Vasos útiles para el Señor, por Witness Lee

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CAMBIAR RADICALMENTE NUESTRO CARÁCTER

Les comparto estas cosas para estimularles a fin de que dejen de pensar en obtener ayuda de los seminarios teológicos. Tales seminarios solamente les enseñarán a ser hombres de mediocre capacidad. Si quieren ser hombres de mediocre capacidad, entonces pueden ingresar a un seminario y recibir sus enseñanzas. En el entrenamiento se les provee un entorno ideal en el cual pueden aprender. Incluso si a la larga obtienen un trabajo secular y no sirven a tiempo completo, el aprendizaje y la influencia a la cual se someten durante estos dos años serán de gran beneficio a todos ustedes. Lo que más lamento es la condición deplorable en que nos hallamos nosotros, los de habla china, quienes hemos entrado en la iglesia. No estoy diciendo que la iglesia no sea buena. La iglesia es buena, pero la condición del hombre no es buena. Ustedes han introducido todas las cosas malas de la cultura china a la iglesia, tales como su carácter descuidado, la falta de vitalidad, el desorden en las reuniones y la falta de orden y pulcritud que caracteriza a los salones de reunión. He estado gimiendo incesantemente sobre esta situación. Simplemente no puedo concebir que los ancianos y los colaboradores hayan conducido a las iglesias a tal deplorable situación. No nos hemos mantenido al día.

No les estoy incitando a que se rebelen y anulen todo lo que han hecho los colaboradores en el pasado y los menosprecien. Alabado sea el Señor por la contribución que ellos han aportado. Sin embargo, el carácter de los colaboradores es indeseable. En este respecto ustedes no deberían aprender de ellos. En Taiwán se destacó un gran empresario cuyo éxito era simplemente el producto de su arduo trabajo; él dijo: “Todos dicen que la economía del Japón es excelente, entonces ¿por qué no estamos dispuestos a aprender de los japoneses?”. Este empresario estaba en lo correcto. Nosotros debiéramos aprender a tener el espíritu de los japoneses. Con respecto a la obra de publicación, Japón ocupa el mejor lugar, los Estados Unidos tiene el segundo lugar y Taiwán está en tercer lugar. El taller de imprenta de la librería en Japón ocupa un cuarto pequeño de dimensiones cuadradas, ubicado directamente en el piso de arriba del salón de reunión, y es mucho más pequeño que el taller de imprenta en Taiwán; sin embargo, las publicaciones producidas en Taiwán no pueden compararse con el estándar de las publicaciones impresas por los santos japoneses.

Como otro ejemplo, consideren los entrenamientos que se llevan a cabo por video. La iglesia en Tokio se sujeta estrictamente a todas las normas del entrenamiento de video; pero las iglesias en Taiwán violan muchas de ellas. Se espera que cada localidad mantenga un registro de asistencia y envíe un reporte a la estación del ministerio. La iglesia en Tokio fue la única que mandó un informe nítido y legible, pero el que envió la iglesia en Taiwán fue totalmente confuso. No sólo esto; con el propósito de transmitir cierto sentido de responsabilidad a los que asisten al entrenamiento y para elevar el estándar del entrenamiento se requiere que se cobre un donativo a los asistentes. De nuevo, la iglesia en Tokio realizó un trabajo impecable al respecto; el informe de sus cuentas estaba muy claro y sin errores. Los informes más desorganizados fueron los de Taiwán.

Cuando hagamos las cosas con seriedad, obtendremos buenos resultados y lograremos progresar. La tendencia social, las tradiciones y los hábitos innatos del pueblo chino, todos los cuales los llevamos en la sangre, son completamente lo opuesto. Por tanto, al aprender a realizar la obra del Señor, lo primero que ustedes tienen que hacer es tener un cambio radical en su carácter. Deben cambiar por completo ese carácter chino que llevan en sus venas. Si durante estos dos años aprenden a hacer esto, entonces serán los mejores en todo lo que hagan, aun si tomarán un trabajo secular. Sin embargo, si ustedes rehúsan cambiar su carácter, entonces, no importa a qué se dediquen, no serán útiles en nada.

(Vasos útiles para el Señor, capítulo 4, por Witness Lee)