PERFECCIONAR Y NO REEMPLAZAR
Hay tres pasos necesarios en la edificación de la iglesia. El Señor primeramente da dones a la iglesia, y los dones perfeccionan a los santos en diferentes lugares. Luego los santos perfeccionados pueden ejercer su función conforme a su medida porque su función orgánica ha sido activada por medio del perfeccionamiento. Como resultado, los santos perfeccionados son los que edifican la iglesia directamente. Perfeccionar a alguien significa hacerlo útil. Por consiguiente, perfeccionar a un santo es hacerlo útil en la edificación de la iglesia.
¿Un obrero edifica la iglesia en una localidad directamente, o perfecciona a otros? La edificación directa de la iglesia la deben llevar a cabo los santos perfeccionados, no los obreros. Un obrero perfecciona a los santos; él no edifica la iglesia directamente. Si laboramos en una localidad, pero la edificación de la iglesia se detiene después que nos vamos, nuestra obra está mal. ¿Qué clase de obra estamos realizando? ¿Estamos edificando la iglesia directamente? Por supuesto, hay una porción de la edificación que nosotros realizamos directamente según nuestra función, pero nuestra obra principal consiste en perfeccionar a los santos. De lo contrario, ¿qué sucederá si nosotros, al igual que Felipe, súbitamente somos arrebatados (Hch. 8:26, 39)? ¿Qué harán las iglesias si repentinamente somos arrebatados? El que seamos arrebatados no será un problema siempre y cuando los santos sean perfeccionados y puedan edificar la iglesia directamente.
Si nosotros, los obreros, edificamos la iglesia directamente, estamos reemplazando a los santos en la edificación de la iglesia. Sin embargo, el hecho de que perfeccionemos a los santos para que ellos edifiquen la iglesia no significa que no podamos en absoluto edificar la iglesia directamente. En vez de ello, significa que nosotros perfeccionamos a los santos en lugar de reemplazarlos. Algunos santos no saben cómo edificar la iglesia, así que les enseñamos. Otros santos no son capaces de edificar la iglesia, así que los perfeccionamos y los hacemos capaces. Nosotros no reemplazamos a los santos, sino que los perfeccionamos y dejamos que ellos realicen la obra de edificación directamente. Esto requiere nuestra atención.
La capacidad que usted tiene de realizar una tarea por sí mismo no es necesariamente un indicio de gran capacidad. Sin embargo, un obrero que pueda enseñar a los santos a hacer algo mejor que él mismo, sin duda tiene una gran capacidad. Los obreros deben perfeccionar a los santos. Entonces los santos serán igual de capaces —o incluso más capaces— que los obreros.
No debemos reemplazar a los santos en la edificación de la iglesia; antes bien, debemos perfeccionarlos. Debemos hacer útiles a los santos y permitir que ellos edifiquen la iglesia directamente. Es posible que pensemos que tenemos muy claro este principio, pero tal vez sea así sólo mientras escuchamos el mensaje, no cuando servimos en nuestras localidades. Nuestra obra demuestra que todavía no tenemos claro este principio. Algunos obreros dicen que puesto que ellos no son un apóstol ni un profeta, no pueden perfeccionar a nadie. Al mostrar tal humildad, ellos incluso preguntan a quién deben perfeccionar. Aunque eso suena correcto, usan sus palabras para continuar reemplazando a los santos. Eso no está bien. Bajo ninguna circunstancia debemos reemplazar a los santos. No se trata de si somos personas dotadas, sino de si podemos perfeccionar a otros.
(Perfeccionamiento de los santos y la edificación de la casa de Dios, El, capítulo 3, por Witness Lee)