APRENDER A CÓMO CONDUCIRSE DEBIDAMENTE,
CÓMO HACER LAS COSAS Y CÓMO LABORAR
En cuarto lugar, ustedes deben aprender a cómo conducirse, cómo hacer las cosas y cómo laborar. Este punto lo abarca todo. Hace treinta años celebré un entrenamiento aquí y en esa ocasión dije: “Si ustedes no saben cómo deben conducirse, entonces no sabrán cómo hacer las cosas, y si no saben cómo hacer las cosas, no sabrán cómo laborar”. A esto les llamo los “tres cómos”. En tal ocasión también les mencioné los treinta puntos relacionados con el entrenamiento de nuestro carácter. En este mensaje no les daré una explicación de estos puntos uno por uno, sino que les compartiré de ellos brevemente.
Todo aquel que ama al Señor y le sirve, aun cuando no rinda un servicio de tiempo completo, deberá ser perfeccionado en toda su persona, incluyendo las áreas con respecto a lo apropiado de nuestro atuendo y peinado y si nuestros zapatos están lustrados. En 1953 tuve que emplear cierta cantidad de madera para la construcción de la casa donde vivían los obreros, que está situada frente del salón de reunión. Externamente tenía una fachada sencilla y ordinaria, pero por dentro todo estaba bien ordenado. Durante el entrenamiento yo iba a veces, sin que nadie se diera cuenta, a inspeccionar la vivienda de los obreros para ver cuán limpio habían dejado las mesas, si las camas estaban bien arregladas, si los zapatos estaban bien alineados debajo de las camas y si las ropas estaban colgadas en el armario. Es una lástima que más tarde los colaboradores no siguieron implementado dichas prácticas de forma cabal.
Si bien el mormonismo es una herejía, los mormones son personas que se conducen mejor y son más pulcras que los cristianos. Una vez que los jóvenes de entre los mormones alcanzan cierta edad, ellos tienen que prestar dos años de servicio eclesiástico. Durante el tiempo de dicho servicio, la cabellera de los muchachos debe lucir apropiadamente; no debe ser muy larga. El aspecto de las muchachas tiene que ser aún más apropiado y digno. Tienen un horario muy ocupado. Además, no consumen bebidas alcohólicas; no toman té ni café, ni tampoco fuman. Su práctica ha tenido mucho éxito debido a su conducta. Pablo dijo a Timoteo: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé modelo para los creyentes en palabra, conducta, amor, fe y pureza” (1 Ti. 4:12). La conducta que se menciona aquí abarca este asunto de que nuestro atavío y arreglo personal deben ser pulcros, apropiados y dignos.
No me agrada ver que mis colaboradores y los que sirven a tiempo completo se vistan de forma desaliñada. En Shanghái a esta clase de gente se les llama “vagabundos”. Hay algunos que llevan medio año sin lustrar sus zapatos, por lo que sus zapatos negros se han vuelto grises. Si alguien así estuviera delante de mí y dijese algo, inmediatamente dudaría del cincuenta por ciento de sus palabras, sin importar lo que dijese. No tendría ninguna confianza en él. Un día di un mensaje acerca de nuestro atavío, y un hermano de inmediato testificó que lo que yo decía era totalmente correcto. Él dijo que su padre era el jefe de una empresa y que, cuando él entrevistaba a las personas para contratarlas, se fijaba en los zapatos que llevaban los solicitantes. Ustedes tienen que aprender todas estas cosas.
No sólo debemos vestirnos con propiedad y esmero, sino que nuestras casas también deben estar limpias y ordenadas por fuera y por dentro. En este aspecto nosotros los chinos somos muy descuidados. Los japoneses limpian sus casas todos los días. Ellos limpian sus tatamis cada día. Se esmeran especialmente en limpiar las cuatro esquinas de sus recámaras y en lavar la entrada principal de la casa. Los alemanes no solamente limpian todos los escalones que dan al porche, sino que también los restriegan con jabón. Sería un gran hazaña si una familia china limpiara su casa una vez por semana. Si ustedes fuesen a examinar nuestro salón de reunión, verán que su condición es totalmente inapropiada. Está lleno de polvo por todos los lados, y sin embargo no sentimos nada al respecto. El Señor nos ha encomendado tantas cosas; ¿cómo entonces podemos permitir que nuestro salón de reunión esté en una condición tan deplorable? Esto es muy desagradable a los ojos de los incrédulos. Realmente es una vergüenza.
A menudo también la manera como se visten es indecoroso. Algunos hermanos se visten como vagabundos. Si se ponen de pie para hablar, vestidos como vagos, ¿quién les va escuchar? Por el momento no tengo tiempo para entrenarles en esta área, pero si yo mismo condujese el entrenamiento, lo primero que haría sería cambiarlos de pies a cabeza. No les estoy pidiendo que compren ropas costosas; más bien, quiero que se vistan de manera decorosa, apropiada, con pulcritud y elegancia. Deben admitir que si los empleados de los bancos se vistieran como ustedes, ellos se quedarían sin trabajo. También deben admitir que la iglesia es una entidad mucho más elevada que un banco. La obra que nosotros llevamos a cabo tiene mucho más valor que la labor de un banco. Sin embargo, por la forma en que ustedes se arreglan hoy, nadie les contrataría; aun si solicitaran un puesto de trabajo en un banco.
Debido a esto, reiteradas veces les he dicho a ustedes los jóvenes que no adopten esta dejadez que se encuentra entre nosotros. No me gustaría verles en tal condición, haciendo las cosas a medias sin mucho entusiasmo, viniendo tarde a las reuniones y tomando sus asientos de forma desordenada. A medida que aprendemos a servir al Señor, debemos conducirnos con propiedad, incluso en la manera en que entramos a una reunión. No se olviden que estamos realizando una gran empresa para el Rey del reino celestial y que lo estamos representando a Él en la tierra. Claro, no debemos adoptar métodos mundanos. Sin embargo, tenemos que representar al Señor de una manera apropiada.
En cierta ocasión asistí a una reunión de grupo pequeño, y una hermana me dijo que había sido muy impresionada al ver en tal reunión a una hermana anciana llena de gracia y elegancia. Según mi opinión, aquella hermana anciana era muy ordinaria; no había nada especial en ella. Sin embargo, cuando los santos la veían, miraban en ella cierta clase de expresión. Esto muestra que los santos observan la manera en que nosotros, los que servimos al Señor, nos vestimos y ataviamos y como hablamos y nos conducimos. Algunos de ustedes actúan de una manera muy ligera. Cuando hablan, mueven los brazos y arrastran los pies; y cuando algo les entusiasma, se dan de empellones o empujones el uno al otro como si fuesen niños de la escuela primaria. ¿Cómo pueden ustedes servir al Señor si se comportan de esta manera?
Por consiguiente, ustedes también tienen que aprender a hablar apropiadamente. No deben hablar en voz alta o en voz baja según les plazca. Si usted nos sugiere que cantemos un himno en la reunión, debe proyectar la voz de tal manera que sea audible y clara, asegurándose que los demás puedan oírle. Si no aprende a hablar con el volumen, la cadencia y la expresión apropiados, entonces su predicación de la palabra resultará insoportable a los oídos de los oyentes. Ustedes también tienen que aprender cómo conducirse y cómo comportarse debidamente. No deben pensar que su comportamiento no tiene relevancia debido a que recientemente han ingresado al Entrenamiento de Tiempo Completo, y todavía no son alguien importante. Ustedes no son simplemente entrenandos; sino que también son los que van a enseñarle la verdad a las personas. Si no han sido apropiadamente formados ¿cómo pueden ganar el respeto de la gente? Tienen que cuidar de estos detalles pequeños y finos cuando le prestan atención a su formación.
Consideren, por ejemplo, el cuidado de su atuendo. Algunos de ustedes son muy peculiares en su forma de vestirse. Llevan zapatos negros con calcetines azules y pantalones de color marrón con corbata roja, los cuales no combinan en lo absoluto, son un contraste tan discordante como el cielo y la tierra. Si se ponen de pie delante de la gente y le ven vestidos así de esta manera tan peculiar, ¿cómo esperan que ellos reciban vuestra exhortación y enseñanza? Ustedes compran sus atuendos con su propio dinero; por tanto, deben considerar cuidadosamente las prendas que van a comprar. Hay un proverbio chino que dice: “Podemos saber como algo se desarrollará por su pequeño comienzo”. El carácter de una persona se forma poco a poco, tal como una casa se construye colocando un pequeño ladrillo encima de otro. Si en la formación de su carácter ustedes no prestan atención a estas cosas pequeñas, esto es como edificar una casa usando ladrillos de diferentes tamaños y colores. Claro, una casa construida así no será nada bonita ni sólida. ¿Quién querrá mudarse allí?
Ya les había pedido antes, que leyeran y estudiaran cabalmente las Epístolas de 1 y 2 de Timoteo y Tito. Ahora quisiera preguntarles si encontraron en estos tres libros todos los puntos cruciales relacionados con las palabras huir y evitar. Si estudian cuidadosamente estos puntos, adquirirán cierto entendimiento en cuanto a la formación del carácter humano. Filipenses 4:8 nos dice: “Todo lo honorable [...] todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si alguna alabanza, a esto estad atentos”. ¿La manera como uno se viste y atavía causa que otros sientan que usted es una persona honorable? ¿Y que ellos alaben? Esto no quiere decir que deben prestar atención únicamente a un solo aspecto de su carácter, sino que deben también prestar atención a todos y cada uno de los aspectos relacionados con su carácter. Si no consideran y no atienden todas estas cosas, entonces ustedes no tendrán manera alguna de cultivar un carácter apropiado.
Además de cultivar un buen carácter en lo que concierne a la manera de conducirse y de hacer las cosas, ustedes también tienen que aprender a llevar a cabo la obra del Señor. Al laborar para el Señor, es imprescindible que aprendan algunas cosas en particular. En primer lugar, deben aprender a contactar a las personas; en segundo lugar, deben aprender a ministrar la Palabra; y tercero, deben aprender a visitar a las personas ya sea en las casas o en los recintos universitarios. Si aprenden bien estas cosas, ustedes serán muy útiles en el recobro del Señor.
(
Vasos útiles para el Señor, capítulo 3, por Witness Lee)