EL SEÑOR ENVÍA HOMBRES
A BUSCAR A LOS HIJOS DE PAZ
Lucas 10:1 dice: “Después de estas cosas, designó el Señor a otros setenta, a quienes envió de dos en dos delante de Él a toda ciudad y lugar adonde Él estaba por ir”. Mientras estaba en la carne, el Señor no podía ir a todos los lugares al mismo tiempo. Por esta razón, Él envió otros setenta para que fueran a los lugares adonde Él quería ir. De la misma manera, cuando hoy salimos a tocar a las puertas, cada una de las casas que visitamos es un lugar adonde el Señor desea ir. El Señor llegó a ser Espíritu vivificante, el Espíritu de poder y el Espíritu de autoridad, pero si este mismo Espíritu saliera a tocar a las puertas, la gente se asustaría. Por consiguiente, Él debe estar en nosotros, vestirse de nosotros y enviarnos.
¿Qué salimos a hacer? Salimos a buscar y a salvar lo que se había perdido. Estas personas perdidas eran aquellos a quienes Dios había escogido y predestinado desde antes de la fundación del mundo. Los que son escogidos y predestinados son hijos de paz (v. 6). Todos los que han salido a tocar a las puertas han tenido esta experiencia. A veces al tocar a la puerta de una persona, uno al principio tiene el sentir de que ella no es un hijo de paz, pero después de unos minutos le queda claro que ella ciertamente es un hijo de paz. Nosotros salimos a buscar a los hijos de paz. El Señor dijo a los discípulos a quienes envió: “Id; he aquí Yo os envío como a corderos en medio de lobos” (v. 3). Aunque el Señor envió a los discípulos como a corderos en medio de lobos, aún había hijos de paz en medio de los lobos. Hoy en día, Él quiere que nosotros vayamos a ganar a los hijos de paz.
El deseo del Señor es que el hombre sea salvo. Cuando estuvo en la tierra, Él envió a las personas. Después que partió de este mundo en Su ascensión, les dijo a Sus discípulos: “Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones” (Mt. 28:18-19). Esto indica que el Señor quiere que los discípulos vayan y busquen a los hijos de paz para que sean regenerados y entren en el reino de los cielos. Originalmente, ellos eran ciudadanos del reino de Satanás, pero como resultado de nuestra búsqueda y predicación, llegan a ser aquellos que pueblan el reino de Dios. Hallar a las personas de esta manera es traer de regreso a los hijos de paz.
Por otro lado, esto nos muestra que Dios no quiere que nosotros demos mensajes a una gran congregación, ni tampoco quiere que les pidamos a las personas que vengan a escuchar mensajes. En lugar de ello, Dios quiere que salgamos. ¿Qué debemos salir a hacer? Debemos salir a visitar a las personas. Esto es lo que el Señor Jesús hizo como Hijo del Hombre, buscando y salvando lo que se había perdido. De la misma manera, el propósito de salir a tocar a las puertas es visitar a las personas, a fin de buscar y salvar lo que se había perdido. Más aún, el Señor Jesús dijo a Sus discípulos que después que entraran en la casa de alguien, lo primero que debían decir era: “Paz sea a esta casa” (Lc. 10:5). Cuando estábamos en Shanghái, teníamos dos tratados del evangelio que se titulaban ¿Dónde estás? y La paz sea contigo. La primera vez que salíamos a visitar a las personas, les dábamos el tratado ¿Dónde estás? y la segunda vez que las visitábamos, les dábamos La paz sea contigo.La paz sea contigo indica que nosotros vamos en busca de los hijos de paz. Si alguien es digno de tener paz, ése es un hijo de paz, y la paz reposará sobre él. Pero si no es digno, la paz se volverá a nosotros. Por lo tanto, simplemente debemos ir.
Nosotros salimos a buscar a los hijos de paz porque el Señor mismo quiere que vayamos. Él dijo que si las personas nos reciben a nosotros, le reciben a Él (v. 16). Nosotros estamos representando al Señor cuando salimos. Por consiguiente, nuestro ir debe estar en la realidad de que el Señor va con nosotros y nosotros vamos con el Señor. Nosotros no vamos por nuestra propia cuenta al lugar que decidimos ir; no, cuando nosotros vamos, de hecho, el Señor mismo va con nosotros al lugar adonde Él desea ir. Por consiguiente, debemos ser uno con el Señor. Debemos permanecer en el Señor y permitir que el Señor permanezca en nosotros.
(
Llevar fruto que permanece, tomo 1, capítulo 3, por Witness Lee)