LOS DOS ELEMENTOS BÁSICOS
DE UNA REUNIÓN CRISTIANA:
EL ESPÍRITU Y LA PALABRA
Existe un principio muy claro de que el Espíritu y la Palabra son necesarios para conducir y perfeccionar una reunión. El Espíritu y la Palabra son los dos elementos fundamentales de las reuniones cristianas. El Espíritu es el Espíritu Santo y la Palabra es la Biblia. A fin de ser llenos del Espíritu, debemos buscar al Señor cada día, orar sin cesar, ser disciplinados delante del Señor, y ser vaciados y estar completamente abiertos al Señor. Si hacemos esto, podremos ser llenos del Espíritu cada día. Por consiguiente, para ser llenos del Espíritu lo único que se requiere es nuestra búsqueda, lo cual no es demasiado difícil.
Sin embargo, el asunto de la Palabra no es igual de sencillo. La Palabra es la Biblia, la cual ha existido entre los cristianos por casi dos mil años. Durante la Edad de las tinieblas, el catolicismo puso la Biblia bajo llave por casi diez siglos. No fue sino hasta principios del siglo XVI que la Reforma encabezada por Lutero empezó a abrir este “candado” para liberar la Biblia del encarcelamiento del catolicismo. Además de la Reforma, la invención de la imprenta y el uso de periódicos beneficiaron notablemente el cristianismo. La Biblia empezó a ser impresa para distribución pública, y más tarde se propagó a toda clase de reuniones cristianas. Hoy en día, casi todos los cristianos tienen una Biblia en sus manos. Desgraciadamente, aunque la Biblia fue sacada de su encierro y liberada, su revelación intrínseca y el significado profundo de su contenido aún no ha sido abierto.
En el siglo XIX, trescientos años después de la Reforma de la época de Lutero, el Señor levantó a los Hermanos en Inglaterra. Dios los bendijo ricamente, y ellos recibieron abundante luz y revelación. La Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, fue abierto en aquel entonces. Desde esa época, la Biblia dejó de ser un libro que estaba bajo llave. No sólo llegó a ser un libro abierto, sino también interpretado. Sin embargo, lamentablemente la mayor parte del cristianismo de aquel entonces rechazó la enseñanza de los Hermanos. Además de esto, surgieron muchos ministerios de la Palabra entre los mismos Hermanos, y esto trajo como consecuencia diferentes opiniones y causó divisiones. Para el año de 1918, poco después de la Primera Guerra Mundial, los Hermanos ya se habían dividido en cientos de sectas, y en los últimos cuarenta años se han dividido aún más. La división prácticamente anuló completamente a los Hermanos. Ésta es la verdadera situación que nosotros presenciamos.
(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 8, por Witness Lee)