. Sus emociones estaban bien balanceadas. Él ejerció Su ira cuando era merecida pero con restricción, y Su amor también era atemperado. Además, Su voluntad era firme. Todas Sus expresiones eran amor, luz, santidad y justicia. Él era verdadero, honrado, justo, puro, amable y de buen nombre. Además, Él era virtuoso y digno de alabanza. Él era la verdadera bondad y la hermosura genuina; Él era Dios. En cierto sentido, somos como Él. Él tiene pensamientos y nosotros también. Él tiene emociones y nosotros también. Su voluntad es firme y también lo es la nuestra. Jesús ama y nosotros también amamos. Jesús es sincero y recto y nosotros también. Jesús es santo y nosotros también. Jesús es justo y nosotros también. Aunque hay una diferencia en el grado de estos asuntos, somos de la misma especie porque fuimos creados a Su imagen.
El Señor Jesús no sólo es maravilloso, sino también misterioso. Cuando usted abre su corazón y le recibe como su Salvador, Él entra en usted y mora en usted a fin de ser su vida y su todo. ¿Cómo entra Él en usted? La Biblia dice que Él murió por nosotros, fue sepultado y resucitó. Ahora Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante. Hoy en día Él es el Espíritu omnipresente; Él está en todos lados. Él entrará en todo aquel que crea en Él e invoque Su nombre para ser la vida y el contenido de esa persona. Esto es lo más maravilloso del mundo. El Señor entra en nosotros para morar en nosotros, y esto es a lo que nos referimos con el hecho de que Él “mora en nosotros”. El Cristo que mora en nosotros es la corporificación de Dios y es el Espíritu vivificante y omnipresente. Él tiene una mente, parte emotiva y voluntad; Él también es amor, luz, santidad y justicia. En el principio fuimos creados a Su imagen, así que también tenemos una mente, parte emotiva y voluntad, así como amor, luz, santidad y justicia. No obstante, sólo éramos una cáscara vacía carente del contenido y la realidad. Éramos exactamente como el guante vacío que fue hecho con la forma de una mano. Un día Dios llegó a ser carne en el Señor Jesús. Él vivió la vida humana, murió, resucitó y llegó a ser el Espíritu vivificante. El Espíritu vivificante es el Señor Jesús con Su mente, parte emotiva y voluntad, y el Dios que es amor, luz, santidad y justicia. El Espíritu entra en nosotros como la mano que entra al guante para llegar a ser su contenido y realidad. Por ende, ya no somos aquellos que estamos vacíos y sin contenido. Nuestras virtudes humanas creadas ya no son meramente una cáscara, porque Cristo está en nosotros como la realidad.
(Experiencia subjectiva que tenemos del Cristo que mora en nosotros, La, capítulo 5, por Witness Lee)