LA UTILIDAD DEL HOMBRE DEPENDE
DE QUE Él SEA QUEBRANTADO POR DIOS
Algunos santos no pueden caer a menos que ellos pequen; ésta es la misericordia de Dios. Si bien el carácter espiritual de algunos equivale a una bancarrota, se siguen resistiendo en su hombre natural. Tienen que sufrir una gran caída para que su autocomplacencia pueda ser derribada por completo. La persona que es jactanciosa no ha sido quebrantada, cualquiera que culpe a otros no ha sido quebrantado, y cualquiera que compita con los hermanos y hermanas no ha sido quebrantado. Una persona que no ha sido quebrantada siempre debate y contiende con otros en la iglesia y en la obra. Piensa que lo puede hacer todo y que lo hace mejor que los demás. Algunos jóvenes e incluso algunos mayores son así. Cuando una persona así oye un comentario negativo, reacciona al instante. Esta clase de persona nunca ha sido quebrantada.
Nuestra verdadera utilidad en la mano de Dios no depende de nuestra capacidad, elocuencia o inteligencia, sino de la medida en que hayamos sido quebrantados y derribados por Dios. Una persona útil es aquella que puede ser quebrantada por Dios. Alguien que nunca ha sido oprimido, maltratado, quebrantado, despreciado o malentendido por otros es una persona cruda y silvestre, y no tiene utilidad para Dios. Aun cuando hayamos recibido cierta disciplina del Espíritu Santo, aun así podemos ser inútiles. Tal vez aceptemos la disciplina del entorno, pero si no somos aptos para recibir una palabra ofensiva de parte de los hermanos y hermanas, seguiremos siendo inútiles. Tenemos que examinarnos de esta manera.
Por ejemplo, cuando venimos a la reunión, tal vez nuestro vestido se rompe por causa del gancho de una puerta. Pensando que esto es la disciplina del Espíritu Santo, lo aceptamos con gusto. Sin embargo, cuando entramos en la habitación de los ancianos o en la oficina administrativa y nos encontramos con varios asuntos desagradables y escuchamos ciertas palabras pesadas, nos negamos a orar y a decir “Amén”. Aceptamos la disciplina del Espíritu Santo cuando estamos felices y contentos, pero cuando estamos enojados y contrariados, nos ponemos negativos y no podemos aceptar el trato del Señor. Esto comprueba que no hemos sido quebrantados por Dios. Esto muestra que no tenemos luz, que no hemos sido quebrantados y seguimos intactos.
Debido a que no hay una grieta en nuestro ser y la luz del sol no puede resplandecer en nosotros, no tenemos una luz interior. Podemos haber oído muchos mensajes y estar bien familiarizados con las Escrituras, pero si no hemos sido quebrantados, no tendremos luz y no habrá una abertura en nosotros. Una persona que no ha sido quebrantada, o derribada, por Dios, es miserable. Cuando otros nos tratan bien y nos aprecian, nos alaban y nos exaltan, recibimos gustosamente la disciplina del Espíritu Santo. Sin embargo, cuando otros nos alteran y perdemos nuestro prestigio y nos sentimos heridos, no estamos tan dispuestos a recibir la disciplina del Espíritu Santo.
Si poseemos un buen atributo, queremos darlo a conocer y testificar de ello ante los demás para que todo el mundo se entere. Además, tan pronto sufrimos un agravio, queremos propagarlo por todas partes para ganarnos la comprensión de otros. A diferencia de nosotros, David fue menospreciado por su familia, pero de él no se oyó el menor sonido ni hizo nada por resistirse. Antes bien, él vivió delante de Dios, se escondió en Dios y aprendió muchas lecciones en secreto, lecciones que mantuvo ocultas de su padre y de sus hermanos. Aquí hay una pregunta: ¿Las lecciones que aprendemos son superficiales o están escondidas? Cuando damos un testimonio, ¿lo publicamos todo, o sólo lo que nos permite el Espíritu Santo? Dios necesita personas quebrantadas. Sólo quienes son quebrantados pueden ser conforme al corazón de Dios y pueden servirle a Él y a las personas, y ministrarles conforme al corazón de Dios. Sólo quienes son quebrantados pueden administrar la iglesia y servir a los santos. Sólo quienes son quebrantados pueden ser obreros del Señor, ancianos y diáconos. Sólo quienes son quebrantados pueden ministrar la vida de Dios a las personas en esta era. Que el Señor tenga misericordia de nosotros a fin de que aceptemos voluntariamente el quebrantamiento que Él efectúa en nuestro ser.
(Conocer la vida y la iglesia, capítulo 19, por Witness Lee)