Llevar fruto que permanece, tomo 1, por Witness Lee

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LOS QUE SIRVEN A TIEMPO COMPLETO DEBEN APRENDER A SALIR A TOCAR A LAS PUERTAS Y A CONDUCIR LAS REUNIONES DE HOGAR

Ya sabemos dónde reside el secreto. Hoy en día tenemos la pelota, el entrenador, la cancha y los jugadores, pero, ¿cómo vamos a jugar? Necesitamos seguir practicando. Por lo tanto, es imprescindible que todos los que servimos a tiempo completo tengamos claro que nos hemos entregado a esta profesión para hacer dos cosas: salir a tocar a las puertas y conducir las reuniones de hogar.

Al salir a tocar a las puertas, debemos buscar a los hijos de paz. Esto tal vez no sea demasiado difícil para nosotros, pero tampoco es fácil. Cuando empezamos a tocar a las puertas, esto se hizo popular entre las localidades y en todo lugar era algo muy fresco. Especialmente en Taipéi los santos tocaron a casi todas las puertas de los alrededores del salón de reuniones. Tocaron a las puertas de algunos hogares hasta cuatro o cinco veces. Esta manera exhaustiva de tocar a las puertas tiene tanto su ventaja como su desventaja. La desventaja es que tal vez a las personas no les guste que toquemos a sus puertas con tanta insistencia, y la ventaja es que aunque probablemente no les guste, admirarán nuestro espíritu y se sentirán agradecidos por el amor que les mostramos. Quizás la primera vez que toquemos a la puerta de alguien, no nos abra. La segunda vez que vayamos, quizás abra la puerta, pero su corazón siga cerrado. Luego, a la tercera o cuarta vez, es posible que abra la puerta de su casa y también su corazón, pero aún no desee ser bautizado. Sin embargo, a la quinta vez que nosotros vayamos él se sentirá muy conmovido, pensando que estas personas son verdaderamente admirables. Aunque fueron rechazadas tantas veces, nada pudo impedirles venir, ni siquiera el viento ni la lluvia. Con esta última visita, su corazón es conmovido. El corazón de un hombre no está hecho de hierro. Si tocamos a la puerta de su corazón unas cuantas veces más, éste se ablandará y se conmoverá. No debemos pensar que ser rechazados echará a perder las cosas, pues tiene una ventaja.

Después que hayamos tocado a todas las puertas, la situación no será la misma que antes. Es posible que la respuesta no sea tan positiva. Quizás algunos incluso puedan pensar que no hay más puertas a las cuales tocar. Sin embargo, en Taipéi, por ejemplo, hay muchos barrios periféricos que no hemos visitado. Entre ellos hay muchos hijos de paz que han sido predestinados por Dios. Algunos de ellos son “ovejas”, pero simplemente han sido influenciados por la atmósfera de la sociedad y se han vestido con pieles de lobos. Siendo francos, Dios los creó y los preparó como ovejas, y si salimos a tocar a las puertas unas cuantas veces más, podremos quitarles la piel de lobo que tienen puesta y hallar la oveja.

Aún no hemos penetrado Taiwán con el evangelio. No será sino hasta cuando hayamos bautizado a todas las personas de Taiwán que habremos penetrado toda la isla. No podemos engañarnos a nosotros mismos. Sobre todo los hermanos y hermanas que sirven a tiempo completo necesitan entender esto claramente. A fin de evangelizar a Taiwán, deben tocar a las puertas no sólo en las ciudades grandes, sino también en las aldeas. En algunos casos, es probable que un mismo día tengan que tocar tres veces a la misma puerta. Pueden tocar a la puerta en la mañana y nadie abrirá. Luego, podrán ir nuevamente al medio día y en la noche, pero nadie responderá. Por lo tanto, necesitarán ir una cuarta vez. Quizás no haya nadie en casa, sino hasta las diez de la noche, así que pueden ir de nuevo a esa hora. Debemos ser perseverantes en la práctica de tocar a las puertas. Sobre todo en las aldeas, si practicamos el tocar a las puertas de la manera en que lo estamos haciendo ahora, podríamos tocar a todas las puertas en un solo día. Debemos tocar a las mismas puertas una y otra vez. Solamente de esta manera podremos evangelizar todo Taiwán.

(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 15, por Witness Lee)