NOS ABRIMOS A LOS DEMAS MIEMBROS DEL GRUPO
Antes de que tenga cuatro o cinco, es posible que usted ya tenga dos o tres. Ustedes dos o tres deben reunirse a orar, y empezar a conocerse mutuamente. Aunque se hayan reunido en la misma iglesia por años, quizá usted ni sepa cuántos hijos tiene otro miembro. También es probable que usted ni sepa que la esposa de uno de los hermanos ha estado enferma por un largo tiempo. Si ustedes estuvieran practicando las reuniones de grupo en la debida forma, en la misma hora que uno de los miembros del grupo se enfermara, los demás se enterarían de ello. Al reunirnos en grupo, lo primero que hacemos es conocernos mutuamente. Cuando nos reunamos debemos averiguar la situación de cada uno de los miembros del grupo. Quizá digamos que nos conocemos mutuamente, pero en realidad ése no es el caso. Cuando uno de los miembros de nuestra familia se enferma, tal vez evitemos decírselo a otros. Tal vez digamos que todos en la casa están bien, cuando en realidad algunos no lo están. En lugar de hacer eso, debemos ser francos y presentar nuestra situación a los demás, sin esconder cosas.
Después de sincerarnos los unos con los otros acerca de nuestra situación, debemos orar los unos por los otros, y cuidarnos y ayudarnos mutuamente. Este es un paso que va más allá en la práctica de las reuniones de grupo. Debido a que no hemos sido francos los unos con los otros, y no nos cuidamos mutuamente, hemos perdido el impacto. Si ustedes practican la nueva manera, inmediatamente tendrán el impacto. Cuando ustedes formen un grupo, no deben salir al día siguiente a visitar gente y a tocar en puertas nuevas, sino que los miembros del grupo deben orar juntos. El Señor es viviente y verdadero. El está con nosotros; pero El no nos respalda en la vieja manera. En la vieja manera El ni es viviente ni es real para nosotros, porque nosotros no tomamos Su camino orgánico. Cuando nos reunimos para tener comunión, no somos totalmente francos con los demás. Es por esto que ha habido poco fruto en nuestra comunión. Da la impresión de que el Señor no está con nosotros o que está con nosotros sólo en parte. El Señor sí nos concede Su gracia y El es muy amplio y nos cuida; pero eso no quiere decir que está satisfecho con nosotros. El se alegra con nosotros al grado en que estemos abiertos a tener comunión con los demás miembros.
Tenemos poco impacto porque nunca hemos sido francos en nuestra comunión con los demás miembros. Cuando salimos a tocar a las puertas, hasta los incrédulos pueden notar que entre ustedes dos o tres hay conflictos. No es necesario que ustedes lo digan; ellos pueden percatarse de que ustedes tienen problemas. Eso reduce el impacto. Pero si ustedes son realmente uno, los incrédulos también pueden percibir esto. Puede ser que digan para sí: “¡Qué maravilloso es ver que estas tres personas son uno. En toda mi vida jamás había visto nada semejante”. Ese es el impacto. Cuando hay tanta unidad e impacto, sin lugar a dudas los incrédulos tomarán la decisión personal de unirse a ustedes. Quizás ellos no entiendan claramente lo que ustedes predican, pero después de que ustedes se vayan, dirán ellos entre sí: “Esta gente es sincera. Ellos dicen lo que creen, y hablan lo que son”. Después del día de Pentecostés, los creyentes no empezaron a practicar intencionalmente algún tipo de comunismo. De haberlo hecho, habría sido una vergüenza para ellos. Sin embargo, ellos tenían todas las cosas en común (Hch. 2:44-45; 4:32) para mostrarle a todo el universo, y aun a los demonios, a los ángeles, al Señor y a Satanás, que ellos eran verdaderamente uno. Espontáneamente tuvieron impacto (5:12-14).
(Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitales, capítulo 2, por Witness Lee)