Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La, por Witness Lee

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RECIBIR EL QUEBRANTAMIENTO AL SUJETARNOS A LA AUTORIDAD DE DIOS

Algunos hermanos pueden ser silenciosos durante las reuniones, pero es posible que este silencio no sea una virtud que está mezclada con Dios. Algunas personas son extrovertidas por naturaleza; cada vez que encuentran la oportunidad, hablan, y continuamente expresan sus opiniones. La mayoría de las hermanas tienen este modo de ser; pareciera que no les alcanza todo el tiempo del mundo para expresar sus opiniones. Esto absolutamente carece de Dios. Otros hermanos y hermanas podrían mantener sus bocas cerradas aun si tuvieran que sentarse con otros por tres días. Ellos, al igual que a los que les encanta expresar sus opiniones, no tienen a Dios en su manera de ser.

Aquellos que no hablan tienden a condenar a aquellos que les encanta hablar. Sin embargo, mientras condenan a los que son habladores y mientras interiormente aprueban su prudencia al hablar y el cuidado con que se conducen, el Espíritu Santo podría tocarlos y preguntarles: “¿Es esto una o dos naturalezas? ¿Esto proviene sólo de ti mismo o de la mezcla de Dios contigo?”. Algunas personas son impulsivas por naturaleza, mientras que otras son lentas y cuidadosas; sin embargo, la gente a menudo alaba a los de naturaleza lenta por ser muy apacibles y condena a los de naturaleza impulsiva por ser personas irritables. Algunos, refiriéndose a Éxodo 28:33-35, dicen que el sacerdote no debía permitir que las campanas que estaban en las vestiduras sacerdotales sonaran mientras ministraba; ellos dicen esto para indicar que no se deben hacer movimientos rápidos o apresurados porque harán que las campanas repiquen en la presencia de Dios. Sin embargo, las personas que son lentas también deben permitir que Dios las toque para que sepan si su lentitud proviene de una o de dos naturalezas, es decir, si proviene de ellos mismos o de la mezcla de ellos con Dios. Esto es un asunto muy serio.

Si todos permitimos que Dios nos toque, los que son lentos se postrarán, comprendiendo que deben condenar su lentitud, y los que no abren sus bocas se darán cuenta de que deben condenar su silencio. Esto se debe a que nuestra manera natural de ser mata a la iglesia, pues hace que la iglesia sea inapropiada. Nuestra manera natural de ser impide que Dios se mezcle con el hombre. Éste es el elemento más fuerte de nuestra naturaleza humana, en el cual no se expresa la mezcla de Dios y el hombre, pues no posee una naturaleza doble. Por lo tanto, es necesario que la cruz quebrante y derribe nuestra manera natural de ser. El mayor problema en la vida de iglesia hoy no es cómo combatir contra el pecado y el elemento del mundo, sino que más bien nuestro mayor problema es que tenemos demasiados elementos de nuestra manera natural de ser que son alabados por los hombres y que son tenidos por virtudes. Ésta es la mayor dificultad que tenemos en la vida de iglesia hoy.

Las dos naturalezas, la naturaleza de Dios y la del hombre, son edificadas sobre Cristo y sobre el quebrantamiento; la edificación necesita que seamos quebrantados. Con relación a Cristo, hay edificación; con relación a nosotros, hay quebrantamiento. Ser quebrantados es diferente de ser anulados; pues el quebrantamiento implica que nos sometemos bajo la mano de Dios. Si por naturaleza yo soy una persona silenciosa en las reuniones, debo preguntarme si es Dios en mí quien está callado o si soy yo el que está callado. Debo aprender a sujetarme a la autoridad de Dios. Según este mismo principio, una persona habladora debe aprender a sujetarse a la autoridad de Dios. Si hacemos esto en nuestras reuniones, los demás podrán percibir que la presencia de Dios está tanto en nuestro hablar como en nuestro silencio, tanto en nuestra rapidez como en nuestra lentitud. Todos nuestros problemas tienen que ver con la medida en que Dios se haya mezclado con nosotros y cuánto nosotros nos hemos mezclado con Dios. La edificación de la cual se habla en Mateo 16 no es otra cosa que la edificación de estas dos naturalezas: la naturaleza de Dios y la naturaleza del hombre.

(Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La, capítulo 3, por Witness Lee)