Conocer la vida y la iglesia, por Witness Lee

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LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA

En la iglesia no sólo se halla el asunto de la vida divina, sino también el de la autoridad. Tal vez algunos se pregunten dónde habla la Biblia del tema de la autoridad en la iglesia. Para enumerar todas las referencias halladas en la Biblia se requieren mucho tiempo y esfuerzo. Aquí sólo usaremos Romanos 12 como evidencia. Romanos 12:3 dice: “Digo [...] a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno”. Esto significa que alguien puede recibir la gracia para ser una mano, otro puede recibir la gracia para ser un dedo, y aún otro puede recibir la gracia para ser un brazo, y otro puede recibir la gracia para ser un pie. Aunque cada miembro difiere en tamaño, cada uno es un miembro. No deberíamos ser orgullosos y tener más alto concepto de nosotros mismos que el que debemos tener. Si una persona que es una mano tiene más alto concepto de sí misma porque se considera un brazo, ella causará problemas. Esto se debe a que la mano sirve bajo la autoridad del brazo y también funciona al estar sobre los dedos. Por consiguiente, el brazo está por encima de la mano, y la mano está por encima de los dedos; esto muestra equilibrio y orden.

Cuanto más una iglesia recibe la gracia del Señor, más del elemento de Cristo tiene ella internamente y mayor es su estatura de Cristo; al mismo tiempo, más se manifiesta la autoridad en esa iglesia. Hoy vivimos en una era de democracia, y en todos lados se habla de democracia. Sin embargo, en la iglesia no existe ni dictadura ni democracia. En la iglesia solamente tenemos el orden propio de la vida divina y la autoridad del Espíritu Santo, debido a que la iglesia no es una organización, sino un organismo. La sociedad del mundo depende de la organización; por consiguiente, la gente habla ya sea de autocracia o democracia. Sin embargo, la iglesia no es una organización, sino un organismo; por esta razón, la administración de la iglesia no es un asunto de organización, sino un asunto de vida.

En la Biblia la iglesia tiene un nombre muy bueno: el Cuerpo de Cristo (Ef. 1:23). Es muy fácil entender el Cuerpo. Podemos usar de ejemplo los miembros de nuestro cuerpo. Si todos nuestros miembros quisieran tener una reunión para discutir de igualdad, ¿habría alguna manera para que ellos fuesen iguales? La única manera en que pueden ser iguales es que el cuerpo muera y todos sus huesos sean desmembrados y dispersados.

Todos sabemos que un cuerpo viviente se sostiene derecho. Cuando una persona se pone de pie para hablar, su cuerpo debe estar erguido. Cuanto más fuerte y activa sea una persona, más derecha será su expresión corporal. Cuando una persona se enferma y se acuesta, ella queda en un mismo plano horizontal. Los miembros de su cuerpo están al mismo nivel sólo cuando la persona muere y es desmembrada.

A veces cuando vemos la condición de una supuesta iglesia, parece como si ella fuese un montón de huesos dispersos. Los hermanos hablan de que entre ellos todos son iguales, y las hermanas no se someten a los hermanos. Todos hablan de igualdad, pero de hecho, se trata de una situación donde hay huesos dispersos. La iglesia es el Cuerpo de Cristo. En la superficie parece que nuestro cuerpo estuviera organizado, pero en realidad es un organismo. Todos los diferentes miembros del cuerpo no pueden hablar de ser iguales, y además, deben estar derechos. Sin embargo, una vez que los miembros estén en posición vertical, ciertamente tiene que haber un orden. Hay algunos que estarán por encima y otros por debajo. Por consiguiente, con esto se halla la autoridad.

Espero que los santos que funcionan como responsables y sirven en una localidad puedan recibir esta palabra. Esto no significa que aquel que la reciba quiere tener el control en la iglesia. Todo el que quiera controlar a otros ciertamente no recibirá la gracia de parte del Señor. El que ha recibido gracia y conoce a Dios, no quiere controlar a otros. La primera vez que hablamos acerca del orden y la autoridad en la vida divina, una hermana de edad avanzada preguntó: “¿Será que el hermano que ministra la palabra usará este mensaje para hacer que los otros se sometan a su autoridad?”. De hecho, puede ser la persona que hizo tal pregunta sea la primera en no someterse a la autoridad.

Aquellos que desean que otros se les sometan, no conocen la gracia. Los que verdaderamente conocen la gracia no esperan ni desean que otros se les sometan. En la iglesia no deberíamos tener a nadie que desee controlar a otros, y tampoco deberíamos tener a nadie que no tenga la voluntad de someterse a la autoridad. A estas personas les hace falta la gracia. La iglesia es el Cuerpo orgánico de Cristo, y no debería tener a nadie que desee controlar a otros.

Cada persona que ha recibido gracia y vive en el Espíritu de vida hallará su lugar en el Cuerpo de Cristo, y descubrirá el orden que le corresponde entre todos los miembros. En la iglesia no hay jerarquía, pero hay un orden; en la iglesia no se ejerce control sobre otros, pero los miembros se someten unos a otros (5:21). Efesios no habla del rango que posee cada miembro, pero sí habla de su función, según la operación de cada miembro en su medida (4:16). ¿Cómo podríamos asignar nombres jerárquicos a nuestro brazo y muñeca? No hay jerarquía con respecto a la mano y el brazo, pero entre ellos hay un orden. Si la mano pudiese hablar, diría: “Si yo ofendo a todo el mundo, eso no me causa temor, pero me da temor tener problemas con mi brazo, que está por encima de mí. Si hubiera algún problema, yo estaría en dificultades. Si vivimos en virtud de la vida divina, de seguro conoceremos nuestra posición.

La autoridad de la iglesia a la cual nos referimos es totalmente diferente de la autoridad que tiene el papa en la Iglesia Católica. Si alguien nos pregunta quién es nuestra autoridad, le responderíamos que es el hermano que está al lado de nosotros. Los hermanos que coordinan y sirven junto con nosotros son nuestra autoridad; entre nosotros no tenemos un líder como el papa que tiene autoridad sobre todos. No tenemos nada semejante. Nuestra única Cabeza es Cristo; Él es nuestra única autoridad, y nosotros somos miembros los unos de los otros (Ro. 12:5; Ef. 4:25). La única diferencia que hay entre nosotros se relaciona con el orden y la autoridad en el Cuerpo. Necesitamos comprender que el santo que está más cerca de nosotros es nuestra autoridad; él o ella es nuestra autoridad. Dado que el miembro más cercano a los dedos es la mano, ella es la autoridad de los dedos.

Si venimos a una iglesia viviente y normal que vive en el Espíritu y tiene la plena medida de la estatura de Cristo, inmediatamente podemos ver que los miembros tienen la expresión del Cuerpo. Ellos son miembros los unos de los otros, están unidos uno con el otro y conocen el orden que le corresponde a cada uno. Todo se ve derecho y lleno de vida, nada es plano ni débil.

Cuando hay muchas opiniones en la iglesia, no hay otra solución más que someterse a la cruz y dejar que ésta nos quebrante; sólo entonces podemos saber a quién debemos atender según la autoridad y el orden en Cristo. Una iglesia apropiada es una iglesia derecha, y los hermanos y hermanas que están sirviendo allí conocen la posición y la relación que tienen entre ellos. Cuando vamos a algunas iglesia locales, los ancianos están allí sentados en la oficina administrativa como los jefes de un departamento o sector de una agencia de gobierno. Cuando los diáconos vienen a ver a los ancianos, aquéllos se comportan como subordinados que vienen a recibir órdenes de sus superiores. Esta clase de situación nos entristece. De hecho, ésta es la condición del cristianismo degradado.

En la iglesia hay ancianos y diáconos, pero los ancianos no deben darse aires de ser un anciano, y los diáconos no deben considerarse inferiores ni insignificantes. Mi brazo está más alto que mi mano, pero mi brazo no hace alarde de su fuerza, pensando que es más elevado que mi mano. Asimismo, mi mano no piensa que ella es más pequeña y que no tiene mucho uso. Algunos diáconos tienen este concepto cuando están con los ancianos; piensan que ellos simplemente deben seguir las órdenes de los ancianos. Este concepto erróneo proviene del Hades y del mundo.

Si Dios nos designa como ancianos, recibimos el ancianato en virtud de la gracia de Su vida; por consiguiente, no tenemos nada de qué jactarnos, ni hay motivos para sentirnos inferiores. Deberíamos comprender que somos personas que nos sometemos al orden de la vida en la iglesia, el Cuerpo. De esto es lo que se habla en Romanos 12:3, donde dice que uno necesita pensar “de tal manera que sea cuerdo, conforme a la medida de fe que Dios ha repartido a cada uno”.

No hay dictadura ni autocracia en la iglesia; tampoco tenemos posiciones democráticas ni jerárquicas. En la iglesia los hermanos y hermanas se coordinan como un cuerpo orgánico. La iglesia no es una entidad organizada sino orgánica. La vida de iglesia apropiada es el mover de un cuerpo orgánico. Los apóstoles, los ancianos y los servidores son miembros, y cada uno funciona según su porción y permanece en su posición en una entidad orgánica. Todos ellos conocen la vida y la autoridad, y todos guardan el orden correspondiente a la vida.

Espero que todos los hermanos aprendan las lecciones respecto a conocer la vida divina, conocer el orden que nos corresponde en dicha vida y, al aprender este orden, conocer la autoridad. No hay una autoridad centralizada entre nosotros. En vez de ello, los hermanos que nos rodean son nuestra autoridad; los miembros que sirven al Señor junto con nosotros son nuestra autoridad.

Si cinco hermanos que se coordinan juntos quieren predicar el evangelio, ¿deberían hacer una elección para ver quién será el director y líder? Tal vez nos preocupe que si ellos no conducen una elección, no habrá nadie que los guíe ni nadie que sea el responsable e imparta el mensaje. Entonces ¿qué deberían hacer? Ellos deberían someterse unos a otros y laborar juntos. Las actividades de la sociedad humana siempre requieren arreglos previos, tales como votar por un presidente y un vicepresidente. Sin embargo, en la vida de iglesia no sucede lo mismo; todos los hermanos y hermanas deben vivir en la vida divina y permitir que el Espíritu Santo sea el Gobernador. Todos deben someterse a la autoridad del Espíritu Santo y guardar el orden correspondiente a la vida. Si éste es el caso, cada uno sabrá cuál es su posición y qué debe hacer.

Si en una familia hay cinco hermanos, no es necesario que todos se junten y voten para ver quién es el primero y quién es el segundo. El orden entre los cinco hermanos de la familia está determinado por la vida. El hermano mayor no necesita sentirse orgulloso y el hermano menor no necesita sentirse inferior. El orden que ellos tienen está basado en su curso natural. El hermano mayor es el hermano mayor, y el hermano menor es el menor. Éste es el orden de la vida.

Asimismo, cuando estamos con los hermanos, inmediatamente sabemos cuál es nuestro lugar. Un niño sensible obedece a su padre, a su madre, a su hermano mayor, al segundo hermano mayor, al tercero y así sucesivamente. Admirablemente, así es en toda familia saludable y normal. El hijo mayor sabe que él es el mayor y que debe asumir cierta responsabilidad y cierto comportamiento; al mismo tiempo, cuando da una orden, todos los otros hijos obedecen porque ellos conocen el orden en que nacieron. En una familia saludable, no sólo el padre es la autoridad, sino también la madre. Además, el hermano mayor es la autoridad sobre el segundo hermano, éste ejerce autoridad sobre el tercer hermano, el tercero es la autoridad sobre el cuarto hermano, y el cuarto es la autoridad del quinto. En la familia completa se mantiene cierto orden.

Toda autoridad constituye una protección, un apoyo y un suministro. Por ejemplo, cuando una familia se reúne para comer, por lo general el hijo menor recibe más alimentos porque todos le aman. El mayor frecuentemente lo envidia y siente que éste es muy privilegiado. No obstante, tal vez el menor diga: “Yo no soy el más privilegiado, pues a mí todos me corrigen”. Este ejemplo nos muestra que hay un orden de vida entre los miembros del Cuerpo. Aunque el orden viene con restricciones, también trae consigo cierto suministro. Si vivimos en la vida divina, si mantenemos nuestra posición y respetamos la posición de otros al hacer cualquier cosa en la iglesia, podremos coordinarnos unos con otros de manera apropiada.

Cuando los hermanos y hermanas toman cuidado del servicio de la limpieza en la vida de iglesia, hemos descubierto dos clases de situaciones. Algunos santos realmente han avanzado. Mientras limpian, ellos no tienen ni ideas ni opiniones. Ellos simplemente siguen al que lleva la responsabilidad, quien les dice cómo deben de limpiar, lo que deben usar y la responsabilidad que deben asumir. Esto nos muestra que ellos verdaderamente han aprendido algunas lecciones. Sin embargo, cuando otros hermanos y hermanas hacen la limpieza, ellos no tienen comunión aunque tampoco discuten. Cuando los hermanos responsables tratan de decirles cómo deberán limpiar, es posible que respondan: “Yo haré la parte que me corresponde, y usted haga la suya. Por favor, no me moleste”. Claro, quizás algunos no digan esto, pero ellos exhiben esta clase de actitud cuando hacen la limpieza. Esto representa una escasez en cuanto a conocer el orden correspondiente a la vida, y en cuanto a aprender las lecciones de vida.

(Conocer la vida y la iglesia, capítulo 11, por Witness Lee)