SER EDIFICADOS AL CRECER
Y SER TRANSFORMADOS EN EL ESPÍRITU
Yo, hermanos, no pude hablaros como a hombres espirituales, sino como a carne, como a niños en Cristo. (3:1)
Ser como carne difiere de ser carnal. Por ejemplo, 1 Corintios 3 y 4 mencionan los problemas que existían entre los corintios. Había celos, contiendas y opiniones; esto es ser carnal. Luego los capítulos 5 y 6 hacen referencia a la fornicación que estaba entre los corintios. Incluso hubo un hermano que tomó a su madrasta como esposa. Esto es ser como carne. Usted puede ser una persona civilizada con un alto nivel de moralidad y una buena reputación, y aun así tener opiniones, celos y contiendas cuando está con los hermanos y hermanas. Esto es ser carnal. Pero si alguno toma a su madrasta como esposa, al igual que lo hizo el hermano en Corinto, o si alguno se une a una prostituta, esta clase de pecado de fornicación es totalmente de la carne. Algunos dicen que 1 Corintios menciona tres clases de persona, lo cual es correcto. Sin embargo, hablando con propiedad, 1 Corintios menciona cuatro clases de personas: el espiritual, el anímico, el carnal y el de la carne. Queridos hermanos y hermanas, los corintios recibieron muchos dones, pero los dones no lograron hacerlos espirituales. Según el Nuevo Testamento, la iglesia que más practicaba el hablar en lenguas era la iglesia en Corintio, pero la iglesia en Corinto no sólo era carnal, sino de la carne. Esto debe ser una advertencia para nosotros.
Vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios. (v. 9)
La labranza necesita crecer cultivos, y un edificio necesita ser edificado. El crecimiento y la edificación están vinculados aquí, porque no somos una casa muerta, sino una casa viviente. Hablando con propiedad, no somos juntamente edificados; más bien, crecemos juntos. La verdadera edificación de la iglesia procede del crecimiento.
Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como sabio arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. (v. 10)
¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios le destruirá a él; porque el templo de Dios es santo, y eso es lo que sois vosotros. (vs. 16-17)
Después de leer todos estos versículos, podemos ver que 1 Corintios 1 es acerca de Cristo, el capítulo 2 es acerca del Espíritu, y el capítulo 3 es acerca del edificio. Primero, Cristo es presentado a nosotros, después tenemos que experimentar a Cristo en el Espíritu, y el resultado es para el edificio. Este Espíritu es el Espíritu que mora en el templo de Dios, y también es el Espíritu que edifica. ¿Cómo se obtiene el edificio de Dios? Primeramente, el Espíritu Santo que está en nosotros nos hace crecer. Es “Dios, que da el crecimiento” (v. 7), y esta referencia a Dios se refiere al Espíritu Santo. Somos la labranza de Dios, el edificio de Dios. Cuando obtenemos el crecimiento, obtenemos el edificio. Segundo, el Espíritu Santo que está en nosotros nos está transformando. Los materiales usados aquí son oro, plata y piedras preciosas, no madera, hierba y hojarasca. Sin embargo, en nuestra naturaleza no somos oro, plata ni piedras preciosas; más bien, somos barro. ¿Cómo podemos llegar a ser oro, plata y piedras preciosas? Con seguridad, necesitamos la transformación. Es por esto que a 1 Corintios le sigue 2 Corintios. El primer libro es sobre la edificación, y el segundo es sobre la transformación.
Dios nos ha dado a Cristo y nos ha puesto en Cristo a fin de que Cristo sea nuestra porción y nuestro todo. Esto puede llegar a ser realidad únicamente en el espíritu. Al experimentar a Cristo en nuestro espíritu, por una parte, crecemos, y por otra parte, somos transformados. En el capítulo 2 se puede ver el hecho de la transformación. Al final del capítulo 2, dice que tenemos la mente de Cristo. Antes nuestra mente estaba carente de Cristo, pero ahora nuestra mente, habiendo sido transformados, está llena de Cristo. Fuimos transformados por medio de la renovación de nuestra mente, como se menciona en Romanos 12:2. Romanos 12 también nos muestra que la coordinación en el Cuerpo y la edificación de la iglesia dependen de la transformación realizada por medio de la renovación de la mente, lo cual corresponde a la transformación del alma. La mente es la parte principal del alma. De ahí que, la transformación de la mente representa la transformación de todas las partes del alma. Sólo mediante esta transformación puede haber coordinación y edificación.
En 1 Corintios 3 no podemos hallar la palabra transformación, pero podemos ver el hecho de la transformación. Los materiales para la edificación son oro, plata y piedras preciosas, pero nuestro ser natural es todo menos oro, plata y piedras preciosas. Por tanto, necesitamos la transformación. ¿De dónde proviene esta transformación? Proviene por completo del Espíritu que mora en nosotros, el Espíritu que mora en el templo de Dios. Este Espíritu es el Espíritu que edifica, y nos edifica, primero, al hacernos crecer y, segundo, al transformarnos. En Mateo 13 el Señor dio seis parábolas en relación con la iglesia. La primera parábola es sobre la siembra, la segunda es sobre la cizaña, la tercera es sobre la semilla de mostaza y la cuarta es sobre la harina procedente del trigo con que se hace pan. Estas cuatro parábolas, todas las cuales aluden a productos cultivados, tienen que ver con el crecimiento. Luego les siguen dos parábolas que tienen que ver con la transformación: una es sobre el tesoro escondido en el campo, y la otra es sobre la perla producida en las aguas del mar. En estas parábolas, el primer grupo muestra que los productos agrícolas requieren crecimiento, y el último grupo muestra que los materiales para la edificación requieren transformación. A medida que crecemos y somos transformados, venimos a ser los materiales para la edificación. Es aquí donde somos juntamente edificados a fin de que el Espíritu Santo pueda morar entre nosotros.
El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él. (1 Co. 6:17)
Éste es un versículo sumamente importante. Sugiero que resalten este versículo en un color llamativo. El postrer Adán fue hecho Espíritu vivificante, y este Espíritu vivificante entró en nuestro ser y nos hizo un solo espíritu con Él.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo. (vs. 19-20)
¿Qué quiere decir “glorificad [...] a Dios en vuestro cuerpo”? Debemos recordar que Romanos 12 dice que debemos presentar nuestro cuerpo en sacrificio vivo a fin de llevar la vida del Cuerpo. Por tanto, “glorificad [...] a Dios en vuestro cuerpo” quiere decir, por un lado, que hemos sido unidos al Señor, y por otro lado, que necesitamos llevar la vida del Cuerpo. Debemos darnos cuenta de que el espíritu en nuestro interior está unido al Señor como un solo espíritu, y por tanto nuestro cuerpo debe ser usado por este espíritu. El resultado de que nuestro cuerpo sea usado por el espíritu es que nuestro cuerpo es útil al Cuerpo de Cristo. De esta manera glorificamos a Dios en nuestro cuerpo. En nuestro cuerpo se halla este espíritu, y este espíritu es el que se ha unido al Espíritu del Señor para formar un solo espíritu. Así pues, nuestro cuerpo no debe ser usado por nada que no sea el espíritu. Cuando nuestro cuerpo es usado por el espíritu, el resultado es que nos unimos al Cuerpo del Señor como una sola entidad. Esto es glorificar a Dios en nuestro cuerpo, y esto también es ser edificados juntamente con todos los santos desde el espíritu interiormente hasta el cuerpo exteriormente. Aquí vemos de nuevo el concepto, el pensamiento, acerca de la edificación.
A mi juicio, más dichosa será si se queda así; y pienso que también yo tengo al Espíritu de Dios. (1 Co. 7:40)
Esta palabra es muy significativa.
Todos para con Moisés fueron bautizados en la nube y en el mar, y todos comieron el mismo alimento espiritual, y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo. (10:2-4)
Estos versículos nos presentan un principio. Lo que los cristianos comemos, bebemos y aquello de lo cual dependemos debe ser en el espíritu. Lo que uno come es alimento espiritual, lo que bebe es bebida espiritual, y aquello de lo cual depende es una roca espiritual. Todo se da en el espíritu, e incluso nuestro disfrute de Cristo debe ser en el espíritu.
En un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un solo Cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu. (12:13)
Cuando usted es bautizado en el Espíritu, usted entra en el Espíritu, así como cuando usted es bautizado en el agua, entra en el agua. Cuando bebe de un mismo Espíritu, el Espíritu entra en usted, así como cuando usted bebe agua, el agua entra en usted. Éste es un solo asunto con dos aspectos; además, aquí hay una secuencia. El bautismo externo tiene como fin la bebida interna. Primero somos bautizados en un solo Espíritu, y luego bebemos de un mismo Espíritu; primero experimentamos el bautismo en el Espíritu externamente, y luego bebemos de un mismo Espíritu internamente.
(
Espíritu en las epístoles, El, capítulo 3, por Witness Lee)