EL SACERDOCIO Y EL ESPIRITU
Solamente cuando estamos en el espíritu ejercemos el sacerdocio, pues sólo los que están en el Lugar Santísimo son los verdaderos sacerdotes. Cuando estamos fuera del espíritu estamos fuera del sacerdocio.
Supongamos que entre nosotros haya una hermana perspicaz que ama al Señor pero es muy capacitada y piensa demasiado. ¿Cree usted que ella podría estar relacionada apropiadamente con otros y edificada con ellos en la vida de iglesia? ¿Cree usted que ella podría coordinar con alguien? Me temo que cuando entre en la vida de iglesia diga: “Qué ancianos y qué diáconos tan pobres”. Nunca podría ser edificada con otros. Sería una piedra preciosa, que sólo sirve para ponerla en la vitrina de una joyería y exhibirla, pero nunca podría ser una piedra preciosa engastada en el oro del pectoral del sacerdote para ser edificada con los demás.
En la vida de iglesia, debemos ser librados del alma, del hombre natural y de nuestra ingeniosidad. La vida de iglesia requiere que seamos quebrantados. Todos amamos al Señor pero ¿cuánto hemos sido edificados? Tal vez algunos de nosotros tengamos muy poca edificación, pero muchos otros no tienen ni siquiera un poquito de edificación.
¿A qué se debe esto? A que estamos encerrados en el alma; no estamos en el espíritu. Cuando oramos, no lo hacemos para entrar en el espíritu a fin de hacer contacto con el Señor, sino para pedirle al Señor que haga algo por nosotros, y eso es todo. Esa es nuestra interpretación de la oración. Pero la definición de la oración que la Biblia nos da es: negar el alma y entrar al espíritu para contactar al Señor. Si el Señor hace algo que no concuerda con nuestra oración, eso es secundario. Lo que importa es que nos salgamos de la mente y entremos en el espíritu; entonces, seremos llenos del Señor. Este es el verdadero significado de la oración.
Orar quiere decir que entramos en nuestro espíritu. Esta es la única manera de estar en el sacerdocio. Solamente cuando salimos del alma y entramos al espíritu para tocar al Señor a fin de ser llenos de El, estamos en el sacerdocio. Sólo así podremos ser edificados con otros. La voluntad obstinada debe ser quebrantada; la mente ingeniosa y la vida natural deben ser eliminadas. Entonces seremos personas que están a menudo en su alma; pero están en su espíritu mucho tiempo. Cada vez que nos sobrevienen situaciones, no ejercitamos la mente para analizarlas o pensar, sino que ejercitamos nuestro espíritu para tener contacto con el Señor. Este es el significado de ser liberado del alma, quebrantado en el hombre exterior y de olvidarse de la vida natural y negarse a ella.
Todo esto no es sólo una doctrina. A menos que ejercitemos nuestro espíritu de esta manera, nunca estaremos en el sacerdocio verdadero y nos alejaremos de la vida de iglesia. Podemos ser un grupo de cristianos que se reúnen, pero siempre estaremos peleándonos, sin ninguna edificación ni unidad debido a que no estamos en el espíritu, sino en la mente.
Cuando estamos en el alma, tenemos muchos argumentos para demostrar que tenemos la razón. No creo que haya muchos que estando en el alma, piensen que no tienen la razón. La mayoría piensa que siempre están en lo correcto. Cuando no estamos en el espíritu es difícil reconocer que estamos en lo incorrecto; pero cuando estamos en el alma, aunque estemos errados nos defendemos de otros, argumentando que tenemos la razón. El hombre natural siempre siente que todos los demás están equivocados, y él no”.
Observen la condición del cristianismo actual. ¿Dónde está la verdadera edificación, las relaciones genuinas, la coordinación y la unidad verdadera? En las librerías cristianas se pueden encontrar libros acerca de la unidad del Cuerpo, pero ¿dónde está la unidad? Debe estar en el espíritu, y no en la teoría. Por eso Efesios 4 dice que debemos guardar la unidad del Espíritu. Cuando estamos fuera del espíritu, estamos fuera de la unidad, y por consiguiente, el sacerdocio no se puede realizar.
Ahora vemos lo que es el sacerdocio: un grupo de santos que continuamente se olvidan del alma, se niegan a su ego, se olvidan de la vida natural y entran en el espíritu para dejar que el Señor los llene y fluya en ellos. Solamente en este grupo de sacerdotes es posible que exista la verdadera vida de iglesia, el edificio verdadero y la unidad verdadera.
Nuestra urgente necesidad no consiste en solucionar nuestros problemas al hablar, enseñar o entender. Podemos captar el entendimiento hoy, pero mañana tendremos un mal entendido. Siempre tendremos opiniones y conceptos. Lo que necesitamos es salir de nuestro hombre psíquico y natural para poder entrar al espíritu. Cuando entramos al espíritu y abrimos nuestro ser al Señor, se resuelven todos los problemas, todos los argumentos se disuelven y las diferentes opiniones desaparecen.
Cuanto más estemos en el alma, más argumentos tendremos; cuanto más estemos en la mente, más razones tendremos para discutir. Pero alabado sea el Señor porque cuanto más estemos en el espíritu, menos argumentos tendremos. Cuando entramos en el espíritu, no hay problemas; todas las contiendas desaparecen, y estamos en la unidad y en el sacerdocio, que es la verdadera vida de iglesia.
Mediante todas estas lecciones, hemos aprendido una cosa. Cada vez que los hermanos se meten en problemas, es mejor no averiguar, porque no nos conduce a nada. En vez de indagar debemos entrar al Lugar Santísimo y orar: “Señor, vengo a alabarte a Ti, en vez de averiguar”. Cuando estamos en la mente, estamos fuera del sacerdocio.
Debo repetir, que el sacerdocio consiste en que un grupo de personas viven en el espíritu y se abren al Señor para ser llenos de El. Este es el sacerdocio que edifica al Cuerpo, tal como se ve en el pectoral de la vestidura del sumo sacerdote. Todos los hermanos y hermanas necesitan esta experiencia.
(Sacerdocio, El, capítulo 13, por Witness Lee)