Predicar el evangelio en el principio de la vida, por Witness Lee

Más extractos de este título...

LA PREDICACIÓN GENUINA DEL EVANGELIO ES UNA COMUNIÓN

Hay un buen número de asuntos en estos versículos que siento la carga de pasarles a ustedes para que los pongan en práctica. En primer lugar, debemos aprender que la predicación del evangelio no debe ser llevada a cabo solamente por individuos; más bien, debe ser llevada a cabo por el Cuerpo. En el versículo 5 el apóstol Pablo usa la palabra comunión, refiriéndose a la comunión en el progreso del evangelio. Si esto dependiera solamente de individuos, no sería necesario hablar de comunión. El mover de la predicación del evangelio debe llevarse a cabo en comunión, por cuanto es un asunto del Cuerpo.

Juan 15 nos dice que todos los pámpanos llevan fruto (vs. 1-5). Un árbol no solamente tiene una rama, sino muchas y todas ellas llevan fruto al estar en comunión. Es por eso que más adelante en el mismo capítulo el Señor Jesús nos dice que tenemos que amarnos unos a otros (vs. 12, 17). Si nos amamos unos a otros, las personas del mundo verán que somos discípulos de Cristo (13:34-35). Si predicamos a Cristo pero no tenemos comunión ni nos amamos unos a otros, nuestro fruto será muy limitado; es decir, no seremos muy fructíferos. Por lo tanto, si deseamos ser fructíferos, tenemos que amarnos unos a otros. Éste es el testimonio más fuerte que se les puede dar a los incrédulos.

En lo profundo de su ser todas las personas anhelan tener una vida y amor en una mutualidad verdadera. Éste deseo por mutualidad está en la naturaleza humana y es algo creado por Dios. Ningún ser humano realmente desea vivir solo. Sin embargo, debido al daño causado por el enemigo, no hay una verdadera mutualidad ni en la humanidad ni en la sociedad humana. No hay mutualidad en vida ni en amor ni en verdad ni en sinceridad. Pero, si nosotros, los hermanos cristianos, vivimos juntos en amor puro y con sinceridad, esto llegará a ser un testimonio muy convincente. Este amor puro y sincero que expresamos en nuestro vivir será la misma vida de Cristo. Dicho amor es Cristo mismo que se expresa por medio de nosotros. Si vivimos por Cristo, en Cristo, con Cristo y para Cristo, nos amaremos unos a otros, y este amor mutuo llegará a ser un testimonio muy convincente. Éste es el resultado de la vida interior y el poder para llevar fruto.

Si queremos ser prevalecientes y fructíferos en la predicación del evangelio, debemos prestar toda nuestra atención a la vida del Cuerpo. Cuanto más vivamos la vida del Cuerpo y cuanto más tengamos la realidad de la vida del Cuerpo, más fructíferos seremos. Tal vida será un testimonio muy convincente para nuestros familiares, amigos, compañeros de estudio y vecinos. Al ver ellos el amor mutuo que hay entre nosotros, como hermanos cristianos, esto los impresionará e influenciará. Esto entonces preparará el camino y abrirá las puertas para que el Espíritu Santo obre en sus corazones. Llevar la verdadera vida del Cuerpo nos ayudará a ser prevalecientes. Creo que precisamente ésta es la razón por la cual el apóstol Pablo usa la palabra comunión en Filipenses 1:5. Todos los pámpanos llevan fruto juntos, unos con otros. Ningún pámpano lleva fruto de forma individual.

Al predicar el evangelio, tenemos que aprender a conocer la vida del Cuerpo. Es mediante esta clase de predicación que seremos edificados más y más. Si sentimos carga por alguno de nuestros vecinos, le pediremos a algunos hermanos que nos ayuden a llevar a este vecino al Señor. Si tenemos carga por algún compañero de clases, le pediremos a otros a que nos ayuden a traer a este compañero al Señor. Así pues, no laboraremos nosotros solos, sino que invitaremos a los hermanos a que laboren junto con nosotros en coordinación. Les repito una vez más que si tenemos el espíritu de la vida del Cuerpo, las personas lo percibirán. Si entre nosotros hay amor, las personas que están a nuestro alrededor lo percibirán, y ese amor y vivir será un factor muy poderoso que convencerá a los incrédulos —a nuestros vecinos y amigos— para que abran su espíritu al Señor. Necesitamos la vida del Cuerpo, y la mejor forma de edificarnos juntos es que tengamos comunión para el progreso del evangelio.

Tal vez nos sea difícil traer a cierto familiar al Señor, pero podemos invitarlo a nuestra casa y esa misma noche invitar a tres o cuatro hermanos y hermanas. Entonces podremos laborar juntos para ganar a este familiar. Sin embargo, esto no debe ser meramente una actividad externa. Si no tenemos el amor mutuo ni tenemos la realidad de la vida del Cuerpo, aun cuando invitemos a tres o cuatro hermanos, lo único que ellos traerán será frialdad. No traerán algo cálido, ni habrá realidad. Pero si, por otro lado, estamos en la vida del Cuerpo y tenemos la realidad, nada podrá esconder dicha realidad. Cuando tres o cuatro hermanos y hermanas vengan a nuestra casa ejerceremos influencia sobre ellos; porque habrá algo allí que calentará a las personas. Ellas entonces percibirán que entre esos cristianos hay algo muy especial, algo muy atractivo. Debemos tener esta clase de amor.

Cuanto más sigamos adelante en la predicación del evangelio, más seremos conjuntamente edificados. Seremos completamente unidos y entrelazados unos con otros. Esto será un testimonio muy convincente, no sólo para los hombres, sino también para los principados y potestades en los cielos. Esto los avergonzará. Necesitamos aprender a predicar el evangelio en la comunión para el progreso del evangelio en la vida del Cuerpo. Esto también ha sido muy descuidado en el cristianismo actual. Muchos cristianos hoy en día creen que predicar el evangelio es algo individual. Algunos dirían: “Puesto que amo al Señor, predico el evangelio. Eso es suficiente”. Esta clase de predicación en cierta medida podrá prevalecer, pero la manera más prevaleciente y fructífera de laborar en el evangelio es al tener comunión para el progreso del evangelio, es decir, predicar el evangelio por medio de la vida del Cuerpo y en la vida del Cuerpo.

Todas las almas, los incrédulos, aún continúan usurpados por los principados y potestades en los cielos. Estas potestades no están dispuestos a soltar a nadie, y por lo tanto debemos pelear la batalla, pero no solos, de forma individual, sino guardando la comunión en la vida del Cuerpo. Lo que determinará cuán fructífera sea nuestra predicación será cuánto de la realidad del Cuerpo poseamos. Según el libro de Filipenses, la predicación genuina, fructífera y prevaleciente del evangelio es cierta clase de comunión. Tenemos que predicar en el Cuerpo. Si nos encontramos fuera del Cuerpo, no podremos pelear la batalla, debido a que estamos desarmados. Por lo tanto, necesitamos tener al Cuerpo. Inténtenlo; entonces comprobarán que es verdad.

(Predicar el evangelio en el principio de la vida, capítulo 9, por Witness Lee)