COMUNION EN CUANTO A NUESTRA ORACION
CON EL EJERCICIO DE NUESTRO ESPIRITU
Y LA LIBERACION DEL ESPIRITU
Cuando asistamos a las reuniones, tenemos que orar siempre. Hemos mencionado que muchos de nosotros tenemos el mal hábito de explicar al orar. Tenemos que aprender a eliminar esto de nuestra oración. Cuando acudimos al Señor orando debemos pedir, rogar, suplicar e implorar, y no explicar. El Señor no necesita que le expliquemos las cosas. El lo sabe todo. Puede ser que usted diga: “Señor, Tú sabes que somos tan pobres”. Pero usted no necesita decir esto, porque el Señor ya lo sabe. Es mejor cambiar su manera de orar y decir: “Señor, ten compasión de mi pobreza”. Esta es una oración genuina. Decir: “Señor, Tú sabes que somos pobres” es una explicación. Convierta su oración, desde la primera palabra hasta la última, en una súplica.
Además, algunos de nosotros estamos acostumbrados a orar muy rápido. Debido a esto, otros no pueden entender nuestra oración. Tenemos que orar en una forma audible y clara para que otros nos puedan oír claramente. Entonces podrán decir “Amén” a nuestra oración. Es necesario aprender a orar sin describir y sin explicar, y también orar despacio y claramente para que otros nos puedan seguir.
Otro asunto importante es que no debemos orar según nuestra forma natural. Cuando oremos, tenemos que ejercitar nuestro espíritu al pronunciar cada palabra. Esto no necesariamente quiere decir que si gritamos, ejercitamos nuestro espíritu. Pero siempre que oremos, tenemos que ejercitar nuestro espíritu para que el Espíritu sea liberado.
Muchos de nosotros no hemos sido disciplinados en asuntos espirituales. Esta es la causa de la pobreza de la iglesia. En todos los Estados Unidos, es difícil encontrar un anciano que verdaderamente sepa ser anciano. Esto se debe a que nunca encontramos el tiempo para tener un entrenamiento en asuntos específicos. Necesitamos un entrenamiento específico para los grupos vitales.
Espero que abandonemos nuestros hábitos y pensamientos viejos. Debemos recordar dos cosas. Primero, cuando oremos, debemos pedir y suplicar, y no explicar. Segundo, cuando oremos, debemos orar por medio de nuestro espíritu y en nuestro espíritu. Pablo dice en Efesios 6:18 que debemos orar en todo tiempo en nuestro espíritu. Algunas traducciones tradujeron “espíritu” en este versículo con “E” mayúscula. Pero el espíritu aquí no es el Espíritu con “E” mayúscula, sino nuestro espíritu. Tenemos que orar en todo tiempo en espíritu, y estar atentos a este tipo de oración en nuestro espíritu. Si oramos sin estar en nuestro espíritu, tenemos que corregirnos. Cuando oremos, debemos orar desde nuestro espíritu. Dios es Espíritu, y los que le adoran deben adorarlo en espíritu (Jn. 4:24). Cuando acudamos al Señor, tenemos que ejercitar nuestro espíritu.
Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu a tal punto que aun cuando estemos callados nuestro espíritu esté ejercitado. Según Romanos 8, no sabemos orar como conviene, por lo tanto gemimos. En nuestro gemido, el Espíritu gime también, intercediendo por nosotros (vs. 23, 26). Gemir en esta forma con el ejercicio de nuestro espíritu es la mejor oración.
Conforme a la parábola del Señor en Mateo 13:33, el cristianismo ha sido completamente leudado. Hemos sido contaminados con esta levadura. El Señor Jesús nos dijo en Mateo 13 que El vino a sembrar la semilla de trigo y que luego vino el enemigo. Primero, el enemigo vino a devorar la semilla sembrada junto al camino. Luego parte de las semillas cayó en pedregales donde no había profundidad de tierra. Otra semilla fue sembrada entre los espinos. La cuarta categoría fue la semilla sembrada en la buena tierra que da el fruto apropiado. La semilla de trigo finalmente llega a ser la flor de harina, pero esta harina fue leudada.
En Mateo 13:33 el Señor dijo que las tres medidas de harina fueron leudadas. Esto quiere decir que la cristiandad leudó por completo y en una forma secreta todas las enseñanzas en cuanto a Cristo. Las verdades acerca del nombre de Jesús, del evangelio, de la salvación, de la regeneración, de la justificación y de la santificación han sido leudadas. Nosotros no hemos recibido estas verdades en una forma pura porque fueron leudadas. En Mateo 13:33 el Señor dijo que la mujer tomó levadura y la escondió en tres medidas de harina hasta que “todo quedó leudado”. Debemos darnos cuenta de que en el cristianismo todo ha sido leudado. Aun la forma de orar ha sido leudada. En nuestra oración tenemos que ser purificados y limpiados por completo.
Debemos aprender a ejercitar nuestro espíritu en todo lo que decimos y hacemos. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu cuando gritemos o cuando estemos callados. Tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu cuando hablemos en nuestra oración o cuando gimamos en nuestra oración. Nuestro espíritu debe ser ejercitado en todo. Esto requiere la práctica. Aun las personas que juegan al baloncesto tienen que practicar continuamente.
Después de asistir a algunas de las reuniones de grupo que hemos establecido, me di cuenta de que los santos necesitan ser educados de nuevo y librados de lo viejo. Ya es hora de aprender a dejar la manera vieja y las cosas viejas y liberar nuestro espíritu. Cuando oramos, no sólo estamos orando a Dios. En 1 Corintios 14 Pablo nos dice claramente que cuando oramos a Dios, oramos también para que otros entiendan (vs. 15-17). Otros escuchan nuestra oración, no sólo Dios, porque responden: “Amén”. Cuando asistamos a las reuniones de la iglesia, debemos ejercitar nuestro espíritu para así orar.
Además, todos los miembros de los grupos vitales deben esforzarse por asistir a la reunión de oración de la iglesia. En la década del sesenta, cuando estábamos en Elden Hall en Los Angeles, por lo menos del setenta al ochenta por ciento de los que asistían a la reunión del día del Señor asistían también a la reunión de oración. ¿Por qué en aquel tiempo logramos tener una asistencia tan alta a la reunión de oración, y ahora no? Quizá algunas de las madres busquen pretextos debido a sus niños, pero yo animo a las madres a que se junten y organicen el cuidado de los niños para que puedan asistir a las reuniones por turnos. Claro que sí, las madres necesitan cuidar de los niños, pero no deben justificarse diciendo que por esto no pueden asistir a la reunión de oración.
Tenemos que ocuparnos en el Señor y en Sus intereses más que de nuestras preocupaciones por nuestra familia (Lc. 14:26). Abraham es un ejemplo de esto. El Señor le pidió que saliera de Caldea y de entre sus familiares y que se fuera a la buena tierra. Pero Abraham salió de Caldea junto con su padre Taré y su sobrino Lot, y se detuvieron en Harán. Con el tiempo, Taré murió y Abraham entró en la buena tierra (Hch. 7:2-4). Cuando Dios le pidió a Abraham que saliera de ese país idólatra, éste no pudo dejar ni a su padre ni a su sobrino.
Lot, el sobrino de Abraham también llegó a ser un problema. Finalmente Lot se separó de Abraham y fue a parar en Sodoma, el lugar donde se estableció. Luego él fue capturado y Abraham tuvo que pelear en contra de sus captores para poder rescatarlo (Gn. 14:14-16). Más tarde, Sodoma fue destruida por Dios.
En Génesis 18, antes de destruir a Sodoma, Dios visitó a Abraham en forma de hombre. Abraham preparó agua para que El se lavara los pies, y junto con Abraham comió la cena preparada por Sara. El estuvo con Abraham de esta manera con el propósito de rescatar a Lot. En la vida de Abraham podemos ver que necesitamos cuidar en una manera apropiada a nuestros familiares, incluyendo a padres, hermanos, primos, sobrinos y niños. De no ser así, padeceremos algunos tratos.
Digo esto para animarlos a todos a asistir a las reuniones de oración de la iglesia. Propongo que cuatro madres se unan para cuidar a los niños y así puedan asistir a la reunión de oración por turnos. Cada mes una de las cuatro hermanas puede cuidar de los niños un martes por la noche. Entonces las otras hermanas están libres para asistir a la reunión de oración. Aun la iglesia puede considerar hacer algo para ayudar a las madres con la carga del cuidado de los niños. No debemos justificarnos fácilmente por no asistir a la reunión de oración. Debemos tener cuidado delante de Dios. Complacer a Dios al asistir a la reunión de oración es lo mejor. Espero que todos nosotros le prometamos al Señor que vamos a asistir a la reunión de oración de la iglesia.
Además, cuando asistamos a la reunión de oración, debemos esforzarnos por orar. Asistir a la reunión de oración y no orar no tiene sentido. Sugiero que cada uno de nosotros ore por lo menos tres veces en la reunión de oración. El Señor Jesús oró tres veces en Getsemaní (Mt. 26:44), y Pablo oró tres veces (2 Co. 12:8). Por lo tanto, tenemos que ir a la reunión de oración, tenemos que orar y debemos orar tres veces. Cuando oremos, tenemos que recordar que es necesario ejercitar nuestro espíritu para que el Espíritu Santo sea liberado.
Aun las hermanas que tocan el piano en las reuniones necesitan ejercitar su espíritu al tocar el piano. Su forma de tocar el piano puede sonar como alguien que está enfermo, soñoliento o inactivo. Usted tiene que tocar el piano en una forma viviente ejercitando su espíritu. Cuando usted toque el piano, todo su ser, todos sus músculos y todas sus células deben coordinar para así liberar su espíritu.
La práctica del cristianismo anula la función viviente de los miembros del Cuerpo de Cristo. En el cristianismo se cultiva a una sola persona para hablar. Ellos piensan que esto causa más impacto. Pero en realidad la función de todos los miembros del Cuerpo de Cristo causa un mayor impacto. Si tomamos este entrenamiento por medio año, todos estaremos llenos de vida.
Cuando nos reunamos, todo nuestro ser con nuestro espíritu debe estar lleno de vida. Entonces, si algunas personas nos visitan, serán conmovidas e inspiradas. Una reunión llena del ejercicio y de la liberación del espíritu es una verdadera reunión de la iglesia. Esta es la reunión del Cuerpo de Cristo. Cuando asistamos a una reunión, no debemos sentarnos allí en una manera muerta, moribunda, inactiva y adormecida. Aun cuando estamos sentados en la reunión, todo nuestro ser debe ser viviente. Debemos ejercitar y liberar nuestro espíritu todo el tiempo, aun cuando no oramos en voz alta.
Podemos decir “Amén” de dos maneras: sin el ejercicio del espíritu o con el ejercicio del espíritu. Cuando decimos “Amén” en las reuniones, siempre debemos decirlo con un espíritu ejercitado y liberado. Aun la manera en que vamos a la reunión debe ser viviente. Si no gritamos, ni hablamos, ni oramos, de todos modos debemos ejercitar y liberar nuestro espíritu. Si miramos a alguien con nuestro espíritu ejercitado, algo de vida penetrará en esa persona. Si somos vivientes, inspiraremos a otras personas. Si estamos en la presencia de una persona viviente aun por un tiempo corto, nos será difícil evitar el ser inspirados por esa persona. Por lo tanto, todos tenemos que aprender a ejercitar nuestro espíritu, a estimular nuestro espíritu, y a liberar nuestro espíritu. Aun si solamente estamos sentados en una reunión, debemos liberar nuestro espíritu. Todos tenemos que levantarnos para funcionar en una manera viviente a fin de anular el sistema en el cual un solo hombre habla y los demás escuchan. Tenemos que asistir a la reunión con miras a ejercitar y liberar nuestro espíritu.
(
Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitales, capítulo 13, por Witness Lee)