EL TERCER ELEMENTO QUE CONTIENE LA PLENITUD: LUZ
En Juan 8:12 el Señor dijo: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, jamás andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. La plenitud tiene otro elemento, el cual es la luz, y otra señal, que es el resplandor. Lo que determina si una persona está en la plenitud es si ella está llena de luz. Asimismo, lo que determina si una iglesia es la expresión del Cuerpo es si esa localidad está llena de luz. En la Nueva Jerusalén no hay nada de oscuridad. Allí todo es resplandeciente. No sólo eso, en la Nueva Jerusalén todo es glorioso; hasta el oro es transparente. Lamentablemente, los ojos de muchos de los que están en grupos cristianos no son muy resplandecientes. Sin embargo, en la Nueva Jerusalén incluso el oro será transparente. La transparencia es una expresión de la vida y es una señal de la plenitud. Ésta es una condición que se expresa a través del Cuerpo.
A veces cuando asistimos a la reunión de cierta iglesia local, sentimos que es semejante a un refugio antiaéreo, es decir, todo allí es muy oscuro y sombrío. Parece que hubiéramos entrado en un túnel profundo, rodeado por impenetrables muros de bronce y de hierro. Cuando entramos en una reunión así, sentimos que hemos entrado en las tinieblas, y que todo allí es opaco. Sin embargo, a veces nosotros mismos estamos interiormente en una condición sombría y miserable, pero cuando asistimos a la reunión de la mesa del Señor, empezamos a sentirnos resplandecientes, transparentes y refrescados. Ésta es la iglesia, el Cuerpo de Cristo, la plenitud.
A veces cuando tenemos comunión con algunos hermanos responsables, sentimos que interiormente todo se oscurece. Antes de tener comunión, mientras orábamos en casa, sentíamos que había un rayo de luz; pero cuanto más comunión teníamos con ellos, más confundidos nos sentíamos y menos luz teníamos. En esos momentos, debemos darnos cuenta de que la plenitud, el Cuerpo y la expresión del Cuerpo no están presentes. También podemos tener la experiencia de sentirnos tristes, como andando a tientas en la oscuridad, sin saber cómo proceder. Ni siquiera nuestras oraciones son claras. Sin embargo, después de tener comunión con los ancianos, sentimos que nuestro ser resplandece y está lleno de luz. A veces ni siquiera tenemos necesidad de hablar, pues en cuanto nos sentamos a tener comunión, sentimos que nuestro ser se abre y resplandece. Luego, después de decir unas cuantas palabras, sentimos que somos transparentes y que la iglesia, el Cuerpo y la plenitud están presentes. Si el Cuerpo está presente, también estará presente la plenitud, y en esta plenitud estará la luz.
Algunos santos viven en el Cuerpo. Hay personas que viven en la plenitud. Cuando se ponen de pie en la reunión, notamos que todo su ser es transparente. Cuando abren su boca y empiezan a compartir, hacen que las personas vean todo con claridad y resplandezcan. Sin embargo, hay otros que parecen tener una habilidad especial de confundir a las personas. Después de escucharlos, perdemos la poca luz que teníamos y nos quedamos sin saber cómo proceder. ¿Los mensajes que otras personas dan nos llevan a tocar a Dios o nos hacen sentir más confundidos? Dios es luz. No hay ningún mensaje que nos lleve a tocar a Dios, y al mismo tiempo carezca de luz. Por ejemplo, un mensaje que nos hace sentir que todo es aceptable —por ejemplo, que entrar en el reino es casi lo mismo que ir al lago de fuego— no proviene de la Nueva Jerusalén sino del abismo. En la Nueva Jerusalén todo es resplandeciente. Sólo en el abismo, hay tinieblas sobre la faz del abismo y tinieblas por todas partes.
¿Qué es la plenitud? La plenitud es el resplandor. De la plenitud de Cristo todos hemos recibido. El Señor dijo: “El que me sigue, jamás andará en tinieblas” (v. 12). Todos sabemos que los que han recibido de Su plenitud están en la luz. Su ser interior resplandece. No tenemos necesidad de preguntarles a los demás si hemos percibido la plenitud ni tampoco si estamos en la plenitud. Todo depende de si nuestro ser interior resplandece o está en tinieblas, de si hay claridad o confusión. Esto no es una doctrina profunda ni gran sabiduría; cualquier creyente puede tocar esto. Cristo es la plenitud de Dios, y hay algo en esta plenitud que se llama luz. Cada vez que contactamos la plenitud, percibimos la luz y resplandecemos interiormente.
Todo aquel que toca la plenitud de Cristo es una estrella, una lámpara o al menos una vela. Un candelero es algo que resplandece, y también que ilumina a otros. La iglesia es un candelero. Que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos permita ver si estamos en tinieblas o en la luz. Esto determina si en experiencia somos Su Cuerpo. Siempre que en una iglesia los santos niegan el yo y tocan la plenitud de Cristo, esa iglesia es la plenitud de Cristo en la experiencia. Quizás no haya muchos santos en dicha localidad, ni haya muchos que sean inteligentes o competentes, pero cuando uno entra en medio de ellos, la gente percibirá que dichos creyentes son transparentes y resplandecientes, y que hay luz entre ellos, pues han tocado la plenitud.
(Iglesia como el Cuerpo de Cristo, La, capítulo 9, por Witness Lee)