Perfeccionamiento de los santos y la edificación de la casa de Dios, El, por Witness Lee

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EL SERVICIO EN UNA REUNIÓN DEL EVANGELIO

Aprender a servir de ujier

En la reunión del evangelio, algunos santos deben servir de ujieres. Cuando las personas entran al salón de reuniones, los primeros a quienes ellos ven son los ujieres. Toda persona debe comportarse correctamente en cada situación. En una boda debemos estar gozosos. Las personas que se ven abatidas y tristes en una boda son un insulto para los que se están casando. A veces los hermanos y hermanas que sirven de ujieres son inexpresivos. No tienen “el rostro del evangelio”. Esto impide que las personas vean el evangelio. Si pasamos suficiente tiempo en oración, tendremos el rostro del evangelio.

Antes de servir de ujieres, debemos orar y tomar las debidas medidas delante del Señor para poder ser llenos del espíritu del evangelio. Entonces no habrá necesidad de que nadie nos enseñe a ser ujieres. Sonreiremos, saludaremos a las personas y las conduciremos a su asiento de una manera apropiada. En todo lo que hagamos, las personas percibirán la fragancia del evangelio. Esto no es algo que podamos hacer por imitación o que nos puedan enseñar. Sólo podemos tener la fragancia del evangelio al ser llenos del espíritu del evangelio. Una vez que somos llenos del espíritu del evangelio, nuestro rostro vendrá a ser el rostro del evangelio, nuestra manera de saludar a las personas será propia del evangelio y nuestro servicio de ujieres será conforme al evangelio. Esto hará que las personas se sientan cómodas. Ellas percibirán una fragancia especial.

Esta fragancia no se halla en una boda ni en una fiesta. Esta fragancia especial es el Espíritu Santo y también es el evangelio. Cada santo que sirve de ujier debe despedir esta fragancia. Sin embargo, a menudo ellos se ven fríos y duros, como si estuvieran en la sala de un tribunal. Esto no es apropiado. Los ujieres deben orar hasta que su ser interior sea derretido por el evangelio. Entonces considerarán muy valiosas a todas las personas que entren al salón de reuniones.

Los dependientes de las tiendas de la calle Heng-Yang en Taipéi reciben cálidamente a los clientes que entran en sus tiendas. Esto motiva a las personas a comprar sus artículos. Algunos clientes que sólo pensaban comprar una sola cosa, terminan comprando más debido a los vendedores. Los ujieres deben también ser así en una reunión del evangelio. Ellos deben hacer que las personas sientan que deben creer en Jesús. Cuando las personas ven a un ujier con el rostro del evangelio, son conmovidas interiormente, incluso antes de escuchar el evangelio o cantar cualquier himno. Se ablanda su corazón. Por otra parte, cuando las personas ven un rostro frío y duro, se sienten frías interiormente y no quieren escuchar el evangelio ni cantar. Un ujier puede herir el corazón de una persona nueva e impedirle que reciba el evangelio. Esto no es una broma; es algo que hemos experimentado. Por consiguiente, los ujieres deben aprender a tener un espíritu del evangelio al orar exhaustivamente, a fin de ser ujieres apropiados.

Aprender cómo sentarnos con nuestros amigos del evangelio

Otro servicio en la reunión del evangelio es sentarnos con nuestros amigos del evangelio. Nosotros somos creyentes y servidores. Cuando venimos a una reunión del evangelio, debemos sentarnos con nuestros amigos del evangelio, y no con los santos. Lo mejor es que al lado de cada amigo del evangelio esté sentado un santo. Los santos siempre deben sentarse con los amigos del evangelio. Así que, debemos buscar las caras nuevas en la reunión y conversar con ellos. Quizás las personas nuevas ya hayan escuchado muchas veces el evangelio, o tal vez ésa sea su primera vez. En cualquier caso, siempre podemos brindarles alguna ayuda. No está bien que los santos se sienten juntos en una reunión del evangelio, aparte de las personas nuevas. Tenemos que cuidar de los amigos del evangelio. Debemos aprender y ser flexibles.

Al comienzo de la reunión del evangelio, siempre cantamos algunos cánticos. Debemos ayudar a nuestros amigos del evangelio a cantar. Si nosotros cantamos, nuestro amigo del evangelio también cantará. Cuando cantemos, no debemos ser demasiado fervientes ni precipitados, ni tampoco debemos ser indiferentes hacia las personas nuevas. Esto hará que ellas no canten. Esto también hará que el hermano que dirige los cánticos se vea obligado a pedirles a todos que canten más fuerte.

Tenemos que aprender a ser flexibles y a ejercitar nuestro espíritu cuando nos sentemos con un amigo del evangelio. Debemos cantar cuando sea el momento de cantar y estar atentos a su situación. Si él canta suavemente, debemos cantar suavemente; si él canta demasiado suave, debemos alentarlo a cantar un poco más fuerte; y si él no canta claramente, podemos ayudarlo al cantar nosotros claramente. Esto requiere mucha experiencia. No debemos pensar que esto sea algo trivial y de poca importancia.

Yo escuché una historia hace treinta años acerca del evangelista estadounidense D. L. Moody, la cual me ha ayudado a predicar el evangelio. Una vez él estaba hablando con una mujer acerca de la salvación. En el momento en que llegaba a un punto crucial en su predicación del evangelio, empezó a llover. Poco después, una hermana entró al salón donde él estaba e hizo mucho ruido al cerrar la sombrilla. Este ruido distrajo a la mujer, y ella no recibió el evangelio. El señor Moody dijo: “Desde esa ocasión hasta el día de hoy, no he podido conducirla a la salvación”.

Esto también puede ser comparado con la preparación de los pastelillos chinos que se sirven al desayuno. Los mejores pastelillos son crocantes, inflados, llenos de aire y muy delgados. La persona que prepara estos pastelillos no debe ser interrumpida, pues, de lo contrario, el pastelillo será arruinado. La predicación del evangelio no requiere que gritemos; más bien, se trata de que toquemos el espíritu de las personas. El Espíritu es muy suave y no podemos apurarlo. Cuando invitemos a un amigo a escuchar el evangelio, debemos ser suaves con él. Siempre que sirvamos de ujieres o nos sentemos con los amigos del evangelio, tenemos que ser sensibles a su futuro.

Algunos santos son demasiado fervientes y ansiosos durante el tiempo de cánticos o de oración. Ellos les piden a sus amigos del evangelio que cierren sus ojos o inclinen la cabeza en el momento de orar. No debemos forzar a nuestros amigos del evangelio a hacer nada. Si nosotros queremos inclinar nuestra cabeza y orar, no debe importarnos si otros inclinan la cabeza o cierran los ojos. Debemos ser flexibles y no obligar a nuestros amigos a hacer nada. Ellos serán afectados por nuestro comportamiento. Debemos darles la libertad de que sigan su sentir interior. Una vez vi a un hermano que repetidas veces le daba palmaditas en el hombro a un amigo del evangelio y le decía que debía inclinar su cabeza, pero de nada servirá que él incline su cabeza si su espíritu está cerrado. Nuestro comportamiento incluso puede molestarlo y hacer que no venga a otra reunión. Debemos ser cuidadosos cuando nos sentemos al lado de un amigo del evangelio. Debemos aprender a ser sensibles.

Asimismo debemos tener en cuenta cómo escuchamos el mensaje en una reunión del evangelio. Nuestro comportamiento puede distraer o perturbar a los que están sentados a nuestro lado. A veces un tosido puede distraerlos; puede hacer que las personas se desconcentren y no puedan seguir el mensaje en un punto crucial. Algunos santos de repente bostezan o estornudan en un momento clave del mensaje. Cuando un amigo del evangelio escucha atentamente y el Espíritu Santo se está moviendo y operando en él, la persona que está a su lado puede súbitamente estirar las piernas y mover su silla. Esto puede impedir que este amigo del evangelio crea. Estas cosas aparentemente insignificantes pueden determinar el resultado. Por lo tanto, debemos estar alertas cuando nos sentemos al lado de un amigo del evangelio. Mientras escuchamos el mensaje, debemos estar orando por nuestros amigos del evangelio.

Los seres humanos por naturaleza son sociables. Si una persona se ríe, los demás son afectados por la risa y si otra llora, los demás son afectados. Si escuchamos atentamente en una reunión del evangelio, la persona que está a nuestro lado será afectada, y si somos conmovidos por el mensaje, ella también será afectada. Éste es un fenómeno maravilloso.

Una vez en una reunión el hermano que estaba sentado delante de mí empezó a moverse bruscamente. Debido a esto todos los que estaban sentados a su alrededor fueron afectados y no pudieron concentrarse; yo tampoco pude concentrarme ni escribir las palabras que eran habladas. Incluso si había algunos en esa reunión que habían sido conmovidos por el mensaje, la manera brusca en que ese hermano se movió hizo que perdieran la concentración. Por consiguiente, debemos aprender a conducirnos debidamente en una reunión. Los hermanos que comparten desde el podio saben que los que están escuchando pueden afectar su hablar. Un hermano o hermana que constantemente mira a su alrededor puede distraer al orador y hacerle perder el hilo del mensaje. Esto es inexplicable, pero sucede. Por lo tanto, debemos aprender de esto.

Cuando escuchamos un mensaje del evangelio, debemos tener la agudeza de percibir el sentir de los amigos del evangelio y saber si ellos son conmovidos por el mensaje o si quizás tienen alguna pregunta que hace que rechacen el mensaje. Debemos aprender a observar. Nuestra observación debe ayudarnos a saber cómo hablar con ellos a fin de conocer su situación. Supongamos que un amigo del evangelio ha sido sometido por Dios, y es evidente que él no tiene ningún problema con la existencia de Dios ni con el asunto del pecado. Si ésta es su situación, no debemos perder tiempo hablando de estos asuntos; en vez de ello, debemos guiarlo a que reciba al Señor. Es por ello que debemos acompañar a nuestros amigos del evangelio y sentarnos al lado de ellos en la reunión. Debemos aprender esta lección práctica.

Al final de una reunión del evangelio, a veces el orador puede pedirles a los amigos del evangelio que respondan poniéndose de pie, levantando la mano o inclinando la cabeza para orar. Algunos santos piensan que no es importante si los amigos del evangelio responden o no. A ellos les parece que esto debe depender únicamente del Espíritu Santo. Suponen que si el Espíritu Santo opera, los amigos del evangelio responderán, y que si el Espíritu Santo no opera, ellos no responderán. No creen que ellos puedan influir en la respuesta de sus amigos del evangelio. Ésta no es una actitud apropiada. Sin embargo, también hay hermanos y hermanas que son demasiado fervientes. Si un amigo del evangelio no quiere ponerse de pie, ellos lo empujan para que se ponga de pie. Es posible que él estuviera dispuesto a ponerse de pie si lo animaran un poco. Sin embargo, si lo empujan demasiado, se ofenderá y no se pondrá de pie. Así que debemos ser sensibles a la situación. La voluntad que tenga un amigo del evangelio para ponerse de pie y responder tiene mucho que ver con el santo que esté sentado a su lado. Si nos comportamos apropiadamente, el amigo del evangelio muchas veces nos escuchará.

A finales de 1941 yo prediqué el evangelio en una reunión, y una mujer de edad mediana estaba allí como parte de la audiencia. Su esposo era salvo y había empezado una reunión en ese pueblo. Muchos de sus colegas y las esposas de ellos también eran salvos, pero su esposa amaba los placeres del mundo y le gustaba mucho ir al cine, jugar mah-jong y dar fiestas. Ella no estaba contenta de que su esposo fuera salvo y hubiera abandonado su pasada manera de vivir. Por ese motivo, ella estaba renuente a creer en el Señor. Incluso en una ocasión cuando el hermano invitó a algunos hermanos a su casa a cenar, ella les sirvió sobras frías.

Este hermano y su esposa vivían en un dormitorio que les proveía la Agencia Aduanera China. Sus colegas, quienes también vivían en el mismo edificio, invitaron a la esposa a la reunión del evangelio y le animaron a asistir. En la reunión todos los santos estaban orando por ella y vieron la obra del Espíritu Santo. Ella escuchó el mensaje, y cuando llegó el momento de responder, no pudo quedarse en su asiento. Su hija menor, que la había acompañado a la reunión, la ayudó a responder. Ella le dijo a su madre: “Mamá, yo me voy a poner de pie por ti”. Finalmente, la madre se puso en pie. Este ejemplo nos muestra lo útil que es sentarnos con los amigos del evangelio.

Poco después que la esposa fuera salva, ella invitó a algunos santos a su casa y les dio una cena caliente. Su familia recibió mucha gracia. Esto nos muestra que en una reunión del evangelio debemos aprender a observar las reacciones de las personas que están a nuestro lado y responder apropiadamente. Todo cuanto hagamos debe ser espontáneo. Si, en el momento apropiado, debemos asentir con la cabeza y ayudar a alguien a ponerse en pie, debemos hacerlo con gracia.

(Perfeccionamiento de los santos y la edificación de la casa de Dios, El, capítulo 13, por Witness Lee)