Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitales, por Witness Lee

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OREMOS DE UNA NUEVA MANERA PARA SUPLIR LA NUEVA NECESIDAD

Para los grupos vitales, lo primero es nuestra oración. Por lo tanto, el primer asunto tratado en este entrenamiento será adiestrar a los miembros de los grupos vitales a orar de una nueva manera para suplir la nueva necesidad. Primero, no debemos repetir nuestras viejas oraciones. Nuestro modo de orar se ha convertido en una rutina; semana tras semana oramos de una manera monótona, repitiéndole al Señor las mismas oraciones. Esa clase de oración no es genuina. Cuando oremos, debemos simplemente decirle al Señor de una manera directa lo que queremos: “Señor, queremos ser avivados. Estamos muertos y fríos. Queremos ser fervientes”. Es suficiente decir esto. En la Biblia no encontramos ejemplos de oraciones de repeticiones monótonas. En Lucas 18:41 el Señor Jesús le preguntó al ciego: “¿Qué quieres que te haga?”. Y él dijo: “Señor, que reciba la vista”. Y Jesús le dijo: “Recíbela”, y al instante el ciego recibió la vista (vs. 42-43). En la reunión de la mesa del Señor podemos orar: “Señor Jesús, Tú eres hermoso. Tú eres señalado entre diez mil; te amo Señor”. Esto es suficiente. No hay necesidad de orar largas oraciones en las cuales enseñamos, explicamos y disertamos acerca de las Escrituras ante el Señor.

Todos necesitamos orar. Nadie debe excusarse diciendo que no tiene carga para orar. ¿Cómo es posible que seres humanos no tengan carga para orar? Todos necesitamos a Dios. Si necesitamos respirar, necesitamos orar. Necesitamos orar tanto como respirar. Casi todos comen tres comidas diarias sin tener ninguna “carga” especial. Por lo tanto, no debemos excusarnos diciendo que no tenemos carga para orar.

Necesitamos aprender a orar de una manera nueva y a hacer oraciones nuevas. Necesitamos que el Señor nos estimule para que podamos orar de una manera nueva, refrescante y viviente. En nuestra oración no hay necesidad de que le digamos al Señor lo que tiene que hacer. Si deseamos ser avivados por el Señor, simplemente le debemos pedir que nos avive. Podemos orar: “Avívame, Señor, soy una persona digna de lástima. Necesito que Tú me revivas”. Esto es más que suficiente. El no necesita que le digamos lo que tiene que hacer. Decirle a Señor lo que tiene que hacer no es oración sino instrucción.

Frecuentemente las oraciones en la reunión de oración de la iglesia están compuestas de palabras reiterativas, las cuales les dicen al Señor lo que tiene que hacer y le explican la situación. En los cuatro Evangelios el Señor Jesús no oró de esta manera (Mt. 6:7-13; Jn. 17). En Efesios el apóstol Pablo hizo dos oraciones (1:17-23; 3:14-21). En esas oraciones él no le dio instrucciones a Dios. Más bien, oró, suplicó e imploró. Aprendamos esta manera.

Al orar en cuanto a llevar fruto, algunos santos han orado: “Gracias Señor, Tú eres la vid y nosotros los pámpanos. Tú eres El fructífero. Te ordenamos a que engendres fruto en nosotros”. No hay necesidad de decirle al Señor que El es la vid y nosotros los pámpanos. No hay necesidad de esta clase de explicación. Simplemente podemos orar: “Señor, estamos muy estériles. Rechazamos nuestra esterilidad. Líbranos de este pecado”, o: “Señor, perdóname; yo no llevo fruto. Señor, ten misericordia de mí. Pon carga y presióname para que lleve fruto”.

Necesitamos aprender otra vez a orar. Hemos sido dañados por la condición de la iglesia y hemos adquirido muchos malos hábitos, pero nosotros creemos que son buenos. Sin embargo, la manera a la que estamos acostumbrados no es buena. Hemos estado orando de esta manera por años. ¿Cuál ha sido el resultado? En el transcurso de un año tal vez no engendremos diez frutos permanentes. En la profecía de Hageo, hablando por el Señor, él le dijo al pueblo de Dios: “Considerad vuestros caminos” (1:5, 7). Ciertamente necesitamos considerar de nuevo nuestros caminos.

Antes de abrir nuestra boca para orar, debemos considerar cuidadosamente lo que vamos a decir. No debemos orar de una manera rutinaria. Cuando digamos: “Señor Jesús, te alabo”, debemos decirlo de corazón. En vez de decir: “Señor, te alabo”, tal vez el Señor nos dirija a decir: “Señor, simplemente te adoro”. Cuando decimos que adoramos al Señor, debemos decirlo de corazón. Con frecuencia cuando algunos santos comienzan a profetizar, dicen: “Alabado sea el Señor” varias veces. Esto es un mal hábito. No tiene significado y realmente desperdicia el tiempo. Les suplico que reciban mi palabra en cuanto a su oración.

(Comunión en cuanto a la urgente necesidad de los grupos vitales, capítulo 9, por Witness Lee)