DEBEMOS PROCURAR CONSTANTEMENTE SER LLENOS
DEL ESPÍRITU SANTO
La persona que dirige la reunión debe ser viviente. Si no es viviente, la reunión definitivamente no tendrá vitalidad. Si somos fervientes, en cuanto entremos a la reunión, todos estarán fervientes. Si cinco o seis personas están reunidas hablando y riéndose con entusiasmo y alguien entrara llorando, no podrían seguir riéndose. Minutos después quizás algunos empiecen a derramar lágrimas. Este ejemplo nos muestra que la situación de una persona puede influir mucho en la reunión. Si somos personas que siempre andan tristes, y aun así tratamos de dar un mensaje para hacer que la gente se ría, nadie se reirá. Por otra parte, si somos personas que todo el tiempo se ríen, y tratamos de dar un mensaje de arrepentimiento, confesión, ayuno, duelo y lamento, nadie llorará ni se sentirá apesadumbrado aunque gritemos con todas nuestras fuerzas.
Con respecto a esto no podemos fingir lo que no somos. Si fingimos, simplemente estaremos actuando como si fuéramos actores. Pero puesto que no somos actores, no debemos actuar; y aun si pudiéramos actuar bien, eso sería falso. No debemos usar una máscara, y mucho menos actuar. Lo que determina si los hermanos que conducen la reunión son vivientes o no es su vivir diario. Si andamos conforme a la verdad y el Espíritu en nuestra vida diaria, con el tiempo seremos cierta clase de persona. Así, cuando estemos en las reuniones de hogar, seremos personas que andan en la verdad y conforme al Espíritu. Ya sea que hablemos o no, seremos esta clase de personas. La clase de vivir que una persona tenga es la clase de persona que ella será.
Una persona que está llena del Espíritu llevará consigo al Espíritu adondequiera que va. Cuando hable, el Espíritu emergerá. El Espíritu se manifestará cuando ella llore y también cuando se ría. Asimismo, el Espíritu se manifestará cuando ella lea la Biblia y cuando cante. Esto es lo más importante.
(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 11, por Witness Lee)