DEBEMOS SEGUIR SIEMPRE AL ESPÍRITU
Y VIVIR Y ANDAR EN EL SEÑOR
Si prestamos demasiada atención al número de personas y a las actividades externas de la vida de iglesia, me temo que todos llegaremos a ser “atletas” que únicamente saben correr una carrera; es decir, únicamente tendremos actividades físicas sin ejercer nuestra función en el espíritu. Si esto continúa, llegaremos a ser robots, que se mueven cuando la maquinaria se mueve y que se quedan quietos cuando ésta se detiene. Es posible que oremos por veinte minutos antes de salir a tocar a las puertas, y nuestras oraciones sean detalladas y minuciosas. También es posible que verdaderamente seamos llenos en nuestra oración y tengamos el sentir de que el Espíritu está con nosotros cuando salimos. Sin embargo, lo que más me preocupa es que el Espíritu solamente esté con nosotros en el momento en que oramos, y que cuando salgamos a tocar a las puertas, esto sea una actividad y nada más.
Debemos recordar que no somos nosotros quienes logramos que las personas reciban vida. Tal vez podamos bautizar a las personas, pero no podemos darles vida. Debemos aprender que ya no vivimos nosotros sino Cristo. Ya no soy yo quien sale a tocar a las puertas, quien habla y quien bautiza a las personas, sino Cristo que vive en mí. Cristo lo es todo. Debemos ejercitar nuestro espíritu y ejercitar la vida y la fe en nosotros, declarando a Dios y a todos los enemigos del universo: “No soy yo quien sale a tocar a las puertas, sino que es Cristo quien sale. No soy yo quien habla a las personas, sino que es Cristo quien habla. No soy yo quien hace que las personas crean, sino que es Cristo quien lo hace. No soy yo quien bautiza a las personas, sino que es Cristo quien las bautiza”. Si tenemos esta actitud, este espíritu, esta vida y esta fe, llevaremos una vida que continuamente depende de Él.
Es al depender de Él de esta manera momento a momento que permanecemos en el Señor. Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él moraba en el Padre cada día. Nunca se separó del Padre. Su mover era el mover del Padre, y Su hablar era el hablar del Padre. Hoy en día mientras servimos al Señor, debemos ejercitarnos al grado en que cuando nosotros salimos es el Señor que sale, y cuando nosotros actuamos es el Señor que actúa. En aquel tiempo comprenderemos que no estamos solos; más bien, el Señor y nosotros estamos juntos: somos dos espíritus que se unen como un solo espíritu y dos vidas que se unen como una sola vida. Aunque nuestro cuerpo es el que actúa, visita a las personas, sale a tocar a las puertas y bautiza a las personas, nuestro espíritu está unido al Señor como un solo espíritu.
Debemos ejercitarnos al grado en que nos unamos al Señor como un solo espíritu y oremos continuamente, diciendo: “Oh Señor, yo no puedo impartir vida a otros, pero esto es algo que Tú puedes hacer y debes hacer. Señor, dependo de Ti en esto. Tú y yo tenemos que ser un solo espíritu. Mientras bautizo a las personas, es Tu Espíritu quien las bautiza en el Dios Triuno. Señor, yo únicamente puedo ayudar a alguien a meterse en la bañera y sumergirlo en agua, pero no puedo bautizarlo en el Dios Triuno. Únicamente Tu Espíritu puede hacer esto. Gracias, Señor, porque Tú y yo hemos llegado a ser un solo espíritu. En todo lo que hago aquí, eres Tú quien actúa”. Ésta es la fe que debemos procurar tener.
Asimismo, debemos andar conforme al espíritu. Aunque hemos recibido cierto adiestramiento, todavía debemos seguir al espíritu cuando salgamos. A veces nosotros pensamos que debemos hacer algo de cierta manera, pero el espíritu en nuestro interior nos dirige de otra manera. De inmediato nosotros debemos seguir el espíritu y andar conforme al espíritu. De este modo, todo lo que hagamos tendrá el espíritu como base y la vida como contenido.
(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 9, por Witness Lee)