Llevar fruto que permanece, tomo 1, por Witness Lee

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APRENDER A LABORAR SIN EXPRESAR NUESTRAS OPINIONES

En todo nuestro servicio necesitamos aprender a no tener opiniones. A quienes les encanta hablar y expresar muchas opiniones por lo general no laboran mucho. Los que verdaderamente laboran no hablan mucho ni tienen opiniones. Los más competentes entre los colaboradores generalmente no tienen opiniones. Ellos simplemente hacen lo que se decide en comunión. Los más callados son por lo general los que más laboran, y los más locuaces por lo general no laboran. Podemos poner como ejemplo la impresión de Lecciones de vida. Las últimas palabras terminaron de escribirse hace poco un viernes a las 9:05 p. m. Luego las hermanas servidoras inmediatamente empezaron a laborar. Unas mecanografiaron y otras se encargaron de la corrección de pruebas. Laboraron hasta las 2:00 a. m. porque el manuscrito tenía que estar listo el sábado por la mañana para el procesamiento de imagen, la diagramación y la impresión, a fin de que el libro pudiera estar listo para el siguiente lunes. Ésa fue una buena coordinación. Las hermanas servidoras no expresaron ninguna opinión. Cada una de ellas laboró silenciosa y diligentemente sin dar opiniones, y se ciñeron completamente a las instrucciones dadas. Especialmente en el paso de corrección de pruebas, las hermanas prestaron mucha atención al uso y selección de palabras del manuscrito que les entregué. Todas ellas laboraron conforme a las instrucciones sin expresar ninguna opinión.

En teoría “todos los caminos conducen a Roma”; no existe un solo camino. Sin embargo, si todos tienen algo que decir, y si todos dan sus opiniones, jamás podremos “llegar a Roma”. En la cultura de los Estados Unidos, se respeta a la persona que conduce el automóvil. El que tiene el timón en sus manos es el que conduce y los demás que están en el auto no deben hablar. Esto hace que sea más fácil llegar al lugar de destino. Si alguien no deja de expresar sus opiniones ni de discutir, eso sólo desperdiciará el tiempo. Por lo tanto, debemos aprender a laborar sin dar opiniones. Aunque sepamos que las direcciones que se dan no son totalmente correctas, el “timón” no está en nuestras manos y, por tanto, debemos permanecer callados. De este modo, aunque al final tengamos que dar más vueltas, silenciosamente seguiremos al “conductor”. De este modo, experimentaremos que todo está en las manos soberanas del Señor. Él nunca nos falla.

Los hermanos competentes no hablan mucho, mientras que los que constantemente expresan sus opiniones no laboran mucho. Éste es un principio inalterable. Los que laboran saben que hay diferentes maneras de hacer las cosas; por ello, no es necesario insistir en cierta manera ni hay necesidad de invertir tanto tiempo en estudiar cómo hacer las cosas. Por ejemplo, si queremos ir a Yang-ming Shan, quizás algunos se sienten a discutir cuál vía es la mas corta. Como resultado, discuten por más de media hora antes de partir. Pero los que laboran fielmente irán allí inmediatamente y llegarán en diez minutos, o cuando mucho en veinte minutos. Todo lo que necesitamos hacer es “conducir el auto” y llegar allí. Desde el comienzo, muchos jóvenes entre nosotros que sirven a tiempo completo necesitan aprender la lección de no tener opiniones y de no dar ninguna opinión. Ésta es la actitud correcta.

(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 11, por Witness Lee)