Espíritu en las epístoles, El, por Witness Lee

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EL TEMA GENERAL DE LAS EPÍSTOLAS NEOTESTAMENTARIAS: EL ESPÍRITU VIVIFICANTE

Muchos cristianos han desatendido este asunto. Hay un versículo en la Biblia que ha sido ignorado por la mayor parte de los cristianos, el cual es 1 Corintios 15:45: “Fue hecho [...] el postrer Adán, Espíritu vivificante”. Todos saben que 1 Corintios 15 es un capítulo muy importante que trata en particular del tema de la resurrección. Todos le ponemos atención al asunto de la resurrección, pero no notamos lo que se establece en el versículo 45. No nos imaginamos que este enunciado sea el tema de todas las Epístolas del Nuevo Testamento. El tema general de más de veintisiete epístolas de todo el Nuevo Testamento, desde el libro de Romanos e incluyendo las siete epístolas del libro de Apocalipsis, es el Espíritu vivificante.

Los cuatro Evangelios tratan sobre Cristo, quien es la Palabra de Dios, y las Epístolas tratan sobre Cristo, quien es el Espíritu vivificante. En los Evangelios el Señor Jesús es la Palabra; en las Epístolas Él es el Espíritu. La Palabra se nos da para que la entendamos, aprehendamos, conozcamos y captemos. El Espíritu se nos da para que lo experimentemos, disfrutemos y toquemos. La Palabra tiene como objetivo la revelación, y el Espíritu tiene como objetivo la vida. El primer paso que el Señor Jesús dio en el Nuevo Testamento fue venir en calidad de Palabra a fin de explicar y revelar a Dios, a quien necesitamos entender, aprehender, conocer y asimilar. Luego, el siguiente paso fue que Él se hizo el Espíritu, a quien necesitamos experimentar y disfrutar como nuestra vida. Él es la Palabra que nos da revelación y Él es el Espíritu que nos da vida. Los cuatro Evangelios hablan de que Él es la Palabra, y las Epístolas hablan de que Él es el Espíritu. En este entrenamiento queremos ver el Espíritu en las Epístolas.

Entre los Evangelios y las Epístolas está el libro de Hechos, el cual es un puente que nos lleva de una ribera a otra. Los Evangelios están en esta ribera, las Epístolas están en la otra ribera, y Hechos está en medio fungiendo de puente. El Señor Jesús era la Palabra de Dios, pero ahora Él ha llegado a ser el Espíritu vivificante. En los Evangelios Él es la Palabra, pero después de cruzar el puente del libro de Hechos, en la ribera de las Epístolas Él es el Espíritu.

El Señor dijo: “Las palabras que Yo os he hablado son espíritu y son vida” (Jn. 6:63b). Las palabras deben llegar a ser el Espíritu para que sean nuestra vida. Este principio aún existe hoy. Al escuchar los mensajes, estudiar la Biblia y leer libros espirituales, recibimos las palabras del Señor. Estas palabras, sin embargo, deben llegar a ser el Espíritu a fin de que sean vida para nosotros.

Aquí debemos percatarnos de que en Su resurrección Él entró en gloria. Él entró en la gloria antes de Su ascensión; es decir, cuando Él fue resucitado, Él fue glorificado. Muchos cristianos piensan que el Señor Jesús primero ascendió a los cielos y que luego fue glorificado; éste es un concepto erróneo. Antes bien, Él fue glorificado en el momento mismo que resucitó. Lucas 24:26 dice: “¿No era necesario que el Cristo padeciera estas cosas, y que entrara en Su gloria?”. Por consiguiente, tan pronto como Él resucitó, Él fue glorificado. Queridos hermanos y hermanas, noten que Él llegó a ser el Espíritu vivificante cuando entró en la gloria. En Su encarnación Él era un hombre, la descendencia de David. Sin embargo, por medio de Su muerte y resurrección, Él ha llegado a ser el Espíritu. Antes de Su resurrección, Él era un hombre en la carne; después de Su muerte y resurrección, Él es el Espíritu.

(Espíritu en las epístoles, El, capítulo 1, por Witness Lee)