SER FERVIENTES EN ESPÍRITU
Tercero, cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, debemos ser fervientes en espíritu. Ser fervientes en espíritu es la moral entre nosotros. Por ejemplo, si un hermano y una hermana del entrenamiento se casaran, todos nos sentiríamos llenos de gozo. No obstante, debemos considerar en términos prácticos si es apropiado o no que los entrenantes se casen durante el semestre del entrenamiento. ¿Tendrá esto un efecto adverso en nuestra moral? El propósito del entrenamiento es encender y avivar el fuego en nosotros. Todos los días avivamos este fuego. Una vez avivado el fuego, el anuncio de una boda sería como si nos echaran “agua fría”, y nuestra moral decaería. Si después de esto saliéramos a tocar a las puertas, no tendríamos ningún poder porque no seríamos fervientes en espíritu.
Esperamos que todos los entrenantes pospongan sus planes de matrimonio hasta que terminen su entrenamiento para que puedan consagrar todo su tiempo al entrenamiento y la moral en el entrenamiento no se vea afectada. En la era de los jueces en el Antiguo Testamento, hubo más de treinta mil que escucharon las trompetas de Gedeón y se unieron al ejército, pero Dios dijo que eran demasiados, y los puso a prueba por la manera en que bebían el agua. Dios rechazó a los que se arrodillaron para beber, y aceptó a los que permanecieron en una posición en la que estaban listos para pelear mientras lamían el agua. Él necesitaba a este tipo de personas. Aunque sólo quedaron trescientos, ellos pudieron pelear (Jue. 7:2-7). Ésta fue su moral. Cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, debemos tener esta clase de moral.
Cuando muchos de los jóvenes recién salvos ven a los entrenantes de tiempo completo, quienes aún son jóvenes, en su interior desean lo mismo. Ésta es la moral que constriñe a otros a proceder de la misma manera. La obra tradicional de predicación que se halla en el cristianismo no tiene ningún efecto porque carece de esta moral. Los que llegan a ser predicadores creen que la carrera de ser predicador simplemente consiste en traer a algunas personas al culto dominical; si logran esto, entonces piensan que han cumplido su misión. En esta práctica no hay ninguna moral. Hoy en día nosotros, quienes servimos al Señor, no sólo somos soldados que prestan un servicio voluntario, sino guerreros que con desesperación sirven arriesgando sus propias vidas. Esto es lo que genera la moral entre nosotros.
Sin embargo, es imposible fingir esta clase de moral. Si no somos esta clase de personas, cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, no tendremos mucho impacto. Sin embargo, si somos esta clase de personas, cuando salgamos a perfeccionar una reunión de hogar, todos los miembros de la familia serán perfeccionados. Cierta señora anciana que había adorado a Buda toda su vida jamás se imaginó que su nieta creería en el Señor y sería salva. Aunque amaba a su nieta, no era fácil para una persona anciana como ella abandonar los ídolos que adoraba. Esta nieta tenía un prometido que era muy ferviente en espíritu, el cual le habló a la abuela acerca de creer en el Señor. Después de poco tiempo, ella creyó en el Señor y fue bautizada en la bañera de su casa, e inmediatamente quemó todos los ídolos que había adorado por décadas. Esto demuestra nuestra moral. Cuando vayamos a la casa de alguien a perfeccionar una reunión allí, necesitamos tener esta clase de moral mediante la cual los demás puedan ver que pertenecemos a Jesús, que para nosotros el vivir es Jesús y que no pensamos en otra cosa que Jesús y estamos completamente ocupados por sólo Él. Una vez que vean esta moral, aunque no digamos mucho, los demás serán beneficiados. Ésta es la clase de moral que necesitamos tener.
(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 5, por Witness Lee)