Predicar el evangelio en el principio de la vida, por Witness Lee

Más extractos de este título...

UN ARREPENTIMIENTO CABAL PARA CON DIOS

Lo primero que debemos poner en práctica es tener un arrepentimiento cabal para con Dios. El arrepentimiento es el primer paso que damos cuando realmente hemos creído, es la fe prevaleciente en Cristo. Si no experimentamos un verdadero arrepentimiento, eso significa que nuestra acción de creer no es muy real. A fin de creer de una manera verdadera, es decir, a fin de tener una verdadera fe en Cristo, debemos experimentar un arrepentimiento verdadero y cabal. Según las Escrituras el orden es arrepentirnos y luego creer. El arrepentimiento debe preceder a la fe. Hechos 20:21 dice: “Testificando solemnemente a judíos y a griegos acerca del arrepentimiento para con Dios, y de la fe en nuestro Señor Jesús”. El arrepentimiento es para con Dios y la fe es en el Señor Jesús. El arrepentimiento para con Dios y la fe viva en el Señor Jesús son el testimonio del apóstol Pablo.

La palabra griega traducida “arrepentimiento” significa cambiar el modo de pensar o cambiar de parecer. El arrepentimiento es un giro que nosotros damos. Tenemos que voltearnos, porque nos hemos alejado de Dios y nos hemos extraviado de Él. Dios está en un determinado lugar, y todo nuestro ser y vivir están orientados en la dirección opuesta. No estamos a favor de Dios sino en contra de Él. Todo nuestro vivir incluye primeramente nuestra mentalidad, nuestra mente. La manera en que pensamos no es hacia Dios, sino por el contrario, nos aleja de Él. Esto se aplica también a nuestro comportamiento, a nuestra conducta y a nuestra vida familiar. De igual manera se aplica a nuestra educación, a nuestros negocios y a nuestras amistades. Incluso nuestro modo de vestir y la manera en que manejamos nuestro auto no agrada a Dios, sino que lo ofende; aun en esto estamos alejados de Dios. En casi todos los aspectos de nuestra vida humana estamos lejos de Dios; no estamos a favor de Dios sino en contra de Dios.

El evangelio de Dios exige que nos arrepintamos, es decir, que demos un giro. Esto no significa simplemente dar un giro a la izquierda o a la derecha, sino dar “vuelta en U”, es decir, dar un giro de 180º. Tenemos que volvernos a Dios. No debemos darle la espalda a Dios, sino volvernos a Él y estar frente a Él cara a cara. Mientras que Dios tiene cierta dirección, nuestro vivir y nuestro andar están orientados en la dirección opuesta. Todo lo que tiene que ver con nosotros está orientado en la dirección equivocada; es por eso que cuanto más vivimos, más nos alejamos de Dios y más nos extraviamos de Él. Ahora Dios exige que nos arrepintamos. Esto significa que tenemos que volvernos a Dios. En esto consiste el arrepentimiento para con Dios.

Todo lo relacionado con nosotros tiene que volverse a Dios: nuestros estudios, nuestra educación, nuestra vida matrimonial, nuestra vida familiar, la relación que tenemos con nuestros amigos y con nuestros familiares, la manera en que gastamos el dinero, la manera en que nos vestimos, la manera en que pensamos y tomamos nuestras decisiones, nuestros motivos e intenciones y todo lo demás. Todo lo que tiene que ver con nosotros, tanto internamente como externamente, debe volverse a Dios. Éste es el verdadero significado del arrepentimiento. Debemos experimentar un cambio completo en nuestra vida, es decir, dar un giro de 180º en todo lo relacionado con nuestra vida. Al predicar el evangelio, todos tenemos que aprender la lección de ayudar a las personas a dar esta “vuelta en U”.

Cuanto nos arrepintamos dependerá del giro que hayamos dado. Algunos cristianos ciertamente experimentan cierto arrepentimiento, pero sólo se vuelven un poco, es decir, sólo experimentan un pequeño cambio. Tal vez un hermano experimente cierto cambio, pero ¿en qué medida lo experimenta? ¿Ha dado un giro de 45º, de 90º o de 180º? Algunos dan un giro completo de 360º, es decir, terminan igual que como estaban antes. Por lo tanto, debemos dar un giro de 180º, dar una verdadera vuelta en U, y regresar a Dios. La medida en que podamos ayudar a otros dependerá de cuánto nos hayamos vuelto nosotros mismos, es decir, de cuánto nosotros nos hayamos arrepentido. No debemos quejarnos si los nuevos convertidos no son fuertes en la vida espiritual. Tenemos que criticarnos primero a nosotros mismos. Es difícil que padres que son débiles produzcan hijos fuertes. La salud de los niños depende en gran medida de la salud de los padres. En lo que a la predicación del evangelio se refiere, todos tenemos que aprender y todos tenemos que ser quebrantados.

Adoro al Señor en estos días porque me doy cuenta de que los hermanos y las hermanas no sólo están realizando la labor de predicar el evangelio, sino que además están siendo disciplinados por el Señor y están aprendiendo las lecciones correspondientes. Si un hermano discute con alguien, ¿podría después de ello salir a predicar el evangelio? Si un hermano miente a alguien durante el día, ¿podría predicar el evangelio por la noche? Su poder habría desaparecido, y su boca estaría cerrada por de las mentiras que dijo. Su conciencia lo sabe, y el espíritu maligno también lo sabe. Por lo tanto, al abrir su boca para dar testimonio de Jesús, el enemigo le dirá: “Tú eres un mentiroso”, y su boca se cerrará. A fin de predicar el evangelio, tenemos que confesar nuestros pecados. Tenemos que tomar medidas con respecto a las mentiras que hayamos dicho, y el Señor tiene que disciplinarnos específicamente en este asunto. Entonces nuestra conciencia estará limpia, sentiremos la libertad, y tendremos el denuedo de decir algo por Cristo.

Si hemos de predicar el evangelio es necesario que seamos disciplinados por el Señor. Es fácil ser usados por el Señor para hablar una palabra de edificación, pero no es fácil predicar el evangelio. Si hemos de predicar el evangelio, tenemos que ser disciplinados por el Señor. ¿Cómo podemos ayudar a alguien a arrepentirse, a dar un giro de 180º si nosotros mismos no damos un giro en esta dirección? Es imposible que les pidamos a otros que den un giro de 180º cuando nosotros sólo hemos dado un giro de 45º. Si nosotros no nos hemos vuelto a tal grado, ¿cómo podemos ayudar a otros a arrepentirse? Sin embargo, si no podemos ayudar a las personas a dar un giro de 180º, de modo que se vuelvan a Dios, nuestra predicación del evangelio será muy deficiente. Por consiguiente, tenemos que ayudar a las personas a que experimenten un arrepentimiento pleno y cabal para con Dios.

Muchas personas se han arrepentido, diciendo: “Señor, de hoy en adelante mis pensamientos se vuelven a Ti. Me vuelvo a Ti en cuanto a mi vida familiar, así como en cuanto a mis negocios, mi trabajo, mi educación, mis amistades e incluso en cuanto a mi manera de manejar. Con respecto a todo lo que tengo, todo lo que hago, todo lo que puedo hacer y todo lo que soy, me vuelvo a Ti”. Si usted es una persona que ha creído en Cristo, tiene que hacer esto. De lo contrario, delante de Dios, algo sucio o pecaminoso aún permanecerá en usted, lo cual envenenará su vida cristiana. Por consiguiente, usted tiene que dar fin a lo que ha sido, a lo que ha estado haciendo y a la manera en que ha estado viviendo. En esto consiste el arrepentimiento cabal y verdadero.

Esta clase de arrepentimiento es como ser desarraigado, lo saca a usted de este mundo pecaminoso. Nuestra vida y nuestro vivir han estado muy arraigados a este mundo pecaminoso. Ahora tenemos que desarraigar nuestro vivir de este mundo. El verdadero arrepentimiento consiste en ser desarraigados de esta tierra, de este mundo pecaminoso. Necesitamos experimentar tal arrepentimiento para con Dios y necesitamos ayudar a otros a que comprendan tal arrepentimiento.

(Predicar el evangelio en el principio de la vida, capítulo 7, por Witness Lee)