Llevar fruto que permanece, tomo 1, por Witness Lee

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LA LÍNEA DE LA PREDICACIÓN DEL EVANGELIO EN LA BIBLIA ESTÁ RELACIONADA CON LOS HOGARES

Nuestras verdades han sido muy ricas y elevadas, y la luz ha sido tan clara y resplandeciente que no tiene comparación. Sin embargo, antes de octubre de 1984 según nuestras estadísticas no crecían y nuestro fruto no permanecía. En aquel entonces, cuando concluimos los mensajes del Estudio-vida del Nuevo Testamento, decidimos ir a Taiwán para investigar cuál era la causa. Como resultado de esta investigación, pudimos ver en la Biblia la línea de la predicación del evangelio.

A la mayoría de los cristianos les parece muy común hablar acerca de la predicación del evangelio. ¿Quién no sabe acerca de la predicación del evangelio? Aparentemente, mientras alguien sepa hablar bien, sabrá predicar el evangelio. Sin embargo, todos podemos testificar que no es eficaz depender de una sola persona que predica el evangelio. Si una sola persona es la que predica el evangelio y todos los demás simplemente escuchan una y otra vez, no habrá mucho fruto que permanece. En este tiempo el Señor está abriéndonos los ojos para mostrarnos una línea que habíamos descuidado, la cual consiste en “ir” (Mt. 28:19) y en reunirnos “de casa en casa” (Hch. 2:46; 5:42).

En el pasado teníamos la verdad rica, el evangelio elevado, pero no tuvimos un resultado satisfactorio al salir a ganar a las personas. Esto se debe a que no salimos de la manera apropiada, y a que no prestamos atención a las reuniones de hogar. Por lo tanto, no hemos obtenido muchos resultados. En la Biblia podemos ver la importancia de los hogares. En el Antiguo Testamento vemos las casas de Israel en las cuales se celebró la Pascua, la casa de Josué, toda la casa de Rahab la ramera, la casa de Jacob y la casa de David (Éx. 12:3-4; Jos. 24:15; 6:17; Éx. 19:3; Sal. 114:1; Zac. 12:7-8, 10; 13:1). En el Nuevo Testamento tenemos la casa de Zaqueo, la casa de Simón el fariseo, la casa de Estéfanas, la casa de Lidia y la casa de María, la madre de Juan Marcos (Lc. 19:5, 9; 7:36; 1 Co. 1:16; 16:15; Hch. 16:40; 12:12). Debido a esto, sabemos que debemos ir a las casas de las personas.

El primero en el universo que vino al hombre fue Dios mismo. Aunque Dios creó al hombre, este hombre cayó. La primera pareja, Adán y Eva, cayeron juntos. Ellos estaban tan atemorizados que se escondieron entre los árboles y se hicieron delantales con hojas de higuera, tratando de evadir el rostro de Dios. Dios vino al huerto de Edén, paseándose en el huerto y llamó a Adán, diciendo: “¿Dónde estás?” (Gn. 3:9). En otras palabras, Dios le dijo a Adán: “No me evadas. He venido a salvarte”. Esto concuerda con lo dicho por el Señor en el Nuevo Testamento: “El Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lc. 19:10). Dios fue el primero en venir a visitar al hombre y a buscarlo. No sólo Dios mismo vino, sino que además le trajo el evangelio, pues dijo a Adán y Eva que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). Así pues, Dio vino y nos trajo el verdadero evangelio.

(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 3, por Witness Lee)