Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo, por Witness Lee

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CRISTO NOS HA SIDO HECHO DE PARTE DE DIOS SABIDURÍA

Cristo es la sabiduría de Dios. En 1 Corintios 1:30 se nos dice: “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. ¡Aleluya, estamos en Cristo Jesús! Es de Dios que estamos en Cristo. No nacimos estando en Él, pero fuimos hechos para estar en Él. Cristo nos fue hecho de parte de Dios sabiduría en tres elementos: justicia, santificación y redención. La justicia es en cuanto a nuestro pasado, la santificación es en cuanto a nuestro presente y la redención es en cuanto a nuestro futuro.

Cristo como nuestra justicia en cuanto a nuestro pasado

Como una persona ya mayor, no me atrevo a mirar mi pasado. Aun un joven de veinte años de edad comprende que su breve pasado es terrible. Ninguno de nosotros tiene un buen pasado. Dado que nuestro pasado es terrible, necesitamos a Cristo como nuestra justicia. Éste es el verdadero remedio, la cura verdadera. ¡Aleluya, tenemos a Cristo como nuestra justicia para nuestro pasado! Ahora ya no debemos decir que nuestro pasado es terrible. Podemos decir: “Nuestro pasado es glorioso porque nuestro pasado es Cristo”. Antes, nuestro pasado era terrible debido a nuestros errores, pero ahora es glorioso por causa de Cristo. Cristo es nuestra justicia.

Cristo como nuestra santificación en cuanto a nuestro presente

Nuestro pasado es glorioso, pero ¿qué podemos decir de nuestro presente? Cristo es nuestra justicia para nuestro pasado y Cristo es nuestra santificación para nuestro presente. A veces nuestro presente es terrible, pero debemos decir: “¡Aleluya, yo tengo a Cristo como mi santificación!”. La santificación es más que santidad; es la santidad “para nosotros”, no en una forma doctrinal, sino en una forma subjetiva que podemos experimentar. Mientras que la santidad es la santidad misma, la santificación es la santidad que viene a ser nuestra experiencia. Esto no es nada objetivo, sino algo que es muy personal y subjetivo para nosotros. Cristo es nuestra santificación.

Supongamos que un hermano tiene una esposa que le causa dificultades, lo irrita, lo humilla y lo hace enojar. ¿Qué debería hacer él? La enseñanza del cristianismo fundamental le diría que él debe amar a su esposa. Tal vez el día de su boda, el pastor le dijo que tenía que amar a su esposa según Efesios 5:25. Quizás él en estas circunstancias difíciles se ponga a pensar y se acuerde de que debe amar a su esposa. Sin embargo, esto no funciona. Él no debe tratar de recordar esta enseñanza. Cuando su esposa le haga pasar por un mal rato, él debe invocar: “Oh, Señor Jesús”. Esto es disfrutar a Cristo, aplicar a Cristo y apropiarse de Cristo en nuestras situaciones. Muchos de nosotros podemos testificar que esto realmente funciona. Es así como Cristo llega a ser nuestra santificación. En vez de perder los estribos, obtenemos a Cristo como nuestra santidad en una manera subjetiva. La santificación es el Cristo que viene a ser la santidad en nuestra experiencia.

Entre los cristianos de hoy se habla mucho sobre la santificación. No obstante, la santificación es una persona —Jesucristo— a quien podemos experimentar hoy. Siempre que experimentamos a Cristo hoy, eso viene a ser parte de nuestra santificación. La santificación incluye muchas cosas. Según la tendencia actual de esta era, muy pocas mujeres pueden vencer los grandes almacenes. Mientras miran a través de las ventanas y los escaparates, ellas son cautivadas y, finalmente, acaban comprando algo de la última moda. Y luego cuando se lo ponen, ellas pierden su santificación; en lugar de experimentar la santificación, experimentan la mundanalidad. ¿Qué deben hacer las hermanas? Mientras una hermana contempla los escaparates de las tiendas, debe invocar: “Oh, Señor Jesús”. Aun si ella ya estuviera ante el mostrador, no es demasiado tarde. Todavía puede decir: “Oh, Señor Jesús”. Esto hará que ella deje lo que había tomado. Después, si ella continúa invocando, puede ser que el Señor interiormente le diga que debe irse a casa y olvidarse de las tiendas. De esta manera ella experimenta a Cristo como su santificación diaria y momento a momento. Esto no es una simple doctrina; éste es Jesús como nuestra santificación personal.

A muchos jóvenes hoy les agrada llevar el cabello largo. Si un hermano lleva el cabello largo, ¿creen ustedes que la gente se dará cuenta de que para este hermano Cristo es su santificación? Yo no lo creo. Algunos cristianos de largas cabelleras hoy se denominan “pueblo de Jesús”. No obstante, estos discípulos de Jesús no se visten de Jesús; ellos se visten de sus largas cabelleras. Si un joven de cabello largo invocara cuando se está peinando: “Oh, Señor Jesús”, el Señor Jesús quizás le diría: “Córtate el cabello”. Incluso la extensión de nuestro cabello no depende de una regulación ni de una corrección externa; esto depende de la santificación. Jesucristo debe ser el corte de cabello que llevamos. Esto es experimentar la santificación en todos los asuntos.

Muchos cristianos hoy están en una condición muy pobre porque tienen las doctrinas, pero nada les funciona. Ellos tienen los dones, pero no hay ningún cambio en vida. Día tras día necesitamos experimentar a Cristo como nuestra santificación. Todo aspecto de nuestro andar diario debe ser Cristo. Nuestro corte de cabello debe ser Cristo. Nuestras compras deben ser Cristo. Nuestra vestimenta debe ser Cristo. Nuestra actitud debe ser Cristo. La relación que llevamos con nuestra familia debe ser Cristo. Hasta el par de zapatos que calzamos debe ser Cristo. Es de esta manera que Cristo se vuelve prevaleciente en nuestro andar diario. Ésta es la experiencia de vida que tenemos con Cristo como nuestra santificación diaria. De ahí que, somos santificados, separados, marcados y totalmente diferentes de la gente del mundo. Lo que compremos y lo que vistamos debe ser diferente de lo que la gente del mundo compra y viste. Esto no es meramente mi enseñanza; ésta es nuestra experiencia de Cristo como nuestra santidad diaria.

(Disfrutar las riquezas de Cristo para la edificación de la iglesia como Cuerpo de Cristo, capítulo 7, por Witness Lee)