EL SACERDOCIO LLEVA LA IMAGEN DE DIOS
La realidad del sacerdocio requiere la imagen de Dios, lo cual precisa la transformación. Todos los creyentes tenemos la posición de sacerdotes y reyes, pero en la experiencia carecemos de la imagen de Dios, lo cual obedece a que no hemos sido transformados. En la era del Antiguo Testamento, Moisés era un sacerdote, no de nacimiento sino en la práctica puesto que tenía la imagen de Dios. En 2 Corintios 3, refiriéndose a Moisés, dice que estaba abierto al Señor y que permaneció en Su presencia por cuarenta días sin ningún velo. Quedó tan empapado y lleno del Señor que la gloria shekinah de la imagen de Dios brillaba en su rostro. Solamente un sacerdote puede tener tal imagen, porque sólo él puede entrar en el Lugar Santísimo y permanecer ante la gloria shekinah de Dios. Debemos ser transformados permaneciendo en la presencia de Dios hasta que nuestra imagen exprese Su gloria.
Debemos leer reiteradas veces 2 Corintios 3, y despojarnos de todos los velos y barreras para contemplar al Señor cara a cara. Leemos en 3:18: “Nosotros todos ... como un espejo la gloria del Señor”. Nosotros somos el espejo que contempla al Señor. Si lo contemplamos continuamente, Su imagen se imprimirá en nosotros, lo cual significa que somos transformados a Su gloria. Por eso debemos mantenernos abiertos constantemente al Señor.
El problema de los creyentes de hoy es que sólo conocen la religión, sus formalismos y enseñanzas, y aunque pasan mucho tiempo estudiando la Biblia, son pocos los que toman el tiempo para abrir su ser al Señor y permanecer en la gloria shekinah de Dios como verdaderos sacerdotes. A eso se debe que tengan tantas opiniones, conceptos, enseñanzas e ideas distintas, todo lo cual crea divisiones. Nuestras opiniones crean divisiones, y éstas sólo producen confusión. Esta es la condición actual del cristianismo.
El recobro del Señor consiste en rescatarnos de las opiniones, los conceptos, los métodos y las palabras humanas para que tengamos la experiencia sacerdotal de ser transformados a la imagen de Dios. No necesitamos dar énfasis a las enseñanzas ni a los métodos; sólo necesitamos permanecer en la presencia del Señor hasta que seamos transformados a Su imagen.
Si prestamos atención a esto, seremos uno en el sacerdocio, no en las enseñanzas ni en las doctrinas ni en las opiniones. Si regresamos a nuestras opiniones y conceptos, nos dividiremos en muchas facciones. Pero cuando entramos al sacerdocio y somos conducidos a la gloria shekinah del Lugar Santísimo, todos nuestros conceptos se esfumarán. Las profecías dejarán de ser, las lenguas cesarán y el conocimiento se tornará inútil, pero el sacerdocio permanecerá para siempre.
Lo más importante es el sacerdocio, es decir, cuánto nos haya llenado el Señor. Para que seamos sacerdotes, el Señor debe rescatarnos de todo lo externo e introducirnos en la realidad. En el cristianismo actual hay demasiadas opiniones y conceptos, pero nosotros alabamos el Señor porque nos ha abierto los ojos a la necesidad básica y primordial, que es el sacerdocio.
Puesto que necesitamos ser transformados a la imagen de Dios, debemos vestirnos del nuevo hombre, desechando el yo, la naturaleza vieja y el hombre viejo. Si vivimos, andamos y servimos según el nuevo hombre, estaremos en la imagen de Dios y en la realidad del sacerdocio.
(Sacerdocio, El, capítulo 3, por Witness Lee)