EL HOMBRE EXTERIOR DEBE SER QUEBRANTADO
La única meta de la obra que el Espíritu Santo efectúa en nosotros es introducirnos en la experiencia de la muerte de cruz. El Espíritu Santo desea encontrar en nuestro ser un lugar y una abertura para Cristo; Él está forjando a Cristo en nosotros para que Cristo pueda manifestarse desde nuestro interior. A fin de que Cristo entre a nuestro ser, necesitamos ser quebrantados y ensanchados, y a fin de que Cristo se manifieste desde nuestro interior, nuestro hombre exterior debe ser derribado y muchas cosas en nosotros deben ser quebrantadas.
El resultado de la obra continua del Espíritu Santo en nosotros es que Él nos llama a recibir la cruz. La cruz realiza en nosotros una obra de quebrantamiento y demolición. Dios nos puso en la cruz, en Cristo, de modo que nuestra persona, que perturba y limita a Dios, pueda recibir los tratos de la cruz.
Después que hemos visto que la cruz trata con nuestra persona, el Espíritu Santo interiormente nos llama a experimentar la cruz día tras día y momento a momento. En nuestro vivir diario y en todas las cosas grandes y pequeñas, el Espíritu Santo nos corrige y nos pregunta: “¿Estás viviendo por ti mismo, o estás permitiendo que Cristo viva en ti?”. Si estamos dispuestos a obedecer la voz del Espíritu Santo en todo, el Espíritu Santo nos preguntará: “¿Es tu hombre natural la fuente de este asunto, o es Cristo la fuente? ¿Es llevado a cabo por el hombre natural o por Cristo?”. Estas preguntas nos llevan a recibir el quebrantamiento y la demolición efectuados por la obra de la cruz.
(Conocer la vida y la iglesia, capítulo 7, por Witness Lee)