Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

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ASIDOS A LA VERDAD EN AMOR Y CRECER EN TODO EN AQUEL QUE ES LA CABEZA

Cualquier enseñanza o interpretación que no nos lleve a contactar a Dios debe ser rechazada, aun cuando sea doctrinalmente correcta. Cualquier enseñanza e interpretación debe también llevarnos a contactar a Dios y a asirnos a Dios. En las pasadas décadas, el tema de que las hermanas deben cubrirse la cabeza se ha convertido en un tema controversial muy popular entre las iglesias. Los santos han tenido diferentes interpretaciones y todas ellas suenan muy lógicas. Han encontrado pasajes de la Biblia que demuestran que las hermanas deben cubrirse la cabeza y otros pasajes que demuestran lo contrario. Sin embargo, ¿creen que estas enseñanzas ayudan a que las personas tengan más contacto con Dios, o más bien, las alejan de Él? Ésta es una prueba difícil.

Es posible que la manera en que interpretamos la doctrina sea la correcta, pero no debemos tomar una mera doctrina como la norma. Debemos hacer esta prueba delante de Dios: si un mensaje no nos lleva a tener contacto con Dios, aun cuando sea correcto doctrinalmente, debemos desecharlo. Debemos aprender, debido a que amamos a Dios, a asirnos a la verdad y a nunca perder la comunión que tenemos con Dios en amor. Si las palabras de una persona nos llevan a contactar a Dios, debemos aceptarlas; pero si sus palabras hacen que nos desconectemos de Él, debemos rechazarlas, aun cuando sean correctas doctrinalmente.

La frase asidos a la verdad en amor significa que tenemos un corazón que ama a Dios, y que nos asimos de las cosas que nos llevan a tocar a Dios en amor. El resultado de esto es que creceremos en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Aquí la palabra todo no se refiere a unas cuantas cosas ni únicamente a las cosas más importantes, sino que incluye todo. Debemos crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. En griego, esta cláusula significa que nosotros no estamos conectados a Cristo en los asuntos que sí debiéramos estar conectados, es decir, que no estamos vinculados a Cristo en algunos asuntos. Por consiguiente, algo necesita ser añadido para que podamos crecer en Cristo.

En nuestra experiencia, no es fácil crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. Las hermanas tienen dificultades para crecer en Cristo en lo relacionado con los quehaceres domésticos y su manera de vestir. Sin embargo, debemos ejercitarnos para crecer en Cristo. En la administración de la iglesia, sobre todo los ancianos deben crecer en Cristo; no deben fiarse de su ser natural ni depender de su sabiduría e inteligencia humanas ni de métodos mundanos. Los ancianos que no crecen en Cristo al administrar la iglesia se están asiendo a cosas que no son Cristo, en lugar de asirse a la verdad en amor. Los ancianos que experimentan tener comunión con Dios en amor podrán abandonar las cosas del mundo, así como todo lo relacionado con su ser natural y con su sabiduría, inteligencia y esfuerzo humanos. Entonces, el Señor hará que ellos vivan en Su presencia y administren la iglesia al tocar Su sentir y al ser mezclados con Él.

Como resultado de haber tenido mucho contacto con las diferentes localidades, me he enterado de nuestra verdadera condición. Así como los hombres de negocios del mundo tienen sus métodos y sus técnicas, a veces los que laboran en los asuntos espirituales también exhiben métodos, técnicas, astucia e inteligencia humanos. Bajo la preciosa sangre del Señor, puedo testificar que nunca he argumentado con nadie durante el tiempo que llevo sirviendo, pero sí he contendido por un principio. Muchas veces he hecho esta pregunta: “¿Es ésta nuestra táctica o es la voluntad del Señor?”. Debemos considerar esto. Todos los que sirven a Dios deben aprender esta profunda lección. Debemos aprender a contactar la presencia del Señor, a vivir en el Señor, a asirnos a Cristo, la Cabeza, y a asirnos a la verdad. Nunca debemos valernos de nuestra destreza ni de nuestros métodos.

Debemos tener claro que nuestro ser no ha sido completamente salvo, pues todavía hacemos la obra del Señor y administramos la iglesia por nosotros mismos. No hemos crecido en aquel que es la Cabeza, Cristo, en lo relacionado con la administración de la iglesia. Hay un principio básico o un requisito fundamental que nunca cambiará: si deseamos tener una buena coordinación en la iglesia, debemos contactar la presencia de Dios y crecer en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo.

Por ejemplo, cuando los santos son enviados desde los diferentes salones de reunión para que recojan las invitaciones evangélicas de la oficina principal de servicios, los que llegan primero se llevan una gran cantidad de invitaciones, dejando sólo unas pocas para los que vienen más tarde. Para darles otro ejemplo, debido a que los fondos para sostener a los que sirven de tiempo completo son limitados, uno de los hermanos de alguno de los salones de reunión puede ingeniarse la manera de ser el primero en tener comunión acerca de su necesidad para poder recibir más fondos. Les estoy hablando de hechos concretos. Hubo un colaborador que iba a visitar a cierta iglesia por tres días, y en el camino pasaba por otra iglesia. Los hermanos de esa iglesia vinieron para hablar conmigo. Ellos me dieron una muy buena razón, por la cual necesitaban la ayuda del colaborador, diciendo que tenían un grupo de jóvenes estudiantes con un buen futuro espiritual. Debido a esto, ellos le pidieron al colaborador que cambiara su itinerario. Originalmente, él se quedaba en la primera iglesia por tres días, pero después que cambió sus planes sólo pudo quedarse allí por dos días. Esto privó a la iglesia de recibir un servicio completo. Estos ejemplos nos ayudan a ver nuestro problema. Tenemos demasiados métodos humanos en nuestro servicio. Aunque realizamos cierto trabajo, no contactamos al Señor y además de esto perdemos la presencia del Señor.

En nuestro servicio, el cual es santo y bueno, debemos aprender una lección importante: no dejar de asirnos a la verdad a fin de llegar a la meta. Debemos preguntar: “Señor, ¿tengo Tu presencia al hacer esto?”. Debemos tener la presencia del Señor en todas las cosas, y no solamente en nuestro servicio. Si ésta es nuestra actitud en las cosas que son santas y buenas, ¿cuánto más debe serlo en las demás cosas? Nuestros quehaceres domésticos, nuestra ocupación, nuestros hijos, nuestra familia, nuestro matrimonio y nuestra relación con los demás, todo ello, debe estar en conformidad con este principio. No debemos preocuparnos únicamente por brindar un beneficio a otros o por tener éxito, sino preguntarnos si estamos asidos a la verdad interiormente, si estamos asidos a la Cabeza y si contactamos a Cristo. Es posible que hagamos algo de cierta manera y tengamos éxito en ello; no obstante, ¿hará esto que nos separemos de Cristo, nuestra Cabeza? No es necesario esperar a que otros nos enseñen esto; nosotros mismos lo sabemos en nuestro interior.

Es posible que realicemos una tarea y obtengamos algún beneficio, y a la vez perdamos la presencia del Señor y la realidad interna. Tal vez nos justifiquemos a nosotros mismos, diciendo que nuestras acciones no son pecaminosas, sino que benefician la iglesia. Incluso podríamos pensar que en cierto aspecto el egoísmo es santo y justo. Sin embargo, en lo profundo de nuestro ser sabemos que no hemos aprendido la lección y que estamos desconectados del Señor. Hemos perdido la presencia de Dios debido a nuestros logros. Esto que les digo no es una exhortación común y corriente, sino una advertencia. A los hermanos y hermanas que les interesa más obtener un beneficio que la presencia de Cristo, no pueden estar bien acoplados a los demás en el Cuerpo de Cristo. Ellos le hacen daño a la coordinación del Cuerpo. Estos santos no están bien acoplados ni firmemente entretejidos en el Cuerpo.

Debemos tener la autoridad de Dios y contactar la presencia del Señor aun en asuntos insignificantes como ir a recoger las invitaciones evangélicas. Ya sea que lleguemos temprano o tarde a recoger las invitaciones, debemos contactar la presencia del Señor en nuestro interior. Si el Señor pone en nosotros el sentir de recoger dos mil copias, pero en lugar de ello recogemos dos mil quinientas, no nos sentiremos cómodos ni tranquilos interiormente. Las lecciones espirituales son muy finas y delicadas. Una vez que aprendamos a contactar la presencia de Dios en nuestro interior, recogeremos sólo dos mil invitaciones, aun si hubiera veinte mil copias disponibles. Si no seguimos la presencia del Señor, tendremos un problema con respecto a la coordinación del Cuerpo.

Tanto nuestro servicio como nuestra coordinación serán hermosos y fuertes cuando cada uno de nosotros nos aferremos a la verdad según el sentir interior, sin perder nuestra comunión con el Señor, y aprendamos la lecciones de crecer en Cristo. De lo contrario, si no crecemos en todo en Cristo, habrá discordias cuando estemos juntos. Aun cuando aparentemente no haya discusiones ni disputas, todavía habrá ciertos asuntos escondidos. Algunos de los santos son más educados y tienen una mayor tolerancia. Aunque son capaces de mostrarse calmados, interiormente están agitados. Esto hace que el Cuerpo pierda el fluir de vida. Por consiguiente, el Cuerpo no podrá proveerse de suministro, ni podrá crecer, pues le hace falta una coordinación armoniosa. De ahí que la coordinación del Cuerpo se base esencialmente en el hecho de que los miembros crezcan en todo en aquel que es la Cabeza, Cristo. El Cuerpo se sentirá incómodo cuando cualquiera de los miembros del Cuerpo actúe de manera contraria a esto. Por lo tanto, cada miembro debe estar unido a la Cabeza y crecer en todo en la Cabeza.

(Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La, capítulo 15, por Witness Lee)