Predicar el evangelio en el principio de la vida, por Witness Lee

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PREDICAR EL EVANGELIO NO POR MEDIO DE MILAGROS, SINO MEDIANTE LA MUERTE Y LA RESURRECCIÓN DE CRISTO

Esto concuerda con el libro de Filipenses. En este libro podemos ver que la predicación del evangelio se encuentra en la experiencia de Cristo y es la experiencia misma que tenemos de Cristo. Cuando el apóstol Pablo predicaba el evangelio, se producían algunos milagros, pero con el tiempo él llegó a comprender que la predicación apropiada del evangelio no tiene que ver con los milagros sino con la vida. Si la predicación del evangelio fuera una cuestión de milagros, Pablo no habría sufrido el martirio. Sin embargo, el Señor no hizo nada milagroso para rescatar a Su apóstol. Él dejó a Su apóstol en la cárcel para que sufriera el martirio, y no hizo ningún milagro. Los incrédulos pudieron haberlo retado, con estas palabras: “¿Pablo, dónde está tu Jesús? Si Él fuera capaz, te salvaría. Parece que Él no es tan poderoso como nosotros. Nosotros te encarcelamos, y Él no puede hacer nada para salvarte”.

Incluso el propio Señor Jesús sufrió esta clase de provocación, pero Él no hizo nada para salvarse a Sí mismo. Debemos aprender esta lección. Cuanto más las personas nos digan que somos pobres, más tenemos que ser pobres. Cualquier clase de provocación proviene del enemigo, y nunca debemos aceptarla. La gente decía: “Si eres Hijo de Dios, ¡desciende de la cruz!” (Mt. 27:40). El Señor parecía responderles: “No. Para ustedes no habrá otra señal que la señal del profeta Jonás. Tengo que morir, y tengo que ser sepultado”. Nunca se dejen provocar. El Señor Jesús, quien era Dios mismo, jamás cedió a las provocaciones de los hombres. Cuanto más la gente lo provocaba, más guardaba silencio. Hoy el evangelio es prevaleciente por medio de la muerte y la resurrección. El Señor no hizo ningún milagro para rescatar al apóstol de la prisión, pero sí podemos ver una manifestación poderosa y prevaleciente de Cristo a través del apóstol. Él dijo: “Será magnificado Cristo en mi cuerpo, o por vida o por muerte. Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:20b-21a). En esto consiste la verdadera predicación del evangelio.

(Predicar el evangelio en el principio de la vida, capítulo 11, por Witness Lee)