Conocer la vida y la iglesia, por Witness Lee

Más extractos de este título...

LA MANERA EN LA CUAL DIOS SE EXPRESA EN NUESTRO VIVIR

Conocer la vida de Dios que está en nosotros

¿Cómo puede la vida de Dios expresarse en nuestro vivir? Primero, necesitamos comprender que tenemos la vida de Dios en nosotros. Desde el día que fuimos salvos, la vida de Dios entró en nosotros para ser nuestra vida. Sin embargo, esta vida se halla rodeada por nuestra persona. La vida de Dios quiere manifestarse de nuestro interior, pero nuestra persona obstruye y restringe a Dios. Por esta razón, es difícil que Él pueda manifestarse de nuestro interior.

Muchos santos se convierten en cristianos que mejoran su conducta y toman la manera de la superación personal porque no conocen la vida de Dios que mora en ellos ni el camino de la vida. Ellos piensan que alcanzarán la norma que le corresponde al cristiano al mejorar un poco su temperamento y al hacer lo bueno en vez de lo malo. La manera que ellos toman no guarda relación con la vida; es tan sólo la manera de la religión y de la superación personal. Ellos son cristianos en nombre, pero no en el vivir que realmente tienen. El vivir real de un cristiano consiste en que Dios vive por medio de él. Nuestro problema depende de que la vida divina pueda abrir un camino en nosotros de modo que Dios pueda vivir por medio de nosotros. Esto es lo que necesitamos buscar y descubrir.

Debemos ver que nuestro hombre natural es un obstáculo para la vida de Dios

Segundo, necesitamos que Dios abra nuestros ojos para ver que somos un obstáculo para la vida de Dios. Es posible que por naturaleza seamos iracundos o mansos, o tal vez seamos rápidos o lentos, pero en cualquier caso, somos un problema para la vida de Dios. Siempre que tengamos un corazón para Dios, tarde o temprano Él nos mostrará que somos un problema para Su vida. En otras palabras, si queremos dejar que la vida de Dios se manifieste a través de nosotros y si queremos andar en el camino de la vida y vivir la vida cristiana, necesitamos acudir a Dios pidiéndole que abra nuestros ojos y nos muestre que nuestra propia persona es un problema para la vida de Dios.

Debemos ver que hemos sido crucificados en la cruz

Tercero, si Dios ha abierto nuestros ojos, aborreceremos nuestro yo. Cuando seamos alumbrados, verdaderamente detestaremos nuestra manera de ser. Hace veinte años atrás se me mostró misericordia y fui alumbrado para ver mi condición actual, y verdaderamente me odié y me aborrecí a mí mismo. Yo dije: “Oh Dios, el problema que Tú encuentras en mí es mi propio yo. En verdad, debo recibir maldición. Oh Dios, me odio a mí mismo. No importa cómo piense, cómo vea las cosas, cómo tome las decisiones, cómo formule opiniones, ni cómo honre a mis padres, todo eso es un problema para Ti. Oh Dios, me detesto a mí mismo. Me aborrezco a mí mismo”. Cuando aborrecemos y odiamos a nuestro yo, el Espíritu Santo nos mostrará que nuestro yo, el cual restringe y se opone a Dios, ha sido crucificado en la cruz (Ro. 6:6).

En ese momento veremos una visión, una revelación, respecto a que ya estamos en la cruz. Esto puede compararse a ser salvos y alumbrados por el Espíritu Santo a fin de ver nuestros pecados. En el momento que sentimos pena, dolor y arrepentimiento por nuestros pecados, el Espíritu Santo nos mostró que el Señor Jesús fue crucificado en la cruz por nosotros. Cuando nos arrepentimos de nuestros pecados, el Espíritu Santo nos mostró que el Señor Jesús los había cargado en la cruz por nosotros. Cuando vimos esto, de inmediato le alabamos, diciendo: “Oh Señor, mis pecados están en la cruz. Gracias. Los pecados que eran míos ahora están en la cruz. Señor, Tu cruz ha puesto fin a mis pecados”. En aquel momento fuimos salvos y claramente supimos que éramos salvos. Conforme al mismo principio, el Espíritu Santo nos mostrará que nuestro yo, como enemigo de Dios, es un verdadero obstáculo y restricción para la vida de Dios. Detestaremos, odiaremos, aborreceremos y condenaremos nuestro yo; sin embargo, al mismo tiempo, el Espíritu Santo nos mostrará que el Señor Jesús llevó sobre Sí nuestra persona en la cruz. También nosotros fuimos crucificados en la cruz. En ese momento veremos una visión de la cruz por segunda vez.

En nuestra experiencia primero vimos que nuestros pecados fueron crucificados en la cruz. Ahora necesitamos ver que nuestra persona también fue crucificada en la cruz. Nuestro yo ha sido crucificado en la cruz. Todo el que vea esta visión alabará, adorará y de inmediato dirá: “Oh Señor, mi persona ha sido crucificada en la cruz. Te lo agradezco y te alabo. Así como mis pecados fueron aniquilados en la cruz, también yo fui aniquilado”. Ésta es nuestra experiencia genuina, y también es el principio de nuestro andar en la senda de la vida. La vida cristiana comienza a partir de este punto.

(Conocer la vida y la iglesia, capítulo 5, por Witness Lee)