DEBEMOS PELEAR LA BATALLA AL OBSERVAR
A LOS INCRÉDULOS DURANTE LA REUNIÓN
También debemos aprender a observar a los incrédulos. Si vemos a cuatro incrédulos sentados juntos, tenemos que hacer un cambio y sentarnos con ellos para acompañarlos. En el transcurso de la reunión, podemos ayudarlos a orar, cantar y hablar. La obra de predicar el evangelio es verdaderamente una batalla. Cooperamos con la palabra que es ministrada al colaborar con el orador y al observar atentamente a los incrédulos. Hay un secreto en esto. Tal vez nos demos cuenta de que una persona se siente muy inspirada y motivada por la obra del Espíritu. Entonces podemos orar internamente, diciendo: “Señor, revélale el secreto para creer y ser salvo”. Si oramos de esta manera, muchas veces veremos que el rostro de la persona cambiará. En otras ocasiones, podemos percibir que una persona es muy obstinada y que sacude la cabeza, mostrando su desacuerdo. Entonces debemos orar silenciosamente en nuestro interior, diciendo: “Señor, ata al hombre fuerte; ata al rebelde”. Al orar, controlamos la situación. Es así como la iglesia predica el evangelio. Cada uno de los hermanos es como los músculos del cuerpo. No sólo la boca habla, sino que cada uno de los miembros ejerce su función. Entonces veremos el impacto. Es así como debemos sentarnos en el lugar apropiado para colaborar con la predicación.
Debemos ejercitar todo nuestro ser. En primer lugar, por supuesto, debemos ejercitar nuestro espíritu, y luego ejercitar nuestra alma, nuestro entendimiento, para leer a las personas. Si aprendemos a hacer esto, podremos incluso leer sus rostros, y por sus rostros podemos leer su corazón. No habrá necesidad de hablar con ellos después de la reunión para saber si fueron salvos o no, pues ya lo sabremos. De esta manera, debemos ayudar a los incrédulos, con nuestra oración, con los himnos y al observarlos.
(Predicar el evangelio en el principio de la vida, capítulo 4, por Witness Lee)