EXPERIMENTAN A CRISTO
COMO EL INCIENSO
El sacerdocio también debe quemar el incienso sobre el altar de oro en el Lugar Santo. Al mismo tiempo que se prende la lámpara se debe quemar el incienso; no se pueden hacer estas dos cosas por separado. “Y lo pondrás (el altar del incienso) delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo. Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará. Y cuando Aarón encienda la lámpara al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones” (Ex. 30:6-8).
Si quemamos el incienso, debemos encender el candelero y si encendemos el candelero, debemos quemar el incienso. Esto nos muestra que para recibir luz de la Palabra, debemos orar quemando el incienso; y si lo hacemos, debemos prender la lámpara leyendo la Palabra. El leer y el orar deben mezclarse y unirse; mientras oramos debemos leer, y mientras leemos debemos orar. Leer la Palabra equivale a prender la lámpara, y orar a quemar el incienso.
¿Qué es el incienso? Es la dulzura de Cristo, Su dulce fragancia, la cual nos hace aceptos delante de Dios. Cuando experimentamos a Cristo internamente, El llega a ser nuestra vida, suministro y luz interiores y, al mismo tiempo, tenemos una profunda sensación de que la dulce fragancia de Cristo asciende a Dios. La preciosidad de Cristo llega a ser el factor por el cual Dios nos acepta. No es un asunto de mejorar nuestro comportamiento, sino de tener esta dulce fragancia internamente. Cuando experimentamos a Cristo como la vida y la luz internas y lo disfrutamos como nuestro suministro de vida, tenemos una agradable sensación de que Dios nos acepta. Esta es la experiencia de quemar el incienso sobre el altar de oro, que es Cristo como el incienso aromático que asciende a Dios, y es la base para que nos acepte.
(Sacerdocio, El, capítulo 8, por Witness Lee)