Predicar el evangelio en el principio de la vida, por Witness Lee

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TENER UN TESTIMONIO DE VIDA

En segundo lugar, además de orar y predicar el evangelio, debemos tener un testimonio de vida. Sin un testimonio de vida, nuestra predicación y oración no prevalecerán. Una persona estuvo predicando el evangelio a sus colegas por más de diez años. Día a día predicaba sin ver ningún resultado. Esto se debía a que él no tenía un testimonio de vida. Por un lado, él repartía tratados y predicaba el evangelio, pero por otro, discutía con la gente y se enojaba fácilmente. Esto arruinaba y estorbaba su predicación. Es necesario que haya un testimonio de vida. Tenemos que caer en la tierra y morir por causa de Jesús, y tenemos que ser resucitados. Entonces tendremos un testimonio que se exhibirá en nuestra vida diaria.

El testimonio de un humilde empleado

Nunca podré olvidarme de cierto hermano que estudió ingeniería en este país. Después de graduarse regresó a China, y cuando lo conocí, él era jefe de uno de los departamentos de nuestra universidad. Me sorprendió mucho que una persona tan educada y de un rango tan elevado pudiera ser salva. Así que me contó su historia, la cual era muy inspiradora. Durante varios años cierto hermano era subalterno suyo en el gobierno. Este hermano tenía una posición muy baja. En China, especialmente en la antigüedad, la gente que tenía puestos más altos menospreciaba a los que tenían puestos bajos como éstos. Consideraban que tales personas no eran iguales a ellos y ni siquiera les dirigían la palabra. Sin embargo, este hermano, que era un humilde e insignificante empleado en ese departamento, hizo todo lo posible por contactar al jefe de su departamento y hablarle acerca del Señor Jesús. El jefe pensaba que como había estudiado en los Estados Unidos, sabía todo lo relacionado con el cristianismo, y por tanto, que no lo necesitaba. Parecía que el humilde hermano no podía hacer nada; no obstante, cada mañana él llegaba temprano a la oficina y dejaba un tratado sobre el escritorio del jefe de su departamento. Así, cuando este hombre entraba a su oficina, veía el tratado sobre su escritorio. Esto se repitió cada día sin falta por varios años.

Este hombre no se sentía contento con el hermano, pero tampoco lo podía echar del trabajo. Finalmente, después de tres o cinco años, el hombre habló con su esposa, quien también había estudiado en los Estados Unidos. Le dijo: “Vamos a la casa de ese pobre hombre para ver qué son y qué están haciendo”. El hecho de que hubiera pensado esto ciertamente tuvo que haber sido la respuesta del Señor a la oración. Así que la pareja fue a visitar al hermano. Entraron a su casa y estuvieron allí por un buen rato. El testimonio se podía ver allí. Ellos observaron la vida familiar y se quedaron asombrados. Más tarde, al regresar a casa, conversaron al respecto. El hombre dijo: “Nosotros dos somos personas de una alta educación. Tú estudiaste economía doméstica, pero cuán lamentable es la condición de nuestro hogar. Estas personas son de una clase más baja; no han recibido tanta educación como nosotros, pero ¡cuán maravillosa es la vida familiar que llevan!”. Éste fue el testimonio de aquel hermano.

Esta pareja visitó nuevamente al hermano pobre y a su esposa, y les preguntaron cómo podían tener una vida familiar tan hermosa. La respuesta del hermano fue que simplemente tenían a Jesús. En ese momento el Espíritu Santo los convenció. Esta pareja de una educación y posición tan elevada, se arrodilló, oró y aceptó al Señor, y así fueron salvos. No mucho después, yo fui invitado a la ciudad de donde ellos eran y me hospedé en su casa. Ellos amaban al Señor de verdad. Habían sido salvos por medio de la predicación que es según el principio de la vida. Aquello no fue simplemente la predicación del evangelio, sino la impartición de la vida, la impartición de Cristo. Éste es el aumento de Cristo.

También me invitaron a la casa del primer hermano. Él, con lágrimas en los ojos, me contó el testimonio de cuánto sufrió a causa de aquella pareja. Fue menospreciado, desdeñado, maltratado, debido a que su jefe tenía una posición más alta. Puesto que el jefe del departamento no estaba contento con este humilde hermano, hizo muchas cosas para perseguirlo, y este hermano estuvo sufriendo durante todo ese tiempo. A pesar de ello, siempre que veía a este funcionario de tan alto rango, le sonreía humildemente. No importa cómo lo trataran, él se mostraba contento y dejaba un tratado sobre el escritorio de su jefe, lo cual estuvo haciendo por varios años, aun cuando todos esos tratados, sin excepción alguna, iban a parar a la basura. He escuchado muchas historias como ésta.

(Predicar el evangelio en el principio de la vida, capítulo 13, por Witness Lee)