TRATAR CON NUESTRA MANERA DE SER,
NUESTRO CARACTER Y NUESTROS
RASGOS PECULIARES
También tenemos que edificarnos según los siete puntos tratados en los dos últimos mensajes. Específicamente, tenemos que orar por el trato con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. Un hermano puede ser lento por naturaleza. Esa es su manera de ser, así que él debe permitir que la cruz sea aplicada a su lentitud. El debe incluso condenar su lentitud. Algunas personas tienen la excusa de que no pueden cambiar porque nacieron así. Pero nosotros no debemos tener esa excusa. Si una persona es lenta de nacimiento, debe aprender a tomar a Cristo para hacer las cosas más rápido.
Nuestras peculiaridades también estorban nuestra utilidad. Hace muchos años en el Lejano Oriente, había un colega entre nosotros que tenía un rasgo peculiar muy notorio. El hermano Nee me habló de este hermano, y me contó que si uno quería que él fuera hacia el oriente, más valía que le pidiera que fuera al occidente. El era una persona que hacía lo opuesto de lo que se le pedía. Esa era su peculiaridad. Cada uno de nosotros tiene al menos un diez por ciento de peculiaridades en su manera de ser. Cuando un hermano le pide a su esposa que cierre la puerta, es posible que ella diga: “¿Por qué no dejarla abierta?”. Cuando le pida que abra la puerta, ella dirá: “¿Por qué no dejarla cerrada?”. Esta es su peculiaridad. Por supuesto, los esposos también tienen sus peculiaridades. Todos tenemos peculiaridades, así que todos necesitamos experimentar la cruz. Si nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades no son tratados, nuestras reuniones de grupos no tendrán vida.
Yo creo que el Señor usará en gran manera las reuniones de los grupos vitales. En la iglesia muchos de nosotros amamos al Señor, amamos el recobro del Señor y amamos la iglesia, pero no muchos son útiles a causa de los defectos relacionados con la manera de ser, su carácter y sus peculiaridades. Todos estos defectos nos anulan y nos inutilizan. Este entrenamiento para los grupos vitales y la práctica de los mismos nos hará útiles para salvar a los pecadores, para nutrir a los nuevos y para alimentar a los santos. Debemos esforzarnos por poner en práctica en las reuniones de grupo vital todas las cosas que hemos tratado en el entrenamiento.
A fin de tratar con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades, necesitamos tener una visión de que hemos sido crucificados (Gá. 2:20a). Debemos orar así: “Señor, te agradezco que clavaste en la cruz mi manera de ser, mi carácter y mis peculiaridades”. Necesitamos tener una visión de la crucifixión de Cristo. Por Su misericordia y gracia debemos aceptar esta visión y luego vivir por el Espíritu. En nuestra vida diaria el Espíritu aplica la muerte de Cristo a todas las cosas negativas de nuestro ser.
Tenemos que aprender en nuestra vida diaria y práctica a ser tratados muy finamente en nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. En ciertas ocasiones podemos pensar que algunos hermanos y hermanas han mejorado, pero su mejoría es cuestionable. La verdadera mejoría debe ser causada por el trato específico con nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. Si no tenemos algunas experiencias específicas y prácticas en esto, no podemos tener una verdadera mejoría en vida. Más del noventa por ciento de nuestro crecimiento en vida depende de cuánto hayan sido tratados nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades. Nuestra vida diaria está llena de estas tres cosas.
Cada uno de nosotros tiene una manera de ser particular. Un hermano tiene su manera particular de asistir a las reuniones y escoger un asiento. Aun al venir a la reunión y buscar un asiento, dicho hermano no obedece al Espíritu, sino a su peculiaridad. Si un ujier trata de ubicar a este hermano en otro sitio, es posible que se ofenda. Necesitamos considerar con qué frecuencia obedecemos al Espíritu durante el día. La mayoría de las veces nos conducimos, nos movemos y nos comportamos según nuestra manera de ser, nuestro carácter y nuestras peculiaridades.
Algunos hermanos son muy activos, por lo tanto les gusta laborar en las reuniones ayudando a acomodar a los hermanos en sus asientos y les gusta ayudar en la distribución del pan y el vino en la mesa del Señor. Otros hermanos son muy inactivos. Una vez que están sentados, no quieren que nada ni nadie los mueva. Si usted le pide al hermano activo que ayude en la reunión, él se alegrará mucho. Si le pide al hermano inactivo que lo haga, responderá que a él no le gusta hacer eso. Ambos hermanos están conduciéndose y sirviendo de acuerdo a su manera de ser y no según el Espíritu. Esto muestra que necesitamos morir a lo que somos para que Cristo pueda vivir en nosotros.
(
Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitales, capítulo 17, por Witness Lee)