ESTABLECER UNA META
Y SALIR A TOCAR A LAS PUERTAS
EN UNANIMIDAD
Debemos ponernos una meta en cuanto al fruto que queremos dar. Luego, conforme a esta meta, debemos emplear todas nuestras fuerzas para poder alcanzarla y orar delante del Señor. Creo que el Señor ciertamente escuchará nuestra oración. Una hermana joven testificó que inicialmente había decidido ganar a diez personas, pero que después sólo ganó a ocho. Por lo general, a nosotros nos parecería que esto es bastante bueno. Sin embargo, a ella no le pareció bien y pensó que debía tener algunos problemas que le estaban estorbando. Así que, al regresar a casa oró y confesó sus pecados delante del Señor. Después de confesar sus pecados, oró diciendo: “Señor, mañana tienes que ganar a cuatro personas más, en lugar de las dos personas que me quedaron faltando”. Este tipo de oración agrada a Dios. Además de la oración, si hemos de lograr los cálculos que hicimos y nuestra meta, ello dependerá enteramente de si ponemos todo nuestro empeño. Si ponemos todo nuestro empeño, esto ciertamente se logrará, pero si no lo hacemos, no podremos lograrlo. Jamás podremos lograr nuestros cálculos ni nuestra meta si somos indisciplinados. En este asunto de tocar a las puertas y visitar a las personas, debemos emplear todas nuestras fuerzas para extendernos hacia la meta.
Éste es el principio conforme al cual Dios quería que Gedeón pusiera a prueba a los trescientos hombres (Jue. 7:2-8). Entre los hijos de Israel había muchos que querían pelear contra el enemigo, pero Dios le dijo a Gedeón que había demasiado gente y que sólo bastarían trescientos. Sin embargo, ¿cómo serían seleccionados? Había una manera muy buena, la cual consistía en observar cómo bebían el agua. Algunos se acercaron al agua y doblaron sus rodillas para beber. Dios le dijo a Gedeón que no debía aceptar a éstos, pues se preocupaban mucho por beber agua. Él se quedaría únicamente con aquellos que lamieron el agua con su lengua. Esto significa que a ellos no les interesaba tanto beber el agua, sino que estaban ansiosos por salir a pelear contra los madianitas y expulsarlos. Este cuadro nos muestra que una vez que fijamos nuestra meta, no podemos ser indisciplinados. No sólo debemos orar más, sino también experimentar una mayor unanimidad. Todo tiene que ser intensificado. De esta manera, ciertamente tendremos peso espiritual. Una vez que seamos personas de peso espiritual y tengamos ceñidos nuestros lomos, podremos lograr nuestra meta.
(Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 3, por Witness Lee)