Experiencia que tenemos de Cristo, La, por Witness Lee

ENVIDIAS, CONTIENDAS Y RIVALIDADES

Los seres humanos no somos personas sencillas, sino complicadas y complejas. En el capítulo 1 de Filipenses, un capítulo que nos habla acerca de la comunión en el evangelio, Pablo dice que algunos predicaban a Cristo por envidia, por contienda y por ambición egoísta o rivalidad (vs. 15-16). Algunos dirán: “El mes pasado yo traje más personas al Señor que usted. Además, uno de los que traje al Señor es un catedrático y el otro es un estudiante muy brillante”. Incluso los que se reúnen en la misma iglesia pueden llegar a contender entre ellos en cuanto a la predicación del evangelio. Además, también es posible que compitamos con iglesias que están en otras ciudades. Por consiguiente, después de las contiendas viene la rivalidad. Incluso en algo que es divino como la predicación del evangelio, es posible que haya rivalidades.

Es posible que los que laboran en la predicación del evangelio en una misma universidad compitan entre sí con respecto a quién será el líder. Los que no puedan ser el primero, al menos desearán ser el segundo. ¡Cuán desilusionados se sentirían si se quedaran de último! Este tipo de rivalidad está escondido dentro de nosotros. Cuando esta rivalidad se presenta, no tenemos comunión en el evangelio. Está bien que seamos celosos con respecto a ser los primeros en la escuela, pero no en cuanto a la predicación del evangelio. Al contrario, en la predicación del evangelio, debemos estar dispuestos a no ser nada. Los que predican a Cristo por envidia, por contienda y por rivalidad definitivamente no tienen comunión en el evangelio. No obstante, si no tenemos comunión, no podremos experimentar a Cristo.

Me siento muy contento de que los jóvenes sean tan fervientes para predicar el evangelio en las universidades. Pero ahora debo preguntarles si en la predicación del evangelio ellos están experimentando a Cristo. Pues ello dependerá de si tienen o no comunión en el evangelio. No es nada sencillo tener esta comunión, pues esto exige que nos neguemos a nosotros mismos, así como también a nuestra ambición, reputación o posición. Esto verdaderamente nos mata. La comunión en el evangelio aniquila el yo, la carne y el hombre natural. También pone fin a nuestra ambición, deseos personales, preferencias y gustos. Es por esta razón que la comunión en la predicación del evangelio nos lleva a experimentar a Cristo. Por consiguiente, en las palabras del apóstol Pablo en Filipenses, experimentamos a Cristo primeramente en la comunión en el evangelio.

(Experiencia que tenemos de Cristo, La, capítulo 2, por Witness Lee)