CÓMO AYUDAR A LAS PERSONAS A SER SALVAS
Ahora llegamos a un asunto sumamente importante: cómo ayudar a las personas a ser salvas. Si bien no podemos salvar a las personas, sí podemos ayudarlas a ser salvas. Únicamente el Señor mismo puede salvarlas; no obstante, nosotros podemos ayudarlas a que reciban al Señor, a que acepten al Señor, y acepten Su salvación. Sobra decir que debemos sentir un verdadero amor y preocupación por los pecadores, pues si no amamos a los pecadores ni sentimos ninguna preocupación por ellos, nuestra obra habrá llegado a su fin. Supongamos, pues, que en efecto sentimos este amor y preocupación por los pecadores, que oramos por ellos y ejercitamos nuestra fe para participar del poder de lo alto, sin depender de nuestros sentimientos. Entonces, debemos aprender algunas técnicas con respecto a cómo ayudar a las personas.
Llevar a las personas a que oren
en vez de ceder a la tentación de ayudarlas
a entender todo con claridad
En primer lugar, no debemos extendernos mucho cuando hablemos a los pecadores, los incrédulos. Debemos conversar brevemente con ellos. Además, tampoco debemos procurar que ellos entiendan todo con absoluta claridad. Muchas veces, cuanto más claramente la gente entiende las cosas, menos se muestra dispuesta a creer. Muchas veces nos sentimos tentados a pensar que si podemos hacer que alguien entienda todo claramente, sin duda alguna creerá. Pero, más bien, cuanto más tratamos de ayudarlo, menos va a creer. Debemos recordar este principio: no debemos procurar que la gente entienda todo con claridad. Si tratamos de hacer que la gente entienda todo, estaremos haciendo la obra de Satanás, tal como lo hizo en el huerto de Edén cuando, refiriéndose al árbol del conocimiento, dijo: “El día que comáis de él serán abiertos vuestros ojos” (Gn. 3:5). Él le dijo a Eva que ella entendería todo claramente y conocería muchas cosas. Inmediatamente después de que Eva tomó de ese fruto, sus ojos fueron completamente abiertos. Antes de esto, Adán y Eva no entendían claramente que estaban desnudos, pero después que comieron del fruto y sus ojos fueron abiertos, ellos comprendieron que estaban desnudos, y entonces vinieron los problemas. No piensen que si logramos que las personas entiendan todo con claridad, ellas creerán. Al contrario, todo el que es salvo es una persona que no entiende las cosas con claridad. Creemos de una manera “necia”.
Algunos podrían preguntar: “¿Cómo la gente puede creer si no entiende las cosas con claridad?”. Éste es un secreto. Ellos sencillamente tienen que creer. Cuando el Señor le muestra Su favor a alguien, él se ve obligado a creer, ya sea que entienda bien las cosas o no. Muchas veces no entendemos bien las cosas, y aun así decimos: “No sé por qué, pero tengo que creer”. Tal vez las personas digan que esto es superstición; pero aun si es así, prefiero ser “supersticioso”, y cuanto más lo sea, mejor. Cuando era joven, mis amigos y muchas otras personas vinieron a decirme que era un necio. Sin embargo, yo les decía: “Me gusta ser necio; cuanto más necio sea, mejor. No soy capaz de explicarles qué es, pero ciertamente hay algo dentro de mí”. Por lo tanto, no caigan en la tentación de aclarar las dudas de las personas, ni siquiera lo traten. Sencillamente hablen brevemente con ellas. Después de que hablen con ellas, de inmediato pídanles que oren con usted. Orar es semejante a “cerrar el trato”. Un buen vendedor nunca habla demasiado; pues, si lo hace, perderá el contrato. Por consiguiente, simplemente pídanles que oren.
Ayudar a las personas a que sepan
que Jesús es el Espíritu viviente
Después de ayudar a las personas a orar, debemos ayudarlas en otras áreas; de lo contrario, no serán salvas de una manera apropiada. Primero, debemos ayudarlas a que sepan que creer en Jesús es recibirle como el Espíritu viviente. Debemos recalcar mucho este asunto. Debemos decirles que Jesús hoy en día está en el Espíritu y que, de hecho, Él es el Espíritu viviente, real y verdadero. Es por ello que podemos abrir nuestro corazón y nuestro espíritu, es decir, podemos abrir todo nuestro ser para recibirlo a Él. Tenemos que recalcar este asunto una y otra vez. De este modo, las personas que sean salvas serán cristianos vivientes; pues, de lo contrario, únicamente serán personas religiosas, y no cristianos vivientes, y únicamente tendremos unos cuantos miembros religiosos. Por esta razón, debemos leerles algunos versículos que muestren que Cristo es nuestra vida y que Él vive en nosotros. Debemos ayudarles a que conozcan esto. No debemos pensar que hay que esperar a que ellos tengan mucho tiempo de ser salvos para decirles que Cristo es vida. No, más bien, debemos decirles esto desde el primer día. Yo fui salvo de esta manera. Cuando fui salvo, incluso me dijeron que había sido crucificado con Cristo. Yo comprendí en ese entonces que estaba acabado; que había muerto con Cristo y que ya había sido sepultado. Ahora ya no vivo yo, mas Cristo vive en mí. De este modo, escuché el evangelio completo.
No debemos pensar que esto es demasiado profundo. Tal vez sea demasiado profundo para algunos de los que están en el cristianismo, pero no es demasiado profundo para los pecadores. Les animo a que lo intenten. No prediquen el evangelio de la manera vieja; no digan: “Oh, esto es demasiado profundo. En unos seis meses podemos dejar que el hermano Lee sea quien les ministre sobre cómo Cristo es vida para los creyentes”. No, no está bien decir esto. En el Evangelio de Juan se encuentran muchas cosas que son profundas, pero a este libro aún se le llama evangelio. También se le llama evangelio a todo el libro de Romanos. El primer capítulo de Romanos nos dice que el contenido de todo el libro es el evangelio (vs. 1, 9, 15-16, cfr. 16:25). Incluso debemos aprender a predicar el evangelio de Romanos 12, y decirles a las personas que ellas tienen que ser miembros del Cuerpo de Cristo. Debemos decirles a las personas de una manera clara y detallada que Cristo es el Espíritu viviente hoy, y que Él está esperando que el hombre lo reciba como vida. Este asunto debe ser enfatizado.
(
Predicar el evangelio en el principio de la vida, capítulo 2, por Witness Lee)