EL FUEGO DE LOS DOS ALTARES
Además en el altar de bronce, el fuego celestial consumía todas las ofrendas. El fuego bajaba del cielo en representación de Dios como fuego consumidor. Dios es el fuego santo que consume todas las ofrendas. Es este mismo fuego que consume las ofrendas en el altar de bronce el que debe quemar el incienso en el altar de incienso. El fuego primero es usado en el altar externo; luego es usado en el altar interno. Este es el fuego celestial de la redención. Cualquier otro fuego es un fuego extraño.
Las ofrendas traen el cielo, es decir, unen el cielo con la tierra. Las ofrendas estaban en la tierra, pero traían fuego del cielo. El fuego, que representaba al Dios del cielo, se hacía uno con las ofrendas y permanecía quemando sólo el carbón en el altar. Esta es la unión del cielo con la tierra y la mezcla de Dios con la humanidad redimida.
Los sacerdotes primero disfrutan esta ofrenda, y luego van al tabernáculo a ofrecer el incienso. Esto expresa algo de Cristo desde adentro como incienso para Dios. Pero aun este incienso debe ser quemado con el fuego proveniente del altar externo. El olor del incienso ascenderá después a Dios. Es en este olor dulce, en esta fragancia dulce del incienso, que el sacerdote convive con Dios y tiene comunión con El.
(Sacerdocio, El, capítulo 15, por Witness Lee)